Siempre la garra del mal y del desastre tiene servido su miserable bocado; siempre encuentra su tributo macabro tras la puerta de los pobres, de los más débiles. Según el último balance gubernamental, cerca de seis mil personas han muerto a causa del terremoto en la isla indonesia de Java, mientras que al menos otras doscientas mil han sido desplazadas.
Las condiciones precarias en las que viven decenas de miles de desplazados por el terremoto han originado la aparición de enfermedades comunes, diarreas, gripes y neumonías, que se agravan por la falta de medicinas. Tienen suficiente personal médico en todos los hospitales, ya es algo; médicos de otras ciudades indonesias y miles de estudiantes de Medicina y Enfermería se han ofrecido como voluntarios, pero carecen de material sanitario y medicinas, necesitan ahora analgésicos, antibióticos y antidiarreicos para tratar las nuevas complicaciones. En algunas zonas, sufren la falta de agua potable, mientras se reparan los pozos dañados. La diseminación de pequeños grupos de desplazados dificulta la llegada de ayuda y la supervisión de las condiciones higiénicas y sanitarias. La Cruz Roja Española va a instalar tres plantas potabilizadoras y hospitales de campaña, dotándolos de letrinas y duchas para evitar el riesgo del cólera e infecciones.
El pasado 2005 se inició con una de las peores catástrofes que se recuerdan, un tsunami que dejó 224.000 muertos en el sureste asiático y más de un millón y medio de seres sin hogar. Ahora, este terremoto, que ha sacudido Java, ha sembrado la destrucción y la muerte. Las condiciones de vida siguen siendo de miseria y las construcciones de pobreza. Entre tanta devastación y sufrimiento, de miles de muertos, quedan obnubilados los sobrevivientes que vagan sin víveres y faltos de ayuda. Y, ahí, en la desolación, los niños, siempre los niños, son atrapados y heridos por las furias del mal que no cesa, que no duerme ni descansa.
Además de resaltar y agradecer los esfuerzos humanitarios para salvar vidas y mitigar el sufrimiento humano, es necesario extraer las lecciones aprendidas y aplicarlas para detectar y mejorar la actuación en el futuro. Sin duda, hay que comprender que la tierra y los bienes de este mundo no pertenecen sólo a unos listos ya instalados. Es perentorio trabajar por el justo reparto de la riqueza, las condiciones de vida saludable y la técnica de previsión posible.
Camilo Valverde Mudarra
Las condiciones precarias en las que viven decenas de miles de desplazados por el terremoto han originado la aparición de enfermedades comunes, diarreas, gripes y neumonías, que se agravan por la falta de medicinas. Tienen suficiente personal médico en todos los hospitales, ya es algo; médicos de otras ciudades indonesias y miles de estudiantes de Medicina y Enfermería se han ofrecido como voluntarios, pero carecen de material sanitario y medicinas, necesitan ahora analgésicos, antibióticos y antidiarreicos para tratar las nuevas complicaciones. En algunas zonas, sufren la falta de agua potable, mientras se reparan los pozos dañados. La diseminación de pequeños grupos de desplazados dificulta la llegada de ayuda y la supervisión de las condiciones higiénicas y sanitarias. La Cruz Roja Española va a instalar tres plantas potabilizadoras y hospitales de campaña, dotándolos de letrinas y duchas para evitar el riesgo del cólera e infecciones.
El pasado 2005 se inició con una de las peores catástrofes que se recuerdan, un tsunami que dejó 224.000 muertos en el sureste asiático y más de un millón y medio de seres sin hogar. Ahora, este terremoto, que ha sacudido Java, ha sembrado la destrucción y la muerte. Las condiciones de vida siguen siendo de miseria y las construcciones de pobreza. Entre tanta devastación y sufrimiento, de miles de muertos, quedan obnubilados los sobrevivientes que vagan sin víveres y faltos de ayuda. Y, ahí, en la desolación, los niños, siempre los niños, son atrapados y heridos por las furias del mal que no cesa, que no duerme ni descansa.
Además de resaltar y agradecer los esfuerzos humanitarios para salvar vidas y mitigar el sufrimiento humano, es necesario extraer las lecciones aprendidas y aplicarlas para detectar y mejorar la actuación en el futuro. Sin duda, hay que comprender que la tierra y los bienes de este mundo no pertenecen sólo a unos listos ya instalados. Es perentorio trabajar por el justo reparto de la riqueza, las condiciones de vida saludable y la técnica de previsión posible.
Camilo Valverde Mudarra