Colaboraciones

SEMANA SANTA Y SAGRADA





La Semana Santa vuelve a descorrer las hojas del calendario en su riguroso devenir. Es santa porque santa es la celebración y sagrada la causa que trae a la memoria. El pueblo, en su fervor, ha sacralizado desde antiguo la efeméride en que quiere recordar la Pasión de Jesucristo.

Para algunos viene a ser un periodo vacacional de asueto y festejo. No obstante, también estos saben que, por estas fechas primaverales, se conmemora un hecho terrible que soportó un hombre histórico, llamado Jesús de Nazaret, que anduvo predicando un mensaje de paz y amor, extraño y contrario al estamento, por lo que los poderes políticos y religiosos lo condenaron injustamente al suplicio de la cruz.

Entre los creyentes se observan dos claras actitudes, comprendidas en dos aspectos de la Semana Santa el externo y el interno.

Muchos, en una religiosidad sencilla, de ningún modo despreciable, en cuanto que nadie aquí puede juzgar y calibrar la profundidad de la fe, la celebran con representaciones de carácter dramático de sabor medieval o con desfiles procesionales, de gran vistosidad y colorido, cargados de liturgia significativa; pasean por sus calles pasos y tronos finamente adornados, en que distintas imágenes reproducen varias escenas de la pasión y muerte del Salvador. Ponen en ello su entusiasmo, dedican su tiempo y aman a su cristo y veneran a su virgen con pasión, como si estuvieran vivos y presentes en esas imágenes.

Otros se recogen hacia el interior del alma, para meditar y reflexionar en esa fecha anual, sobre la Pasión-Muerte-Resurrección de Cristo, el acontecimiento más trascendental de la religión cristiana. “Si Jesús no resucitó, vana es nuestra fe” ha dicho el Apóstol de los Gentiles. Es el Verbo Encarnado, que “existía desde el principio y sin el cual nada se hizo”, dice San Juan en el cuarto Evangelio. El Maestro Bueno que, en el brocal del pozo da a la Samaritana el “agua viva que salta hasta la vida eterna”; el que enseñó al doctor de la Ley, que el prójimo es el herido caído en la cuneta y olvidado; el que mostró la infinita misericordia del padre que perdona y acoge al hijo pródigo; y el que perdonó al la adultera: ¿Dónde están los que te acusaban? “Yo tampoco te condeno, vete en paz”.

El Siervo de los siervos que describe Isaías en los cuatro Cánticos. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento; eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores que le pesaban, azotado, herido, humillado y desfigurado (Is 53,3-12).

El Mesías, Hijo Unigénito de Dios, que, por amor, se dejó llevar, como oveja al matadero, al sacrificio de la cruz, para salvar a la humanidad.

La Semana Santa, la Semana Sagrada, que todas las primaveras nos trae esta memoria, estos actos, estas reflexiones.



Camilo Valverde Mudarra


Franky  
Domingo, 9 de Abril 2006
Artículo leído 1352 veces

También en esta sección: