El mismo día que se conocieron los terribles datos del paro, que por primera vez en la Historia había superado la cifra de 6.2 millones de españoles, los rumores de que Rajoy y su gobierno pensaban dimitir penetraron por primera vez, desde las pasadas elecciones generales, en las redacciones de los medios informativos, en las redes sociales y en otras grandes instituciones y empresas de España. El rumor decía que varios miembros del gobierno de Rajoy y hasta el mismo presidente estaban sopesando la posibilidad de dimitir porque eran incapaces de sacar adelante el país y porque se sentían cercados y cada día mas rechazados por los ciudadanos.
Fue sólo un rumor, pero era indicativo de la situación y respondía al dicho sabio de que "cuando el río suena, agua lleva". De hecho, la situación de Rajoy y su gobierno es muy difícil y complicada porque las cosas le salen mal, están aislados del resto de los partidos, se sienten rechazados por los ciudadanos, han perdido con creces la mayoría absoluta que los sostenía y se sienten marcados por el estigma, decisivo en democracia, de la falta de legitimidad, motivada por el incumplimiento reiterado de casi todas las promesas electorales que les permitieron ganar.
De todos los dramas que acosan al gobierno, desde el fracaso al escrache y al rechazo ciudadano, sin olvidar la amenaza letal del ex tesorero Bárcenas y sus papeles de denuncia, los dos peores, aquellos que empujan hacia la dimisión, son el fracaso en la política económica y la pérdida de apoyos con el crecimiento constante del rechazo de la ciudadanía. Rajoy, que se lo ha jugado todo a la carta de la reactivación de la economía, confiaba que a estas alturas fueran ya visibles algunos signos de recuperación, pero ocurre todo lo contrario y el horizonte del éxito se aleja y ni siquiera ya es visible en la presente legislatura, lo que condena al PP a un seguro y contundente fracaso electoral.
Dentro del partido cunde el desaliento y la preocupación. Algunos piensan que fue un error incumplir algunas promesas electorales, sobre todo aquellas que anunciaban una regeneración de la vida política y un adelgazamiento del Estado, incumplidas como tantas otras. En algunas agrupaciones se habla ya del fracaso del equipo económico y hasta se le reprocha a Rajoy que no haya adelgazado mas el Estado, en lugar de hacer pagar injustamente a los ciudadanos, con recortes drásticos y subidas brutales de impuestos, toda la factura de la crisis. Algunos militantes y cargos del PP sienten indignación al saber que en lugar de cerrar empresas públicas inútiles, el gobierno de Rajoy las están llenando de enchufados, lo que implica disparar sus gastos, mas que Zapatero.
El gobierno quizás no dimita, pero ya se lo piensa y es un manojo de nervios cada día mas inseguro y confundido. El crecimiento del desempleo parece imparable y las reformas y medidas de ajuste no arrojan resultados. Muchos de sus colegas piden ya a Rajoy gestos que suavicen el rechazo de los ciudadanos y permitan al partido recuperar sus apoyos perdidos, pero el presidente sigue terco con su canción favorita, confiando en que la recuperación de la economía llegará a tiempo para que las urnas les vuelvan a otorgar la victoria en las próximas elecciones.
El horizonte que amenaza al PP es aterrador: escraches crecientes, pérdida constante de votos, críticas cada día mas certeras y dañinas en las redes sociales y medios de comunicación, subidas de impuestos y recortes en derechos y ventajas que restarán todavía mas apoyos, aislamiento con respecto a los demás partidos y la amenaza inquietante de los tribunales, que juzgan cada día con mas libertad y convicción a los corruptos, y del ex tesorero Bárcenas, cuyos conocimientos y documentos sobre sobresueldos y financiaciones irregulares podrían poner al partido de rodillas, si llegaran a desvelarse ante la opinión pública.
La única opción que le queda al PP para salvarse y recuperar el apoyo de los ciudadanos es dar un giro a su política de 180 grados y apostar de lleno por la regeneración de la vida política española, lo que significaría reencontrarse con la ciudadanía, pero ese camino es impracticable para un partido que no es menos corrupto y clientelar que el PSOE y que es adicto a los privilegios, a financiarse con fondos públicos, a disfrutar de impunidad práctica y a practicar el corporativismo cómplice con los corruptos, incluyendo a los miles que se han enriquecido ilícitamente, a los que han estafado a los ciudadanos con las participaciones preferentes y a los que han saqueado las cajas de ahorro, que ni siquiera son perseguidos ni se les obliga a devolver lo que han robado.
Muchos pensamos que la reconciliación del PP con el pueblo español y con la democracia es sencillamente imposible porque esa política repugna a su ADN. El PP, como el PSOE, es un partido que ha atravesado demasiadas veces las dos líneas rojas mas dramáticas de la política: convivir con la corrupción, protegiendo, incluso, a los corruptos y saqueadores de las arcas públicas, y anteponer una y otra vez sus propios intereses al bien común, lo que lo convierte en algo parecido a una banda de malhechores irrecuperable para la sociedad y la democracia.
Esos vicios hacen del PP (al igual que del PSOE, IU y los grandes partidos nacionalistas) un partido irrecuperable para la verdadera democracia y un auténtico adversario de los ciudadanos, al que ningún demócrata ni persona decente debería votar.
Fue sólo un rumor, pero era indicativo de la situación y respondía al dicho sabio de que "cuando el río suena, agua lleva". De hecho, la situación de Rajoy y su gobierno es muy difícil y complicada porque las cosas le salen mal, están aislados del resto de los partidos, se sienten rechazados por los ciudadanos, han perdido con creces la mayoría absoluta que los sostenía y se sienten marcados por el estigma, decisivo en democracia, de la falta de legitimidad, motivada por el incumplimiento reiterado de casi todas las promesas electorales que les permitieron ganar.
De todos los dramas que acosan al gobierno, desde el fracaso al escrache y al rechazo ciudadano, sin olvidar la amenaza letal del ex tesorero Bárcenas y sus papeles de denuncia, los dos peores, aquellos que empujan hacia la dimisión, son el fracaso en la política económica y la pérdida de apoyos con el crecimiento constante del rechazo de la ciudadanía. Rajoy, que se lo ha jugado todo a la carta de la reactivación de la economía, confiaba que a estas alturas fueran ya visibles algunos signos de recuperación, pero ocurre todo lo contrario y el horizonte del éxito se aleja y ni siquiera ya es visible en la presente legislatura, lo que condena al PP a un seguro y contundente fracaso electoral.
Dentro del partido cunde el desaliento y la preocupación. Algunos piensan que fue un error incumplir algunas promesas electorales, sobre todo aquellas que anunciaban una regeneración de la vida política y un adelgazamiento del Estado, incumplidas como tantas otras. En algunas agrupaciones se habla ya del fracaso del equipo económico y hasta se le reprocha a Rajoy que no haya adelgazado mas el Estado, en lugar de hacer pagar injustamente a los ciudadanos, con recortes drásticos y subidas brutales de impuestos, toda la factura de la crisis. Algunos militantes y cargos del PP sienten indignación al saber que en lugar de cerrar empresas públicas inútiles, el gobierno de Rajoy las están llenando de enchufados, lo que implica disparar sus gastos, mas que Zapatero.
El gobierno quizás no dimita, pero ya se lo piensa y es un manojo de nervios cada día mas inseguro y confundido. El crecimiento del desempleo parece imparable y las reformas y medidas de ajuste no arrojan resultados. Muchos de sus colegas piden ya a Rajoy gestos que suavicen el rechazo de los ciudadanos y permitan al partido recuperar sus apoyos perdidos, pero el presidente sigue terco con su canción favorita, confiando en que la recuperación de la economía llegará a tiempo para que las urnas les vuelvan a otorgar la victoria en las próximas elecciones.
El horizonte que amenaza al PP es aterrador: escraches crecientes, pérdida constante de votos, críticas cada día mas certeras y dañinas en las redes sociales y medios de comunicación, subidas de impuestos y recortes en derechos y ventajas que restarán todavía mas apoyos, aislamiento con respecto a los demás partidos y la amenaza inquietante de los tribunales, que juzgan cada día con mas libertad y convicción a los corruptos, y del ex tesorero Bárcenas, cuyos conocimientos y documentos sobre sobresueldos y financiaciones irregulares podrían poner al partido de rodillas, si llegaran a desvelarse ante la opinión pública.
La única opción que le queda al PP para salvarse y recuperar el apoyo de los ciudadanos es dar un giro a su política de 180 grados y apostar de lleno por la regeneración de la vida política española, lo que significaría reencontrarse con la ciudadanía, pero ese camino es impracticable para un partido que no es menos corrupto y clientelar que el PSOE y que es adicto a los privilegios, a financiarse con fondos públicos, a disfrutar de impunidad práctica y a practicar el corporativismo cómplice con los corruptos, incluyendo a los miles que se han enriquecido ilícitamente, a los que han estafado a los ciudadanos con las participaciones preferentes y a los que han saqueado las cajas de ahorro, que ni siquiera son perseguidos ni se les obliga a devolver lo que han robado.
Muchos pensamos que la reconciliación del PP con el pueblo español y con la democracia es sencillamente imposible porque esa política repugna a su ADN. El PP, como el PSOE, es un partido que ha atravesado demasiadas veces las dos líneas rojas mas dramáticas de la política: convivir con la corrupción, protegiendo, incluso, a los corruptos y saqueadores de las arcas públicas, y anteponer una y otra vez sus propios intereses al bien común, lo que lo convierte en algo parecido a una banda de malhechores irrecuperable para la sociedad y la democracia.
Esos vicios hacen del PP (al igual que del PSOE, IU y los grandes partidos nacionalistas) un partido irrecuperable para la verdadera democracia y un auténtico adversario de los ciudadanos, al que ningún demócrata ni persona decente debería votar.