Lo más novedoso, sorprendente y grave de la actual revuelta de los jóvenes en las ciudades francesas es que, por primera vez en la historia de Occidente, el desprestigio del Estado ha sido igualado o tal vez hasta superado por el de los medios de comunicación, a cuyos representantes, los periodistas, los rebeldes identifican con el poder y consideran tan enemigos como las fuerzas policiales que les reprimen.
Muchos de los periodistas que han cubierto la violencia nocturna en Francia han resaltado su sorpresa ante el hecho de que la ira de los rebeldes se dirigía, con especial énfasis, hacia los medios de comunicación, con resultados tan claros como unidades móviles quemadas, material informativo destruido y periodistas obligados a abandonar por la fuerza los territorios urbanos controlados por los rebeldes.
Algunos portavoces de la revuelta han justificado su rechazo a los medios porque, según ellos, están aliados con el poder y porque su misión no es informar sino manipular.
Esa actitud refleja un punto álgido en la creciente corriente de rechazo ciudadano a los medios de comunicación, a los que ya no se considera independientes, ni aliados con la verdad y la ciudadanía, sino cómplices de los grandes poderes, que se manifiesta de manera creciente en Estados Unidos y en otras sociedades democráticas y avanzadas, de manera simultánea a la pérdida de credibilidad en los medios, la caída del índice de lectura de la prensa tradicional y la pérdida de prestigio e imagen del periodista, al que se acusa de haberse vendido al poder y de ser ya una pieza clave del sistema para manipular y narcotizar la conciencia ciudadana.
FR
Muchos de los periodistas que han cubierto la violencia nocturna en Francia han resaltado su sorpresa ante el hecho de que la ira de los rebeldes se dirigía, con especial énfasis, hacia los medios de comunicación, con resultados tan claros como unidades móviles quemadas, material informativo destruido y periodistas obligados a abandonar por la fuerza los territorios urbanos controlados por los rebeldes.
Algunos portavoces de la revuelta han justificado su rechazo a los medios porque, según ellos, están aliados con el poder y porque su misión no es informar sino manipular.
Esa actitud refleja un punto álgido en la creciente corriente de rechazo ciudadano a los medios de comunicación, a los que ya no se considera independientes, ni aliados con la verdad y la ciudadanía, sino cómplices de los grandes poderes, que se manifiesta de manera creciente en Estados Unidos y en otras sociedades democráticas y avanzadas, de manera simultánea a la pérdida de credibilidad en los medios, la caída del índice de lectura de la prensa tradicional y la pérdida de prestigio e imagen del periodista, al que se acusa de haberse vendido al poder y de ser ya una pieza clave del sistema para manipular y narcotizar la conciencia ciudadana.
FR