Los filósofos cuestionan abiertamente el valor de la "Tolerancia", a la que consideran pasiva y casi cobarde, y proponen sustituirla por el "Respeto", un valor más generoso y activo, que exige no sólo que "nos entendamos", sino que va más lejos y exige "conversar y relacionarnos unos con otros".
La tolerancia es un valor contradictorio que incluye ciertos matices elitistas y poco edificantes, como por ejemplo la idea de soportar al otro como es o aceptar al otro con sus defectos. Es, además, un valor pasivo, propio de ambientes urbanos solitarios y hasta egoístas.
El respeto es más rico y parece más adaptado a los tiempos actuales, donde el 82 por ciento de los adultos están alfabetizados, frente al 52% en 1970, donde, por vez primera en la historia, hay más gente viviendo en las ciudadades que en el campo, cuando la gente necesita relacionarse más, aunque sea por Internet. El respeto al otro implica aceptar sus ideas, relacionarse y conversar con esas ideas como denominador común.
A la sombra de la tolerancia han surgido, sin obstáculo alguno, el radicalismo, el nacionalismo extremo, la violencia, el enfrentamiento entre culturas y el egoismo más intenso. La tolerancia no ha servido para contener la crisis de valores, ni ha ayudado a reforzar la democracia, que cada día es más partitocracia y que gana desprestigio.
Los filósofos tienen más esperanzas en el respeto y creen que es un valor activo, propio de sociedades que quieren crecer y avanzar en libertades, derechos y valores. Pero, sobre todo, el respeto es mas grande que la tolerancia y más ambicioso porque implica relación y conversación, los dos grandes déficits de la sociedad actual. Respetarse es conversar sobre las diferencias, desde las diferencias y, sobre todo, a pesar de las diferencias, todo un programa para revitalizar la democracia y la vida diaria, en la que estamos condenados no a entendernos, sino a relacionarnos, que es distinto y mejor.
La tolerancia es un valor contradictorio que incluye ciertos matices elitistas y poco edificantes, como por ejemplo la idea de soportar al otro como es o aceptar al otro con sus defectos. Es, además, un valor pasivo, propio de ambientes urbanos solitarios y hasta egoístas.
El respeto es más rico y parece más adaptado a los tiempos actuales, donde el 82 por ciento de los adultos están alfabetizados, frente al 52% en 1970, donde, por vez primera en la historia, hay más gente viviendo en las ciudadades que en el campo, cuando la gente necesita relacionarse más, aunque sea por Internet. El respeto al otro implica aceptar sus ideas, relacionarse y conversar con esas ideas como denominador común.
A la sombra de la tolerancia han surgido, sin obstáculo alguno, el radicalismo, el nacionalismo extremo, la violencia, el enfrentamiento entre culturas y el egoismo más intenso. La tolerancia no ha servido para contener la crisis de valores, ni ha ayudado a reforzar la democracia, que cada día es más partitocracia y que gana desprestigio.
Los filósofos tienen más esperanzas en el respeto y creen que es un valor activo, propio de sociedades que quieren crecer y avanzar en libertades, derechos y valores. Pero, sobre todo, el respeto es mas grande que la tolerancia y más ambicioso porque implica relación y conversación, los dos grandes déficits de la sociedad actual. Respetarse es conversar sobre las diferencias, desde las diferencias y, sobre todo, a pesar de las diferencias, todo un programa para revitalizar la democracia y la vida diaria, en la que estamos condenados no a entendernos, sino a relacionarnos, que es distinto y mejor.