El "escrache" es lo menos malo que podía ocurrirle a los políticos españoles, culpables de que el país se haya arruinado y de que millones de ciudadanos se hayan convertido en parias tristes, desempleados y desesperados. Reprimirlo es cerrar una válvula de escape que liberaba la frustración ciudadana y la necesidad de protestar ante las injusticias y abusos de poder protagonizados por el torpe y estúpido poder político español. La represión torpe y desproporcionada siempre convierte en odio y desesperación lo que en un principio era simple cabreo indignado.
Si la tesis imbécil del PP de reprimir el "escrache", por ahora pacífico y hasta civilizado, que no causa mas daño que el del ruido y la algarabía callejera, se impone, el siguiente paso de la escalada de protesta será mas duro y quizás violento.
La represión del "escrache" se agrega así a la inmensa lista de torpezas y errores acumuladas por los dos grandes partidos políticos españoles en las últimas décadas, cuyos efectos han sido letales sobre los sentimientos ciudadanos con respecto a la clase política, a la que desprecia abiertamente, y la democracia, de la que se separan porque han dejado de creer en el sistema adulterado instaurado con engaño en España.
Los ciudadanos están frustrados y cabreados porque la clase política ha conducido el país hacia el fracaso, la pobreza, la corrupción y la injusticia. Los signos visibles de los estragos causados por la clase política son terribles: desempleo, pobreza, tristeza, emigración de toda una generación de jóvenes desempleados, desahucios amparados por leyes injustas, saqueo del sistema financiero, robo a los ahorradores con la estafa de las participaciones preferentes, perpetrado por el sistema financiero con la bendición de Zapatero y, posteriormente, de Rajoy, y mil desmanes y abusos m´´as, una cosecha mas que suficiente para generar indignación, desprecio y hasta odio en la ciudadanía.
Los españoles son gente pacífica que prefiere arrojarse del balcón solo antes que hacerlo abrazado al director de una sucursal bancaria o un político. También ha optado, cuando está desesperado y extremadamente angustiado, por quemarse en soledad, en las puertas de una institución bancaria, antes de quemar edificios públicos o sucursales bancarias.
Las únicas protestas que asume, las manifestaciones y los ruidosos escraches ante los domicilios de políticos, son pacíficas e inofensivas, pero el partido en el poder, rebosante de arrogancia y creyendo que haber sido elegidos en las urnas les habilita para ser dictadores, lanzan a la policía para que apalee a los manifestantes y ha ordenado a los antidisturbios que identifiquen, repriman y multen a los practicantes del "escrache".
Alguien debería advertir a Rajoy que la represión, cuando el pueblo esta cargado de razón y de sufrimiento, es peligrosa y eleva hasta niveles de espanto la presión de las calderas de la indignación ciudadana y el odio cívico. La Historia enseña que grandes estallidos de violencia fueron precedidos de innecesarias exhibiciones de represión por parte de poderes dominados por la arrogancia y la estupidez. Las revoluciones de Francia y Rusia son dos ejemplos, al igual que la independencia de Estados Unidos y otros muchos estallidos trágicos.
Si la tesis imbécil del PP de reprimir el "escrache", por ahora pacífico y hasta civilizado, que no causa mas daño que el del ruido y la algarabía callejera, se impone, el siguiente paso de la escalada de protesta será mas duro y quizás violento.
La represión del "escrache" se agrega así a la inmensa lista de torpezas y errores acumuladas por los dos grandes partidos políticos españoles en las últimas décadas, cuyos efectos han sido letales sobre los sentimientos ciudadanos con respecto a la clase política, a la que desprecia abiertamente, y la democracia, de la que se separan porque han dejado de creer en el sistema adulterado instaurado con engaño en España.
Los ciudadanos están frustrados y cabreados porque la clase política ha conducido el país hacia el fracaso, la pobreza, la corrupción y la injusticia. Los signos visibles de los estragos causados por la clase política son terribles: desempleo, pobreza, tristeza, emigración de toda una generación de jóvenes desempleados, desahucios amparados por leyes injustas, saqueo del sistema financiero, robo a los ahorradores con la estafa de las participaciones preferentes, perpetrado por el sistema financiero con la bendición de Zapatero y, posteriormente, de Rajoy, y mil desmanes y abusos m´´as, una cosecha mas que suficiente para generar indignación, desprecio y hasta odio en la ciudadanía.
Los españoles son gente pacífica que prefiere arrojarse del balcón solo antes que hacerlo abrazado al director de una sucursal bancaria o un político. También ha optado, cuando está desesperado y extremadamente angustiado, por quemarse en soledad, en las puertas de una institución bancaria, antes de quemar edificios públicos o sucursales bancarias.
Las únicas protestas que asume, las manifestaciones y los ruidosos escraches ante los domicilios de políticos, son pacíficas e inofensivas, pero el partido en el poder, rebosante de arrogancia y creyendo que haber sido elegidos en las urnas les habilita para ser dictadores, lanzan a la policía para que apalee a los manifestantes y ha ordenado a los antidisturbios que identifiquen, repriman y multen a los practicantes del "escrache".
Alguien debería advertir a Rajoy que la represión, cuando el pueblo esta cargado de razón y de sufrimiento, es peligrosa y eleva hasta niveles de espanto la presión de las calderas de la indignación ciudadana y el odio cívico. La Historia enseña que grandes estallidos de violencia fueron precedidos de innecesarias exhibiciones de represión por parte de poderes dominados por la arrogancia y la estupidez. Las revoluciones de Francia y Rusia son dos ejemplos, al igual que la independencia de Estados Unidos y otros muchos estallidos trágicos.