Vázquez de Mella indica el camino de la fortaleza de España
Juan Vázquez de Mella y Fanjul (Cangas de Onís, 8 de junio de 1861-Madrid, 26 de febrero de 1928) fue un político tradicionalista, escritor y filósofo español que dedicó su esfuerzo a trazar la ruta que España debe seguir para recuperar su poder y volver a ser una nación respetable y respetada. Hablaba de los 3 dogmas nacionales y lo hizo hace más de 100 años: una alianza peninsular con Portugal, la recuperación de Gibraltar y construir una federación con las naciones Hispanoamericanas, cuyo objetivo es conformar un bloque hispano que sea capaz de hacer frente a los intereses yankees y británicos, que siempre han buscado nuestra ruina a lo largo de la Historia.
La tesis de Vázquez de Mella parte de la concepción clásica de que "un Estado cuya soberanía en todo o en parte esté sometida a otro Estado, un Estado cuyo territorio esté sojuzgado por otro Estado, no es en todo o en parte, según sea la sumisión, Estado soberano, sino organismo mediatizado y feudatario". Y España tiene parte de su territorio sojuzgado por Inglaterra.
La arrogancia y la hostilidad antiespañola de los piratas ingleses que nos arrebataron Gibraltar ha sido y sigue siendo, aunque compartamos hoy alianzas, casi infinita y merma notablemente la dignidad y la fuerza de España. En el pasado hasta llegó a destruir las fortificaciones próximas a Gibraltar y a prohibir a España que fortificara sus costas en el sur para impedirnos de ese modo que ejerciéramos algún tipo de dominio sobre el Estrecho. Pero ese gesto bélico es apenas la punto del iceberg porque Inglaterra, desde el siglo XVI, ha convertido la destrucción de España en uno de los objetivos prioritarios de su política exterior.
Tener todo esto presente debe servir a España para trazar su política interna y externa, cuyo objetivo principal no puede ser otro que recuperar fuerza, poder y prestigio en el mundo, una meta demasiado ambiciosa para la clase política que gobierna España desde 1975, que parece empeñada en unirse a los británicos en la tarea de destruir España.
Ya está bien de fomentar el miedo, la envidia y la división, ya basta de soportar a enemigos internos que hacen lo posible por debilitarnos y frustrarnos, ya no deberíamos soportar en el poder a torpes y corruptos, un binomio de mequetrefes que cuando llegan al poder nos conducen siempre al matadero.
Necesitamos líderes que nos vuelvan a convocar a la gran tarea del resurgir, de devolver a España la fuerza que tuvo y que puede tener, a anteponer la ambición y lo positivo a la miseria negativa y las luchas intestinas. El renacimiento de España debe convertirse en el faro de nuestra política, siguiendo siempre la estela sabia y lúcida de Vázquez de Mella: alianza prioritaria con Portugal, recuperación de Gibraltar y configuración de una comunidad de amigos y aliados que cooperan con los países de América Latina, nuestros hermanos y descendientes que hablan también nuestro idioma.
Hay una máxima en guerra y en política que describe la ambición y que dice que "hay que tirar por elevación", lo que quiere decir que los objetivos deben ser ambiciosos para alcanzar otros menos ambiciosos, pero importantes. Tiremos por elevación y hablemos de cosas grandes, de metas grandes, de ambiciones ilusionantes.
España lleva casi medio siglo sin que la clase política haya sabido convocarnos para alcanzar una meta ilusionante. Un país que carece de objetivos comunes e ilusiones termina por desintegrarse y cae en la decadencia.
Francisco Rubiales
La tesis de Vázquez de Mella parte de la concepción clásica de que "un Estado cuya soberanía en todo o en parte esté sometida a otro Estado, un Estado cuyo territorio esté sojuzgado por otro Estado, no es en todo o en parte, según sea la sumisión, Estado soberano, sino organismo mediatizado y feudatario". Y España tiene parte de su territorio sojuzgado por Inglaterra.
La arrogancia y la hostilidad antiespañola de los piratas ingleses que nos arrebataron Gibraltar ha sido y sigue siendo, aunque compartamos hoy alianzas, casi infinita y merma notablemente la dignidad y la fuerza de España. En el pasado hasta llegó a destruir las fortificaciones próximas a Gibraltar y a prohibir a España que fortificara sus costas en el sur para impedirnos de ese modo que ejerciéramos algún tipo de dominio sobre el Estrecho. Pero ese gesto bélico es apenas la punto del iceberg porque Inglaterra, desde el siglo XVI, ha convertido la destrucción de España en uno de los objetivos prioritarios de su política exterior.
Tener todo esto presente debe servir a España para trazar su política interna y externa, cuyo objetivo principal no puede ser otro que recuperar fuerza, poder y prestigio en el mundo, una meta demasiado ambiciosa para la clase política que gobierna España desde 1975, que parece empeñada en unirse a los británicos en la tarea de destruir España.
Ya está bien de fomentar el miedo, la envidia y la división, ya basta de soportar a enemigos internos que hacen lo posible por debilitarnos y frustrarnos, ya no deberíamos soportar en el poder a torpes y corruptos, un binomio de mequetrefes que cuando llegan al poder nos conducen siempre al matadero.
Necesitamos líderes que nos vuelvan a convocar a la gran tarea del resurgir, de devolver a España la fuerza que tuvo y que puede tener, a anteponer la ambición y lo positivo a la miseria negativa y las luchas intestinas. El renacimiento de España debe convertirse en el faro de nuestra política, siguiendo siempre la estela sabia y lúcida de Vázquez de Mella: alianza prioritaria con Portugal, recuperación de Gibraltar y configuración de una comunidad de amigos y aliados que cooperan con los países de América Latina, nuestros hermanos y descendientes que hablan también nuestro idioma.
Hay una máxima en guerra y en política que describe la ambición y que dice que "hay que tirar por elevación", lo que quiere decir que los objetivos deben ser ambiciosos para alcanzar otros menos ambiciosos, pero importantes. Tiremos por elevación y hablemos de cosas grandes, de metas grandes, de ambiciones ilusionantes.
España lleva casi medio siglo sin que la clase política haya sabido convocarnos para alcanzar una meta ilusionante. Un país que carece de objetivos comunes e ilusiones termina por desintegrarse y cae en la decadencia.
Francisco Rubiales