Mariano Rajoy está a punto de causar mas daño a España que todos los dirigentes cretinos y torpes de nuestra Historia moderna, incluyendo a Fernando VII y a José Luis Rodríguez Zapatero. Está en vísperas de conseguir nada menos que la secesión de Cataluña, una pérdida crucial para España, que ha sido impulsada también por sus predecesores en la presidencia del gobierno de España, desde Felipe González, pero cuya responsabilidad mayor tendrá que asumirla él porque su carácter, pusilánime y falso, está dándole el empujón definitivo al desastre.
Rajoy ha basado su estrategia en la defensa de la ley, pero no ha tenido en cuenta una norma democrática superior: que las leyes solo son democráticas cuando son asumidas por los ciudadanos. En España, como la democracia esta degenerada, los legisladores, al servicio de sus respectivos partidos y no de la ciudadanía, redactan y aprueban leyes al margen de los ciudadanos, sin que las opiniones del pueblo sean tenidas en cuenta.
Rajoy ignora principios como que la ley está al servicio de los pueblos y no los pueblos al servicio de la ley. De cualquier manera, es muy difícil impedir a un pueblo que exprese su opinión si desea hacerlo, sobre todo si la consulta que se plantea no es vinculante, como ocurre con la consulta catalana. Rajoy, en la batalla de Cataluña, representa el miedo y está a la defensiva, tras haber sido tan inepto como para dejar toda la ofensiva y la iniciativa a un nacionalismo catalán al que los gobernantes españoles del PP y del PSOE han permitido, cobardemente y durante décadas, mentir a su pueblo, adoctrinarlo y enseñarles a odiar a España, suciedades por las que podían haber sido destituidos y castigados por traición.
Rajoy no es mas que el último mal gobernante de España y al que le va a tocar lidiar con una secesión catalana que han alimentado de manera irresponsable y delictiva sus predecesores, desde Felipe González, los cuales, cada vez que pactaron con los catalanes porque necesitaban sus votos para mantenerse en el poder, pagaron la factura con dinero público y con una permisividad asquerosa que permitía a determinados políticos catalanes expoliar, saquear, envenenar a los ciudadanos, cobrar comisiones y ejercer chantaje.
La inexistencia de una democracia auténtica y la baja calidad ética de los políticos españoles han permitido el desastre. La verdadera democracia tiene múltiples defensas y controles para evitar el abuso de poder y el triunfo de las dictaduras camufladas, pero en España no han funcionado por dos razones, porque los políticos nunca fueron demócratas y porque esos falsos demócratas desmontaron todos los controles y frenos que les impedían gobernar sin límites, como auténticos déspotas.
En las democracias, los poderes básicos del Estado se vigilan y controlan unos a otros, desde la independencia y la responsabilidad, pero en España el Ejecutivo controla a los legisladores y a los jueces, lo que impide que las leyes sean las que el pueble necesita y que los delincuentes sean castigados. En la práctica, un sistema como el español permite todo tipo de aberraciones, como lo demuestra la realidad de un país en el que existen miles de políticos ilícitamente enriquecidos, saqueadores impunes y nacionalistas que han sembrado el odio a España y la deslealtad sin que nadie les llamara la atención, una dejación que va mas allá de la prevaricación y se adentra en los ámbitos de la traición.
El ejemplo más vergonzoso se observa en la sentencia del Tribunal Supremo sobre el grave incumplimiento de la ley educativa sobre la enseñanza en español en Cataluña. El Gobierno de la Generalitat, encabezado por Artur Mas, se negó a cumplir esta sentencia. Desde ese momento, el Estado debió haber actuado y haber hecho que se ejecutara la mencionada sentencia. El reiterado incumplimiento de la misma, igualmente, hubiera exigido la inhabilitación de Artur Mas, pero el cobarde y sucio gobierno prefirió que la ley quedara burlada, lo que dio alas a los enemigos de España y amigos del odio y la secesión.
La imagen de un Rajoy acobardado, que quiere vender su comportamiento pusilánime como patriotismo y amor a la ley, es lamentable y patético. El, junto con el pobre Zapatero, un tipo que ni siquiera tenia formación y arrestos para ser tendero, son los grandes culpables de la secesión catalana, junto con Pujol y su corte de gente que ha medrado propagando la división y el odio.
El caso de la Cataluña secesionista demuestra, una vez mas, que el mayor enemigo de España es la clase política y que prácticamente todos los males del país se deben a la mala gestión, al egoísmo, a la impericia y a la falta de ética y democracia de una casta política que merece el oprobio y el mas duro rechazo por parte de la comunidad internacional y de los ciudadanos decentes y demócratas de España.
Rajoy ha basado su estrategia en la defensa de la ley, pero no ha tenido en cuenta una norma democrática superior: que las leyes solo son democráticas cuando son asumidas por los ciudadanos. En España, como la democracia esta degenerada, los legisladores, al servicio de sus respectivos partidos y no de la ciudadanía, redactan y aprueban leyes al margen de los ciudadanos, sin que las opiniones del pueblo sean tenidas en cuenta.
Rajoy ignora principios como que la ley está al servicio de los pueblos y no los pueblos al servicio de la ley. De cualquier manera, es muy difícil impedir a un pueblo que exprese su opinión si desea hacerlo, sobre todo si la consulta que se plantea no es vinculante, como ocurre con la consulta catalana. Rajoy, en la batalla de Cataluña, representa el miedo y está a la defensiva, tras haber sido tan inepto como para dejar toda la ofensiva y la iniciativa a un nacionalismo catalán al que los gobernantes españoles del PP y del PSOE han permitido, cobardemente y durante décadas, mentir a su pueblo, adoctrinarlo y enseñarles a odiar a España, suciedades por las que podían haber sido destituidos y castigados por traición.
Rajoy no es mas que el último mal gobernante de España y al que le va a tocar lidiar con una secesión catalana que han alimentado de manera irresponsable y delictiva sus predecesores, desde Felipe González, los cuales, cada vez que pactaron con los catalanes porque necesitaban sus votos para mantenerse en el poder, pagaron la factura con dinero público y con una permisividad asquerosa que permitía a determinados políticos catalanes expoliar, saquear, envenenar a los ciudadanos, cobrar comisiones y ejercer chantaje.
La inexistencia de una democracia auténtica y la baja calidad ética de los políticos españoles han permitido el desastre. La verdadera democracia tiene múltiples defensas y controles para evitar el abuso de poder y el triunfo de las dictaduras camufladas, pero en España no han funcionado por dos razones, porque los políticos nunca fueron demócratas y porque esos falsos demócratas desmontaron todos los controles y frenos que les impedían gobernar sin límites, como auténticos déspotas.
En las democracias, los poderes básicos del Estado se vigilan y controlan unos a otros, desde la independencia y la responsabilidad, pero en España el Ejecutivo controla a los legisladores y a los jueces, lo que impide que las leyes sean las que el pueble necesita y que los delincuentes sean castigados. En la práctica, un sistema como el español permite todo tipo de aberraciones, como lo demuestra la realidad de un país en el que existen miles de políticos ilícitamente enriquecidos, saqueadores impunes y nacionalistas que han sembrado el odio a España y la deslealtad sin que nadie les llamara la atención, una dejación que va mas allá de la prevaricación y se adentra en los ámbitos de la traición.
El ejemplo más vergonzoso se observa en la sentencia del Tribunal Supremo sobre el grave incumplimiento de la ley educativa sobre la enseñanza en español en Cataluña. El Gobierno de la Generalitat, encabezado por Artur Mas, se negó a cumplir esta sentencia. Desde ese momento, el Estado debió haber actuado y haber hecho que se ejecutara la mencionada sentencia. El reiterado incumplimiento de la misma, igualmente, hubiera exigido la inhabilitación de Artur Mas, pero el cobarde y sucio gobierno prefirió que la ley quedara burlada, lo que dio alas a los enemigos de España y amigos del odio y la secesión.
La imagen de un Rajoy acobardado, que quiere vender su comportamiento pusilánime como patriotismo y amor a la ley, es lamentable y patético. El, junto con el pobre Zapatero, un tipo que ni siquiera tenia formación y arrestos para ser tendero, son los grandes culpables de la secesión catalana, junto con Pujol y su corte de gente que ha medrado propagando la división y el odio.
El caso de la Cataluña secesionista demuestra, una vez mas, que el mayor enemigo de España es la clase política y que prácticamente todos los males del país se deben a la mala gestión, al egoísmo, a la impericia y a la falta de ética y democracia de una casta política que merece el oprobio y el mas duro rechazo por parte de la comunidad internacional y de los ciudadanos decentes y demócratas de España.