Muchos ciudadanos, pensadores y analistas observan perplejos cómo Mariano Rajoy no consigue avanzar y colocarse por delante de Zapatero en las encuestas de intención de voto, a pesar del terrible desgaste que está sufriendo el gobierno español por causa de la crisis, del hundimiento de la economía real, de los más de 6.000 parados que "fabrica" cada día y por el empobrecimiento veloz de una sociedad española que hasta hace un par de años era de las más prósperas y pujantes del mundo.
El último sondeo del CIS revela que PP y PSOE están empatados en intención de voto, pero Zapatero mantiene una mejor valoración que Rajoy, a pesar de que el 83% de los españoles culpan al líder socialista de la crisis económica. Más claro imposibles: la encuesta revela con claridad meridiana que Zapatero no se desgasta porque Rajoy es un lider rechazado.
El reciente vencedor Barak Obama sí ha sabido aprovechar la crisis económica que azota a Estados Unidos para conectar con el electorado, despertar la esperanza y derrotar al partido gobernante. La crisis es un fenómeno tan poderoso y desquiciante que ha sido la condición imprescindible para el triunfo de Obama en Estados Unidos, pero, al parecer, no tiene fuerza suficiente para elevar al triste Rajoy. En términos de marketing político, Rajoy, comparado con Obama, parece un becario deprimido.
De nanera sorprendente e incomprensible, Zapatero, que, en buena lógica y ante el drama de España, debería estar hundido en las encuestas, se está librando de pagar la factura de su torpeza e incapacidad como gobernante.
La única explicación razonable y técnica de la sorprendente resistencia del liderazgo de Zapatero es la incapacidad de Rajoy como líder y la constatación de que no reune las condiciones mínimas para derrotar a Zapatero, ni siquiera con la ayuda de la feroz crisis económica que está colocando de rodillas a la sociedad española.
La clave de la actual devaluación del PP quizás esté en el reciente Congreso de Valencia, en el que no supo purificarse con una votación entre distintos aspirantes a dirigir el partido y en el que ganaron los perdodores, con Rajoy y Arenas a la cabeza, autores de una estrategia para conquistar el poder basada en un partido light, polivalente y atrapavotos, sin demasiados principios ni valores estables, que está resultando ser un churro.
He escuchado a algunos dirigentes del PP calificar en privado a Rajoy como un "perdedor pertinaz" y escandalizarse de que el gran derrotado en las últimas elecciones generales de 2008 siga siendo hoy el líder del principal partido de la oposición. Pero los muy cobardes no se atreven a denunciar esa situación en público porque prefieren la ignominia del silencio cómplice antes que perder el dinero y los privilegios que les otorga su partido.
Si es cierto que la gente vota al que mejor le engaña, entonces seguirá votando a Zapatero siempre que la otra opción sea Rajoy.
Parece increible que los dirigentes y militantes del PP no se den cuenta de una realidad que ya empieza a tener, incluso, soportes casi científicos: que Rajoy no es un lider aceptado por los españoles y que, mientras él sea el cartel del PP, ese partido nunca podrá ganar unas elecciones.
La magnitud de la derrota de Rajoy en las últimas elecciones fue casi insuperable y merece ser estudiada en las escuelas políticas de todo el mundo como ejemplo paradigmático de incapacidad de liderazgo y de fracaso político. Perdió cuando tenía todo a favor para ganar, enfrentándose a un Zapatero derrotado en su negociación con ETA, desprestigiado en el plano internacional, donde España pierde peso constantemente; responsable del Estatuto de Cataluña, inconstitucional y destructor de la igualdad y la solidaridad en el Estado español; impulsor de alianzas y contubernios con el nacionalismo más radical y despreciable, responsable de la disgregación y de la ruina de la cohesión de España, con los católicos en contra y odiado por los damnificados de Furum Filatélico, por las víctimas del terrorismo y por otros muchos sectores que juraban vque votarían en su contra para echarlo de la Moncloa.
Y, sin embargo, a pesar de todas esas ventajas, Rajoy, candidato romo, torpón, blandengue, ni siquiera capaz de despertar el entusiasmo en su proio electorado de derechas y capaz de aburrir a las ovejas, resultó derrotado y condenó a España a padecer un cuatrienio más a un Zapatero cuyo mayor mérito es tener enfrente, como oponente, a un iluso "perdedor".
El último sondeo del CIS revela que PP y PSOE están empatados en intención de voto, pero Zapatero mantiene una mejor valoración que Rajoy, a pesar de que el 83% de los españoles culpan al líder socialista de la crisis económica. Más claro imposibles: la encuesta revela con claridad meridiana que Zapatero no se desgasta porque Rajoy es un lider rechazado.
El reciente vencedor Barak Obama sí ha sabido aprovechar la crisis económica que azota a Estados Unidos para conectar con el electorado, despertar la esperanza y derrotar al partido gobernante. La crisis es un fenómeno tan poderoso y desquiciante que ha sido la condición imprescindible para el triunfo de Obama en Estados Unidos, pero, al parecer, no tiene fuerza suficiente para elevar al triste Rajoy. En términos de marketing político, Rajoy, comparado con Obama, parece un becario deprimido.
De nanera sorprendente e incomprensible, Zapatero, que, en buena lógica y ante el drama de España, debería estar hundido en las encuestas, se está librando de pagar la factura de su torpeza e incapacidad como gobernante.
La única explicación razonable y técnica de la sorprendente resistencia del liderazgo de Zapatero es la incapacidad de Rajoy como líder y la constatación de que no reune las condiciones mínimas para derrotar a Zapatero, ni siquiera con la ayuda de la feroz crisis económica que está colocando de rodillas a la sociedad española.
La clave de la actual devaluación del PP quizás esté en el reciente Congreso de Valencia, en el que no supo purificarse con una votación entre distintos aspirantes a dirigir el partido y en el que ganaron los perdodores, con Rajoy y Arenas a la cabeza, autores de una estrategia para conquistar el poder basada en un partido light, polivalente y atrapavotos, sin demasiados principios ni valores estables, que está resultando ser un churro.
He escuchado a algunos dirigentes del PP calificar en privado a Rajoy como un "perdedor pertinaz" y escandalizarse de que el gran derrotado en las últimas elecciones generales de 2008 siga siendo hoy el líder del principal partido de la oposición. Pero los muy cobardes no se atreven a denunciar esa situación en público porque prefieren la ignominia del silencio cómplice antes que perder el dinero y los privilegios que les otorga su partido.
Si es cierto que la gente vota al que mejor le engaña, entonces seguirá votando a Zapatero siempre que la otra opción sea Rajoy.
Parece increible que los dirigentes y militantes del PP no se den cuenta de una realidad que ya empieza a tener, incluso, soportes casi científicos: que Rajoy no es un lider aceptado por los españoles y que, mientras él sea el cartel del PP, ese partido nunca podrá ganar unas elecciones.
La magnitud de la derrota de Rajoy en las últimas elecciones fue casi insuperable y merece ser estudiada en las escuelas políticas de todo el mundo como ejemplo paradigmático de incapacidad de liderazgo y de fracaso político. Perdió cuando tenía todo a favor para ganar, enfrentándose a un Zapatero derrotado en su negociación con ETA, desprestigiado en el plano internacional, donde España pierde peso constantemente; responsable del Estatuto de Cataluña, inconstitucional y destructor de la igualdad y la solidaridad en el Estado español; impulsor de alianzas y contubernios con el nacionalismo más radical y despreciable, responsable de la disgregación y de la ruina de la cohesión de España, con los católicos en contra y odiado por los damnificados de Furum Filatélico, por las víctimas del terrorismo y por otros muchos sectores que juraban vque votarían en su contra para echarlo de la Moncloa.
Y, sin embargo, a pesar de todas esas ventajas, Rajoy, candidato romo, torpón, blandengue, ni siquiera capaz de despertar el entusiasmo en su proio electorado de derechas y capaz de aburrir a las ovejas, resultó derrotado y condenó a España a padecer un cuatrienio más a un Zapatero cuyo mayor mérito es tener enfrente, como oponente, a un iluso "perdedor".
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