Leí hace mucho que el hambre provoca motines y las ideologías revoluciones. Ahora tras muchos años de lecturas, creo que es cierto. Cuando la gente tiene hambre encamina su frustración a los motines, pero por muy grandes que sean, nunca provocan la caída de los que mandan si el proceso no tiene un componente ideológico.
Pero también he comprobado que no basta el componente ideológico, que es imprescindible, hace falta también dinero, mucho dinero. Es el dinero que mueve a las masas. Por supuesto no se puede comprar a una masa, se compra a una pequeña parte que sirve de iniciadora. Son los que provocan la violencia y cuando se genera violencia, con un adecuado soporte ideológico, esta se alimenta sola, como un incendio y acaba devorando lo que haga falta.
En nuestra sociedad occidental no faltan los motivos para la revolución y el principal, son unos gobiernos, salidos presuntamente de la voluntad popular y que no miran por los intereses del pueblo. Y esto es algo que sabe todo el mundo. Los gobiernos ni son del pueblo, ni están formados por el pueblo ni mucho menos trabajan para el pueblo. Pero nadie hace nada por cambiar la situación, ni siquiera es tema de conversación en los bares. Pero incluso ni siquiera se cambia el voto, se sigue votando a los mismos.
Ayer, 14 de agosto, leí un artículo que explica por qué la apatía de la gente. Se titula. Por qué no estalla una revolución y pueden encontrarlo aquí: https://elrobotpescador.com/2017/08/14/por-que-no-estalla-una-revolucion/
La tesis que defiende es que la gente está sobrecargada de información. Antes, cuando las noticias eran pocas y llegaban a los que leían los periódicos, que eran una minoría. Esta minoría analizaba hasta la saciedad cada noticia y a través del boca a boca, estos análisis llegaban a todo el pueblo, que no tenía otros temas de qué hablar. De esta forma, leyendo unos periódicos que además de dar noticias, eran creadores de opinión, la gente se iba impregnando de un fondo ideológico capaz de salir en determinadas circunstancias.
Actualmente, las noticias están al alcance de todos y son muy numerosas, creando una saturación que hace que se olviden al poco tiempo. Este olvido es consecuencia que al poco leemos otra noticia que desplaza a aquella que habíamos considerado como vital. También impide que las noticias se comenten en la extensión en que se hacen cuando son pocas. La razón es que
cada uno considera la más importante distinta a la del otro y así, al no haber unanimidad, a lo más que se llega es a un diálogo de sordos.
Aunque varias personas se pongan de acuerdo en comentar una noticia, como cada uno la ha interpretado de distinta forma que, por supuesto, es la verdadera, no se alcanza ninguna conclusión extrapolable a otras personas, que también conocen la noticia y tienen sus ideas al respecto. No hay más que leer los comentarios al artículo original, cada uno ha entendido una cosa distinta.
Comparemos esta situación con la que se da cuando es una persona la que lee una noticia y la comenta, por mucho que se varíe en el boca a boca, hay un fondo común que puede conseguir un consenso sobre lo que la noticia quiere decir. Por otra parte, el que sabe leer es una autoridad y su opinión cuenta mucho. Ahora todos “sabemos” leer y por tanto, la opinión de cada uno vale igual que la de otro y la mía, por definición, más. Llegamos a la rebelión de las masas, no a la revolución de la sociedad.
Pero esto se puede solucionar con dinero. Lo hemos visto con las revoluciones de colores y con las primaveras árabes. Una cierta inversión de dinero en determinados sectores, especialmente en los medios y unos cuantos tipos apedreando policías y la revolución está servida. Incluso lo vimos el 15M, donde se produjo una revolución parcial o al menos eso nos parece.
De lo que hablamos es del “pueblo” contra el poder, es lo que se ha entendido siempre como revolución. Si miramos, en realidad, la revolución es un cambio de tirano. Ahora la cosa ha cambiado y es el poder el que hace la revolución contra el pueblo. Y ahí lo tenemos, la sociedad que conocimos ha cambiado tanto, que los que tenemos cierta edad nos sentimos como extranjeros.
Vanlop
Pero también he comprobado que no basta el componente ideológico, que es imprescindible, hace falta también dinero, mucho dinero. Es el dinero que mueve a las masas. Por supuesto no se puede comprar a una masa, se compra a una pequeña parte que sirve de iniciadora. Son los que provocan la violencia y cuando se genera violencia, con un adecuado soporte ideológico, esta se alimenta sola, como un incendio y acaba devorando lo que haga falta.
En nuestra sociedad occidental no faltan los motivos para la revolución y el principal, son unos gobiernos, salidos presuntamente de la voluntad popular y que no miran por los intereses del pueblo. Y esto es algo que sabe todo el mundo. Los gobiernos ni son del pueblo, ni están formados por el pueblo ni mucho menos trabajan para el pueblo. Pero nadie hace nada por cambiar la situación, ni siquiera es tema de conversación en los bares. Pero incluso ni siquiera se cambia el voto, se sigue votando a los mismos.
Ayer, 14 de agosto, leí un artículo que explica por qué la apatía de la gente. Se titula. Por qué no estalla una revolución y pueden encontrarlo aquí: https://elrobotpescador.com/2017/08/14/por-que-no-estalla-una-revolucion/
La tesis que defiende es que la gente está sobrecargada de información. Antes, cuando las noticias eran pocas y llegaban a los que leían los periódicos, que eran una minoría. Esta minoría analizaba hasta la saciedad cada noticia y a través del boca a boca, estos análisis llegaban a todo el pueblo, que no tenía otros temas de qué hablar. De esta forma, leyendo unos periódicos que además de dar noticias, eran creadores de opinión, la gente se iba impregnando de un fondo ideológico capaz de salir en determinadas circunstancias.
Actualmente, las noticias están al alcance de todos y son muy numerosas, creando una saturación que hace que se olviden al poco tiempo. Este olvido es consecuencia que al poco leemos otra noticia que desplaza a aquella que habíamos considerado como vital. También impide que las noticias se comenten en la extensión en que se hacen cuando son pocas. La razón es que
cada uno considera la más importante distinta a la del otro y así, al no haber unanimidad, a lo más que se llega es a un diálogo de sordos.
Aunque varias personas se pongan de acuerdo en comentar una noticia, como cada uno la ha interpretado de distinta forma que, por supuesto, es la verdadera, no se alcanza ninguna conclusión extrapolable a otras personas, que también conocen la noticia y tienen sus ideas al respecto. No hay más que leer los comentarios al artículo original, cada uno ha entendido una cosa distinta.
Comparemos esta situación con la que se da cuando es una persona la que lee una noticia y la comenta, por mucho que se varíe en el boca a boca, hay un fondo común que puede conseguir un consenso sobre lo que la noticia quiere decir. Por otra parte, el que sabe leer es una autoridad y su opinión cuenta mucho. Ahora todos “sabemos” leer y por tanto, la opinión de cada uno vale igual que la de otro y la mía, por definición, más. Llegamos a la rebelión de las masas, no a la revolución de la sociedad.
Pero esto se puede solucionar con dinero. Lo hemos visto con las revoluciones de colores y con las primaveras árabes. Una cierta inversión de dinero en determinados sectores, especialmente en los medios y unos cuantos tipos apedreando policías y la revolución está servida. Incluso lo vimos el 15M, donde se produjo una revolución parcial o al menos eso nos parece.
De lo que hablamos es del “pueblo” contra el poder, es lo que se ha entendido siempre como revolución. Si miramos, en realidad, la revolución es un cambio de tirano. Ahora la cosa ha cambiado y es el poder el que hace la revolución contra el pueblo. Y ahí lo tenemos, la sociedad que conocimos ha cambiado tanto, que los que tenemos cierta edad nos sentimos como extranjeros.
Vanlop