La remodelación de Zapatero es decepcionante por la irrelevancia de su perfil político. Ha recurrido a la vieja guardia socialista, al aparato del partido, para hacer una renovación ministerial forzada e improvisada con el núcleo más duro e ideologizado. Es el gobierno del régimen, varones felipistas, secretarios y militantes sin estudios, con manejo electoral, para que le trabajen los votos. No es el cambio de ministros, sino el de ZP lo que se necesita.
ZP, como buen acomplejado, se rodea siempre de la mediocridad; llama a los imberbes e irrelevantes, gente liviana y sin peso ninguno. No convoca nunca a gente valiosa, catedráticos y profesionales formados y con profundos conocimientos, que puedan, con solvencia, sacar a España de la crisis y gestionar con sabiduría el bien común. No apuesta por los mejores, por la capacidad técnica para la gestión, por el buen manejo de los recursos del Estado. No es ese su plan, no tiene más plan que ganar las elecciones, mantenerse en el poder; le importa poco vaciar las arcas del Estado y que su deficiencia haya desinflado el modelo anterior y arrastrado a la desconfianza.
No se entera de la suma gravedad de la situación que padecemos; cree que de esta ruina económica nos sacará el G-20. Está convencido de que todo el problema es exterior. No responde a las necesidades del ciudadano, no toma el camino de la austeridad, en lugar de retraerse, recoger velas y amainar el gasto, expande y crea nuevos vicepresidentes y cargos innecesarios y vacuos que vienen a constatar meramente su fracaso; es lo de la Cooperación Territorial, insulsa, donde no hay nada que coordinar por estar ya casi todo transferido, ni hay, ni existe la solidaridad interregional; tal vez, haya que coordinar el derroche y la gresca territorial. Llevarse a Chaves en medio de la legislatura, significa el poco valor de las autonosuyas, que no son nada más que aparcaderos de políticos sobrantes. ¿Cómo puede dejar de improviso su enorme labor en Sevilla? Será que era perentorio pasar a Madrid el modelo andaluz de clientelismo, de ese régimen cortijal revalidado por veinte años y sumido en un 20% de paro. Y es el otro caso el del ministerio de cultura, que más bien se denomina de la incultura, con el que quiere premiar el repugnante sectarismo de las subvenciones a cargo del bolsillo público que paga manifestaciones artísticas normalmente ofensivas para los principios sacrosantos de la conciencia española.
Con el déficit imparable, el paro en niveles insostenibles y la balanza de pagos por los suelos, no puede seguir obviando el volumen descomunal de la crisis. No es hora ya de encajes vistosos, de sonrisas ni de populismo fácil; hay que poner un muro de contención efectivo y tomar medidas, seguramente algunas dolorosas, pero hay que tomarlas ya y sin dilaciones; se precisa la reestructuración de la economía a fondo, la reorganización y reforma de un marco laboral nuevo y eliminar los defectos estructurales, como el modelo de contratación; tenemos el sistema peor y más viejo del Continente, por ello, lucimos siempre más paro que nadie.
C. Mudarra
ZP, como buen acomplejado, se rodea siempre de la mediocridad; llama a los imberbes e irrelevantes, gente liviana y sin peso ninguno. No convoca nunca a gente valiosa, catedráticos y profesionales formados y con profundos conocimientos, que puedan, con solvencia, sacar a España de la crisis y gestionar con sabiduría el bien común. No apuesta por los mejores, por la capacidad técnica para la gestión, por el buen manejo de los recursos del Estado. No es ese su plan, no tiene más plan que ganar las elecciones, mantenerse en el poder; le importa poco vaciar las arcas del Estado y que su deficiencia haya desinflado el modelo anterior y arrastrado a la desconfianza.
No se entera de la suma gravedad de la situación que padecemos; cree que de esta ruina económica nos sacará el G-20. Está convencido de que todo el problema es exterior. No responde a las necesidades del ciudadano, no toma el camino de la austeridad, en lugar de retraerse, recoger velas y amainar el gasto, expande y crea nuevos vicepresidentes y cargos innecesarios y vacuos que vienen a constatar meramente su fracaso; es lo de la Cooperación Territorial, insulsa, donde no hay nada que coordinar por estar ya casi todo transferido, ni hay, ni existe la solidaridad interregional; tal vez, haya que coordinar el derroche y la gresca territorial. Llevarse a Chaves en medio de la legislatura, significa el poco valor de las autonosuyas, que no son nada más que aparcaderos de políticos sobrantes. ¿Cómo puede dejar de improviso su enorme labor en Sevilla? Será que era perentorio pasar a Madrid el modelo andaluz de clientelismo, de ese régimen cortijal revalidado por veinte años y sumido en un 20% de paro. Y es el otro caso el del ministerio de cultura, que más bien se denomina de la incultura, con el que quiere premiar el repugnante sectarismo de las subvenciones a cargo del bolsillo público que paga manifestaciones artísticas normalmente ofensivas para los principios sacrosantos de la conciencia española.
Con el déficit imparable, el paro en niveles insostenibles y la balanza de pagos por los suelos, no puede seguir obviando el volumen descomunal de la crisis. No es hora ya de encajes vistosos, de sonrisas ni de populismo fácil; hay que poner un muro de contención efectivo y tomar medidas, seguramente algunas dolorosas, pero hay que tomarlas ya y sin dilaciones; se precisa la reestructuración de la economía a fondo, la reorganización y reforma de un marco laboral nuevo y eliminar los defectos estructurales, como el modelo de contratación; tenemos el sistema peor y más viejo del Continente, por ello, lucimos siempre más paro que nadie.
C. Mudarra