ZP visto por la izquierda italiana
Ante la victoria de Sarkozy y la derrota de Ségolène Royal en Francia, muchos intelectuales, apoyados por cierta prensa, piden "refundar" la izquierda, cuando lo que deberían exigir es "democratizar" a una izquierda cuyo mayor problema es que jamás ha creido en la democracia.
La izquierda francesa, que había vaticinado violencia y caos si se producía una victoria de la derecha, eMpezó a hacer realidad su vaticinio en la primera noche postelectoral, con miles de jóvenes protagonizando disturbios en una docena de grandes ciudades, enfrentamientos violentos con la policía y centenares de vehículos quemados. Esos disturbios demuestran que los jóvenes cachorros de la izquierda, más espontáneos y libres que sus mayores, no admiten la derrota y se sienten legitimados a la revolución, que entienden como el derecho a impedir con la violencia cualquier idea, propuesta o programa de la derecha.
La democratización de la izquierda es la mayor urgencia política de Europa, más incluso que la regeneración de la democracia, ya que gran parte de la degeneración del sistema en Europa se debe a la nula fe de la izquierda en el sistema democrático.
Decenas de pensadores políticos y expertos denuncian desde hace años que la izquierda, sobre todo en Europa, no cree en la democracia y que, únicamente, se adapta a ella para conquistar el poder y mandar.
Nos guste o no, la izquierda nunca ha sido demócrata. Sus raices conectan con el marxismo y la revolución, a los que nunca han renunciado, gracias a las cuales se sienten legitimados a imponer su voluntad contra la mayoría.
En la España de Zapatero se pueden descubrir pruebas evidentes de esa "vena" antidemocrática de la izquierda socialista, que se manifiesta en actuaciones y tendencias como el antiamericanismo, la amistad con gorilas totalitarios como Fidel Castro, Hugo Chavez o Evo Morales, el acoso y obsesión por aislar y aniquilar a la oposición de derecha, la oscura y profunda admiración por los revolucionarios etarras y la tendencia imparable a gobernar en contra del criterio de la mayoría de la población, como está ocurriendo con políticas de Zapatero profundamente impopulares como la negociación débil y claudicante con ETA o la aprobación del inconstitucional e insolidario Estatut catalán, entre otras muchas.
La derecha, que también siente profundas tentaciones totalitarias, aunque menos que la izquierda, sí conecta mejor con la democracia gracias a la tradición liberal, que forma parte de su patrimonio cultural.
Rubén
La izquierda francesa, que había vaticinado violencia y caos si se producía una victoria de la derecha, eMpezó a hacer realidad su vaticinio en la primera noche postelectoral, con miles de jóvenes protagonizando disturbios en una docena de grandes ciudades, enfrentamientos violentos con la policía y centenares de vehículos quemados. Esos disturbios demuestran que los jóvenes cachorros de la izquierda, más espontáneos y libres que sus mayores, no admiten la derrota y se sienten legitimados a la revolución, que entienden como el derecho a impedir con la violencia cualquier idea, propuesta o programa de la derecha.
La democratización de la izquierda es la mayor urgencia política de Europa, más incluso que la regeneración de la democracia, ya que gran parte de la degeneración del sistema en Europa se debe a la nula fe de la izquierda en el sistema democrático.
Decenas de pensadores políticos y expertos denuncian desde hace años que la izquierda, sobre todo en Europa, no cree en la democracia y que, únicamente, se adapta a ella para conquistar el poder y mandar.
Nos guste o no, la izquierda nunca ha sido demócrata. Sus raices conectan con el marxismo y la revolución, a los que nunca han renunciado, gracias a las cuales se sienten legitimados a imponer su voluntad contra la mayoría.
En la España de Zapatero se pueden descubrir pruebas evidentes de esa "vena" antidemocrática de la izquierda socialista, que se manifiesta en actuaciones y tendencias como el antiamericanismo, la amistad con gorilas totalitarios como Fidel Castro, Hugo Chavez o Evo Morales, el acoso y obsesión por aislar y aniquilar a la oposición de derecha, la oscura y profunda admiración por los revolucionarios etarras y la tendencia imparable a gobernar en contra del criterio de la mayoría de la población, como está ocurriendo con políticas de Zapatero profundamente impopulares como la negociación débil y claudicante con ETA o la aprobación del inconstitucional e insolidario Estatut catalán, entre otras muchas.
La derecha, que también siente profundas tentaciones totalitarias, aunque menos que la izquierda, sí conecta mejor con la democracia gracias a la tradición liberal, que forma parte de su patrimonio cultural.
Rubén