Estas elecciones regionales del uno de Marzo son los comicios de la recuperación en Galicia y del declive nacionalista en Vasconia. No han supuesto ningún cambio, ni vuelco histórico, como anuncia cierta prensa.
Galicia ha alzado su voz contundente, para asentar sus tradicionales reales, contra las componendas “sui generis”, permitidas por la Ley Electoral, pero que hay que reformar con premura. El PP acosado y acuciado por las artimañas investigativas ha recuperado su Predio; ha vivido su noche de gloria al salir victorioso en una doble cita con las papeletas y romper los arreglos improvisados, que, a pesar de tener su mayoría, le arrebataron la gobernación hace cuatro años. Y Euskadi no cambia de signo, sigue votando mayoritariamente a ese nacionalismo ambiguo del PNV, que es el ganador de las elecciones, pero esta vez con perdida de su hegemonía; el resto del arco electoral se lo reparten los dos grandes partidos nacionales y partidos menores; sólo se aprecian dos notas significativas, que, al pasar el socialismo de 18 escaños a 25, P. López puede ser Lendakari asociado con el PP y UPD y Rosa Díez, que consigue hacerse presente en su tierra, siendo clave en ese posible pacto, que desalojaría al nacionalismo del poder.
Ya se ha dicho antes, el nacionalismo es un virus que constriñe, divide y limita, los gallegos se lo han sacudido y los vascos parece que comienzan a señalarle la puerta de salida. Por ello, P. López se sintió legitimado para anunciar su presentación a la investidura. Esa alianza entre los dos grandes partidos y Rosa, es un hecho deseado y muy bien acogido por gran parte de los españoles; es que además se toma como algo necesario, para poner muchas cosas en su sitio. Se sabe que tal acuerdo es de naturaleza difícil por las diferencias ideológicas, pero, en medio de las tensiones y dudas nacionalistas, es deseable y posible, si con altura de miras democráticas se avengan, cedan y se acomoden a unos puntos que abarcan lo esencial, que es la unidad de España, la defensa prioritaria de la vida, la convivencia pacífica de las dos lenguas sin primacía alguna, como signo extraordinario de nuestro patrimonio cultural, y restablecimiento de las libertades cívicas eliminando coacciones y miedos dictatoriales.
En Vasconia no se han dado unos resultados tan nítidos y claros, como para permitir la asunción de un gobierno holgado; lógicamente el PNV, partido con más número de votos, tendrá que dilucidar entre sus distintas posibilidades la mejor opción a su alcance; tal vez empiece tentando al socialismo, para llegar, luego, a charlar con los populares y encontrar con unos o con otros los puntos de encuentro y coincidencia, siempre pensando el bien de los vascos y de los españoles, tesis que ha de primar por encima de todo otro interés.
Una vez más, las elecciones han puesto de manifiesto que Galicia, desechando aventuras nacionalistas, quiere un gobierno experto y conocido, a la vez que consolida a Rajoy y que Euskadi presenta dividido su ámbito electoral en PNV y Partidos Nacionales.
C. Mudarra
Galicia ha alzado su voz contundente, para asentar sus tradicionales reales, contra las componendas “sui generis”, permitidas por la Ley Electoral, pero que hay que reformar con premura. El PP acosado y acuciado por las artimañas investigativas ha recuperado su Predio; ha vivido su noche de gloria al salir victorioso en una doble cita con las papeletas y romper los arreglos improvisados, que, a pesar de tener su mayoría, le arrebataron la gobernación hace cuatro años. Y Euskadi no cambia de signo, sigue votando mayoritariamente a ese nacionalismo ambiguo del PNV, que es el ganador de las elecciones, pero esta vez con perdida de su hegemonía; el resto del arco electoral se lo reparten los dos grandes partidos nacionales y partidos menores; sólo se aprecian dos notas significativas, que, al pasar el socialismo de 18 escaños a 25, P. López puede ser Lendakari asociado con el PP y UPD y Rosa Díez, que consigue hacerse presente en su tierra, siendo clave en ese posible pacto, que desalojaría al nacionalismo del poder.
Ya se ha dicho antes, el nacionalismo es un virus que constriñe, divide y limita, los gallegos se lo han sacudido y los vascos parece que comienzan a señalarle la puerta de salida. Por ello, P. López se sintió legitimado para anunciar su presentación a la investidura. Esa alianza entre los dos grandes partidos y Rosa, es un hecho deseado y muy bien acogido por gran parte de los españoles; es que además se toma como algo necesario, para poner muchas cosas en su sitio. Se sabe que tal acuerdo es de naturaleza difícil por las diferencias ideológicas, pero, en medio de las tensiones y dudas nacionalistas, es deseable y posible, si con altura de miras democráticas se avengan, cedan y se acomoden a unos puntos que abarcan lo esencial, que es la unidad de España, la defensa prioritaria de la vida, la convivencia pacífica de las dos lenguas sin primacía alguna, como signo extraordinario de nuestro patrimonio cultural, y restablecimiento de las libertades cívicas eliminando coacciones y miedos dictatoriales.
En Vasconia no se han dado unos resultados tan nítidos y claros, como para permitir la asunción de un gobierno holgado; lógicamente el PNV, partido con más número de votos, tendrá que dilucidar entre sus distintas posibilidades la mejor opción a su alcance; tal vez empiece tentando al socialismo, para llegar, luego, a charlar con los populares y encontrar con unos o con otros los puntos de encuentro y coincidencia, siempre pensando el bien de los vascos y de los españoles, tesis que ha de primar por encima de todo otro interés.
Una vez más, las elecciones han puesto de manifiesto que Galicia, desechando aventuras nacionalistas, quiere un gobierno experto y conocido, a la vez que consolida a Rajoy y que Euskadi presenta dividido su ámbito electoral en PNV y Partidos Nacionales.
C. Mudarra