El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero si, además, es político, puede multiplicar su tropiezo indefinidamente. Esto parece que le está ocurriendo a Rajoy, que, trás el fogonazo sufrido por el arrollador triunfo electoral, parece haberse quedado ciego y no querer ver más allá de lo que su cerebro político le dice.
Quizás ese fogonazo deslumbrante le haya impedido ver que los españoles le han votado como mal menor para quitarse de encima a un gobierno manchado y salpicado por la corrupción, degradado moralmente y deteriorado por la ineficacia supína con que ha gobernado y administrado el dinero público.
Ese mismo fogonazo le impide ver que nadie le ha dado un cheque en blanco para que haga con él lo que quiera. El mensaje que le envió la sociedad en las urnas era que estaba cansada de la corrupción y pedia a gritos regeneración democrática, lo cual significa limpieza absoluta y exclusión de la vida política de aquellos que no han sido diligentes en el manejo de los recursos públicos, bien por su torpeza, por su inmoralidad o por su actuación delictiva al frente de sus correspondientes responsabilidades políticas. De su actuación delictiva se espera que la Justicia se encargue de ello.
Investigar y dirimir responsabilidades es algo prioritario para sanear la sucia y desacreditada política española, que ha alcanzado cotas vomitivas con el último gobierno, pero si para ello nos coloca como responsable de la Justicia al mayor despilfarrador del Reino y al único alto cargo del PP que es partidario de pasar pagina en el mayor atentado de la historia de España, el del 11 M, con casi 200 muertos, se desvanecen las esperanzas de los ciudadanos y empezamos a creer que todo seguirá igual.
Un gobierno eminentemente económico pero escasamente político y nulo para la regeneración no es ni más ni menos que una prolongación del bipartidismo plasmado en la oligarquia de partidos que forman PP y PSOE y que tan bien funciona. Un bipartidismo que lleva al engaño a los ciudadanos que, cuando alcanzan su nivel maximo de crispación, creen que la alternancia en el poder por el partido pareja de hecho lo soluciona todo.
Poco o nada hay que darle al nuevo gobierno de margen de confianza, pues negar las responsabilidades contraidas por su socio de fechorias y volver a pasar página con la corrupción es un mal sintoma que esta vez espero que los ciudadanos digamos un no rotundo en las calles. Un no para hacerles ver de una vez que la farsa democrática se ha terminado, que no se pueden pedir sacrificios a la población, victima de sus políticos, sin ellos dar ejemplo antes.
Y si no se piensa dar ejemplo de moralidad, haciendo pagar el daño causado a los responsables, es que ni han entendido a los ciudadanos y, lo que es peor, ni se les tiene en cuenta para nada, excepto para su voto cada cuatro años como buen sistema oligarquico de partidos.
La farsa continúa.
Estigma
Quizás ese fogonazo deslumbrante le haya impedido ver que los españoles le han votado como mal menor para quitarse de encima a un gobierno manchado y salpicado por la corrupción, degradado moralmente y deteriorado por la ineficacia supína con que ha gobernado y administrado el dinero público.
Ese mismo fogonazo le impide ver que nadie le ha dado un cheque en blanco para que haga con él lo que quiera. El mensaje que le envió la sociedad en las urnas era que estaba cansada de la corrupción y pedia a gritos regeneración democrática, lo cual significa limpieza absoluta y exclusión de la vida política de aquellos que no han sido diligentes en el manejo de los recursos públicos, bien por su torpeza, por su inmoralidad o por su actuación delictiva al frente de sus correspondientes responsabilidades políticas. De su actuación delictiva se espera que la Justicia se encargue de ello.
Investigar y dirimir responsabilidades es algo prioritario para sanear la sucia y desacreditada política española, que ha alcanzado cotas vomitivas con el último gobierno, pero si para ello nos coloca como responsable de la Justicia al mayor despilfarrador del Reino y al único alto cargo del PP que es partidario de pasar pagina en el mayor atentado de la historia de España, el del 11 M, con casi 200 muertos, se desvanecen las esperanzas de los ciudadanos y empezamos a creer que todo seguirá igual.
Un gobierno eminentemente económico pero escasamente político y nulo para la regeneración no es ni más ni menos que una prolongación del bipartidismo plasmado en la oligarquia de partidos que forman PP y PSOE y que tan bien funciona. Un bipartidismo que lleva al engaño a los ciudadanos que, cuando alcanzan su nivel maximo de crispación, creen que la alternancia en el poder por el partido pareja de hecho lo soluciona todo.
Poco o nada hay que darle al nuevo gobierno de margen de confianza, pues negar las responsabilidades contraidas por su socio de fechorias y volver a pasar página con la corrupción es un mal sintoma que esta vez espero que los ciudadanos digamos un no rotundo en las calles. Un no para hacerles ver de una vez que la farsa democrática se ha terminado, que no se pueden pedir sacrificios a la población, victima de sus políticos, sin ellos dar ejemplo antes.
Y si no se piensa dar ejemplo de moralidad, haciendo pagar el daño causado a los responsables, es que ni han entendido a los ciudadanos y, lo que es peor, ni se les tiene en cuenta para nada, excepto para su voto cada cuatro años como buen sistema oligarquico de partidos.
La farsa continúa.
Estigma