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¿Quién es más fascista, Trump o la Merkel y sus amigos europeos?



Llaman "fascista" a Donald Trump por haber prohibido temporalmente la inmigración a Estados Unidos procedente de siete países musulmanes productores de terroristas. También lo llaman "fascista" por querer construir un muro de separación con México, pero no dicen que ese muro lo empezó a construir Clinton, hace casi dos décadas. La propaganda "buenista" está trabajando a destajo. Pero, en realidad ¿Quién es más fascista, Trump por haber decretado esa medida de control migratorio o la Merkel por haber permitido que Europa sea invadida, en contra de la voluntad de sus ciudadanos, sin filtros y sin controles, por cientos de miles de refugiados, entre los que la experiencia demuestra que había cientos o quizás miles de terroristas?
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Las izquierdas y esa cultura política buenista y "progre" que ha construído nuestro mundo injusto, hipócrita, desigual y antidemocrático critican la "dureza" de la política de Trump, pero ¿Es más dura la política de Trump que la de Obama, durante cuyo mandato fueron arrasadas Libia y Siria, el terrorismo mundial se disparó, los campos de refugiados se llenaron a tope y Europa fue invadida por oleadas de inmigrantes desesperados?

Ante la llegada de Trump al poder hay que ser prudentes. Ni siquiera le han concedido cien días de aterrizaje para juzgar su presidencia. Condenarlo es fácil porque es nada diplomático, brusco y maleducado, pero lo prudente es esperar y ponderar sus medidas y soluciones. Por lo pronto ha sido el primer dirigente que firma una orden ejecutiva para defender y dar prioridad a los cristianos que están siendo degollados por los radicales islámicos en medio mundo y también el primer presidente de Estados Unidos que ha decidido plantar cara al terrorismo, mientras que sus predecesores son cada día más sospechosos de haber colaborado en la creación y avance del asesino Estado Islámico.

El "América Primero" (America First) de Donald Trump escuece y provoca rechazo en la vieja política, en la socialdemocracia y en los que creen en la globalización y el multiculturalismo, pero era un pensamiento que conectaba con los deseos del pueblo americano, que le catapultó hasta la Casa Blanca. Trump supo ver que millones de norteamericanos se sentían abandonados por el poder político, que siempre prospera, pero sin tener en cuenta los intereses y los deseos del ciudadano.

Los políticos del resto del mundo, preocupados por el creciente rechazo de sus ciudadanos, deberían aprender de la lección gratuita que les ha enviado Trump y, en lugar de criticar el "América Primero", como ha hecho el PSOE en España, que lo ha interpretado como un lamentable ataque al multiculturalismo y la colaboración entre los pueblos, aplicar en sus respectivos países el "España primero" o el "Francia primero", como es su deber, porque, contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, el primer deber de un gobernante democrático no es gobernar como él cree o desea, sino atendiendo en lo posible la voluntad de su pueblo y cumpliendo a rajatabla sus promesas electorales, algo que es lamentable y frecuentemente violado en la Europa de Rajoy, Merkel, Hollande y su corte de demócratas de pacotilla.

Aunque no lo digan nunca, ni se explique en los medios y cadenas sometidos al poder, en sentido riguroso, la victoria de Trump ha representado dos cosas claras: la primera es la derrota de una forma de gobernar, representada por Obama y Hillary Clinton, que consiste en aparentar bondad, progresismo y democracia, mientras en realidad se construye un mundo perverso, plagado de guerras y bombas, contrario a las clases medias y trabajadoras, donde los políticos cobran impuestos abusivos y viven rodeados de privilegios y ventajas, donde los humildes quedan desamparados, injusto, desigual y lleno de paraísos fiscales y privilegios para los que tienen poder y dinero; la segunda es la venganza de los marginados contra esa clase política que gobierna sin tacto, sin valores y que nos está construyendo un mundo repugnante de paraísos fiscales, privilegios para los políticos y los millonarios, injusticias, guerras, corrupción, inseguridad, miedo y desequilibrios hirientes entre ricos y pobres, entre poderosos y humildes, entre políticos y ciudadanos.

Francisco Rubiales


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Lunes, 30 de Enero 2017
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