Las redes sociales están llenas de llamamientos a la desobediencia y la rebeldía contra el mal gobierno en España
Los españoles están tan acostumbrados a ser engañados y estafados por sus políticos que se están volviendo insensibles a la terrible plaga de ser gobernados por mentirosos y estafadores.
El país está atravesado de rumores que nadie confirma ni desmiente: que los políticos roban a manos llenas, que Marruecos sabe secretos inconfesables sobre Sánchez, que convierten al presidente español en un pelele en manos del sultán marroquí, que se prepara un fraude electoral masivo, que los datos económicos son falsos, incluso los que Sánchez envía a Bruselas, que la sequía está siendo provocada para arruinar España, que el verdadero objetivo del sanchismo es crear una España de mendigos dependientes del Estado y un largo etcétera que refleja el estado de inquietud y preocupación de los españoles ante los abusos y suciedades de la política.
El rasgo principal del actual gobierno español es la falsedad y la esencia de su política es la mentira. Con esos vicios, la democracia, que es un sistema basado en la confianza de los administrados en sus administradores, es imposible.
Los españoles, mas que gobernados están siendo estafados: con la información, con el reparto de recursos, con los datos, con los impuestos, con las falsas promesas del poder y hasta con los votos reales que se introducen en las urnas. Por todas partes aparecen dineros escondidos, empleados públicos clandestinos, estafas, engaños y malversaciones ocultadas y un largo etcétera que hace del gobierno un enemigo del pueblo y del sistema una desgracia para la nación.
Lo peor de esta situación no es que las sospechas sean o no ciertas, sino que el pueblo crea que son ciertas. Las sospechas son las que eliminan la confianza en el poder y las que frenan la economía y disparan la inquietud y la justa indignación de los ciudadanos. La sospecha de que estamos gobernados por corruptos, delincuentes y manirrotos sin control y sin intención alguna de rendir cuentas es ya inmensa y abrumadora en una España cuyo avance hacia la ruina política y moral es visible e insostenible.
¿Quién va a creerse que no hay dinero para las pensiones o que hay que practicar recortes en los servicios básicos después de contemplar semejante descontrol, despilfarro y oscuridad?
No hay en España otra medida tan necesaria y urgente como una auditoría al Estado, al central y al autonómico, para aclarar de una vez si las cosas se hacen aceptablemente bien o si el país es una cueva de ladrones.
La ciudadanía ha dejado de ser crédula y sabe ya que si los políticos dejaran de robar, si la hacienda pública persiguiera el fraude con profesionalidad, si el Estado adelgazara lo que debe, prescindiendo de los cientos de miles de parásitos políticos que mantiene y se eliminara la corrupción, habría dinero suficiente para asegurar las pensiones en todo este siglo XXI, además de convertir a España en un uno de los países más prósperos de Europa.
Francisco Rubiales
El país está atravesado de rumores que nadie confirma ni desmiente: que los políticos roban a manos llenas, que Marruecos sabe secretos inconfesables sobre Sánchez, que convierten al presidente español en un pelele en manos del sultán marroquí, que se prepara un fraude electoral masivo, que los datos económicos son falsos, incluso los que Sánchez envía a Bruselas, que la sequía está siendo provocada para arruinar España, que el verdadero objetivo del sanchismo es crear una España de mendigos dependientes del Estado y un largo etcétera que refleja el estado de inquietud y preocupación de los españoles ante los abusos y suciedades de la política.
El rasgo principal del actual gobierno español es la falsedad y la esencia de su política es la mentira. Con esos vicios, la democracia, que es un sistema basado en la confianza de los administrados en sus administradores, es imposible.
Los españoles, mas que gobernados están siendo estafados: con la información, con el reparto de recursos, con los datos, con los impuestos, con las falsas promesas del poder y hasta con los votos reales que se introducen en las urnas. Por todas partes aparecen dineros escondidos, empleados públicos clandestinos, estafas, engaños y malversaciones ocultadas y un largo etcétera que hace del gobierno un enemigo del pueblo y del sistema una desgracia para la nación.
Lo peor de esta situación no es que las sospechas sean o no ciertas, sino que el pueblo crea que son ciertas. Las sospechas son las que eliminan la confianza en el poder y las que frenan la economía y disparan la inquietud y la justa indignación de los ciudadanos. La sospecha de que estamos gobernados por corruptos, delincuentes y manirrotos sin control y sin intención alguna de rendir cuentas es ya inmensa y abrumadora en una España cuyo avance hacia la ruina política y moral es visible e insostenible.
¿Quién va a creerse que no hay dinero para las pensiones o que hay que practicar recortes en los servicios básicos después de contemplar semejante descontrol, despilfarro y oscuridad?
No hay en España otra medida tan necesaria y urgente como una auditoría al Estado, al central y al autonómico, para aclarar de una vez si las cosas se hacen aceptablemente bien o si el país es una cueva de ladrones.
La ciudadanía ha dejado de ser crédula y sabe ya que si los políticos dejaran de robar, si la hacienda pública persiguiera el fraude con profesionalidad, si el Estado adelgazara lo que debe, prescindiendo de los cientos de miles de parásitos políticos que mantiene y se eliminara la corrupción, habría dinero suficiente para asegurar las pensiones en todo este siglo XXI, además de convertir a España en un uno de los países más prósperos de Europa.
Francisco Rubiales