Hace pocos días escuché en Sevilla a un dirigente socialista andaluz pontificar con cierta lucidez acerca de que el mercado y el sistema financiero tendrán que estar bajo control en el futuro. Afirmaba que, cuando superemos esta crisis, no podemos permitir los excesos de un mercado libre y sin control, ni de un sistema financiero que ha ido demasiado lejos vendiendo opciones, opciones de opciones, bonos y basura sin respaldo real alguno. Decia que, en España, por ejemplo, no podemos permitir en adelante que se construyan cada año más del doble de las viviendas que se necesitan, aunque las demande el mercado. "El gobierno tiene que controlar esos abusos", afirmó
Al escuchar quien iba a ser "el controlador" me indigné y le repliqué de inmediato que la crisis actual no es sólo económica sino también política, porque el liderazgo ha fallado en todo el mundo y no ha sabido detener la locura hasta que ha estallado. Y le dije: "si vuestra receta es que sea el gobierno el que controle el mercado, entonces vamos directo hacia el fracaso porque el gobierno sólo cuida su bolsillo, y empuja hacia el totalitarismo, porque siempre ansía más poder".
Empezó a gritar y hasta pronunció la palabra "antisistema", pero todos los presentes en la mesa se pusieron de mi parte, lo que le obligó a retroceder. Le expliqué que la burbaja inmobiliaria española ha sido alimentada no sólo por los empresarios insaciables del sector, sino también por el mismo Estado, que se financiaba y se enriquecía con el "boom", y, sobretodo, por los ayuntamientos, que, abandonados por el gobierno central, sobrevivían gracias a las licencias de obras e impuestos del ladrillo. Le dije que al lado de un empresario especulador casi siempre había un alcalde o un concejal corrupto, además de un recaudador del partido.
Y concluí: ¿Cómo quieres que el poder político controle el mercado cuando habéis demostrado hasta el infinito vuestra incapacidad para solucionar los problemas? Habeis tenido enormes masas de dinero en los años de prosperidad y hoy estamos sin reservas y endeudados. El Estado es manirroto y sus tendencias totalitarias son evidentes. Además, ¿crees que merece ejercer el control un poder que se ha cargado la democracia, que ha liquidado la independencia de la Justicia y que ha teñido el mapa de España de corrupción e ineficiencia?
Por fortuna, alguien cambió de tema porque el ambiente se caldeaba peligrosamente.
Crecidos por la crisis, que interpretan como el fracaso del mercado, algunos radicales de izquierda se permiten la desfachatez de anunciar la muerte del libre mercado y pretenden convencer que la única receta frente a la crisis es "más socialismo".
Ya digo como dijo Felipe González, un socialista que sí parecía creer en la democracia: "prefiero morir en el metro de Nueva York que vivir sin libertad en Moscú"
Cada vez que le cuenten a usted, ciudadano libre y celoso de sus derechos y autonomía, una patraña como esa de que hay que liquidar el libre mercado, recuerdelé cómo han terminado las últimas experiencias mundiales de liquidación del libre mercado, protagonizadas por Stalin, Mao, Pol Pot, Fidel Castro y otros tiranos parecidos: con las ciudades y los campos teñidos de sangre y con sus pueblos esclavizados, empobrecidos y odiando en silencio a los que decían representarles.
Ya está bien de políticos controlandolo todo. Ellos han demostrado ya, hasta la saciedad, su incapacidad para ser justos y eficaces. Es la sociedad civil, por medio de gente de prestigio, honradez e independencia probadas, capaces de decidir al margen de los partidos, la que debe controlar al sistema financiero y al mismo poder político. No se puede encargar al lobo que cuide a las ovejas.
Al escuchar quien iba a ser "el controlador" me indigné y le repliqué de inmediato que la crisis actual no es sólo económica sino también política, porque el liderazgo ha fallado en todo el mundo y no ha sabido detener la locura hasta que ha estallado. Y le dije: "si vuestra receta es que sea el gobierno el que controle el mercado, entonces vamos directo hacia el fracaso porque el gobierno sólo cuida su bolsillo, y empuja hacia el totalitarismo, porque siempre ansía más poder".
Empezó a gritar y hasta pronunció la palabra "antisistema", pero todos los presentes en la mesa se pusieron de mi parte, lo que le obligó a retroceder. Le expliqué que la burbaja inmobiliaria española ha sido alimentada no sólo por los empresarios insaciables del sector, sino también por el mismo Estado, que se financiaba y se enriquecía con el "boom", y, sobretodo, por los ayuntamientos, que, abandonados por el gobierno central, sobrevivían gracias a las licencias de obras e impuestos del ladrillo. Le dije que al lado de un empresario especulador casi siempre había un alcalde o un concejal corrupto, además de un recaudador del partido.
Y concluí: ¿Cómo quieres que el poder político controle el mercado cuando habéis demostrado hasta el infinito vuestra incapacidad para solucionar los problemas? Habeis tenido enormes masas de dinero en los años de prosperidad y hoy estamos sin reservas y endeudados. El Estado es manirroto y sus tendencias totalitarias son evidentes. Además, ¿crees que merece ejercer el control un poder que se ha cargado la democracia, que ha liquidado la independencia de la Justicia y que ha teñido el mapa de España de corrupción e ineficiencia?
Por fortuna, alguien cambió de tema porque el ambiente se caldeaba peligrosamente.
Crecidos por la crisis, que interpretan como el fracaso del mercado, algunos radicales de izquierda se permiten la desfachatez de anunciar la muerte del libre mercado y pretenden convencer que la única receta frente a la crisis es "más socialismo".
Ya digo como dijo Felipe González, un socialista que sí parecía creer en la democracia: "prefiero morir en el metro de Nueva York que vivir sin libertad en Moscú"
Cada vez que le cuenten a usted, ciudadano libre y celoso de sus derechos y autonomía, una patraña como esa de que hay que liquidar el libre mercado, recuerdelé cómo han terminado las últimas experiencias mundiales de liquidación del libre mercado, protagonizadas por Stalin, Mao, Pol Pot, Fidel Castro y otros tiranos parecidos: con las ciudades y los campos teñidos de sangre y con sus pueblos esclavizados, empobrecidos y odiando en silencio a los que decían representarles.
Ya está bien de políticos controlandolo todo. Ellos han demostrado ya, hasta la saciedad, su incapacidad para ser justos y eficaces. Es la sociedad civil, por medio de gente de prestigio, honradez e independencia probadas, capaces de decidir al margen de los partidos, la que debe controlar al sistema financiero y al mismo poder político. No se puede encargar al lobo que cuide a las ovejas.
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