La mayoría de los paises europeos y la propia Europa como estructura unificada han perdido los papeles con los impuestos, el despilfarro y dotando a los estados y a la burocracia pública de unas dimensiones escalofriantes e innecesarias. Para mantener a tantos políticos, oficinas, instituciones y masas de empleados públicos es necesario cobrar una cantidad de impuestos manifiestamente injustos y que agobian y oprimen al ciudadano. La justificación de los políticos es que hay que pagar los servicios y las infraestructuras, pero la verdad es que los servicios cada día se recortan mas y son menos eficientes, mientras una parte muy importante del gasto recae en la burocracia pública, en los políticos parásitos y en instituciones y organizaciones completamente innecesarias.
En España, el cobro desmesurado de impuestos ha sido la causa principal del cierre de miles de empresas y de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo, víctimas todos de la voracidad de una clase política que, para colmo de males, se ha habituado al despilfarro, al endeudamiento y a engordar alocadamente al Estado, convirtiéndolo en una losa incosteable que frena el progreso y genera injusticia.
Si Europa, hoy hundiéndose económicamente porque no es capaz de competir con países emergentes mas austeros y trabajadores, quiere recuperar la prosperidad y el apoyo de sus propios ciudadanos, alejados de las castas políticas y de una forma de hacer política que les margina, tiene que empezar por reducir los impuestos, adelgazar el Estado, volver a considerar a los ciudadanos como los verdaderos soberanos del sistema y despojar a los políticos de sus absurdos e inmerecidos privilegios y ventajas, construidos todos sobre las expoliadas y explotadas espaldas del ciudadano.
En ese ridículo, injusto y a veces nauseabundo panorama político europeo hay niveles y España ocupa la parte mas baja, tocando ya las cloacas de la indignidad y la antidemocracia. Hacienda hace mucho que dejó de ser algo de todos y se ha convertido en una herramienta del poder, tan sucia e injusta como el poder mismo. Canalladas como los EREs de Andalucía, el caso Gürtel, los cobros en negro de la cúpula del PP, los escándalos de Urdangarín y de Pujol, el saqueo de las cajas de ahorro y el reciente saqueo de Caja Madrid a través de las tarjetas opacas no han sido descubiertos o destapados por Hacienda sino por medios de comunicación o ciudadanos que se han jugado el pellejo denunciando a la mafia del poder. Hacienda, simplemente, es una parte podrida del podrido Estado.
Lo peor de Europa es su clase política y la peor obra de esos políticos es haberse convertido en una casta atiborrada de privilegios que se considera con derecho a despilfarrar y a gobernar sin controles y sin rendir cuentas a los ciudadanos, que, en democracia, son sus jefes y vigilantes naturales.
En España, el cobro desmesurado de impuestos ha sido la causa principal del cierre de miles de empresas y de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo, víctimas todos de la voracidad de una clase política que, para colmo de males, se ha habituado al despilfarro, al endeudamiento y a engordar alocadamente al Estado, convirtiéndolo en una losa incosteable que frena el progreso y genera injusticia.
Si Europa, hoy hundiéndose económicamente porque no es capaz de competir con países emergentes mas austeros y trabajadores, quiere recuperar la prosperidad y el apoyo de sus propios ciudadanos, alejados de las castas políticas y de una forma de hacer política que les margina, tiene que empezar por reducir los impuestos, adelgazar el Estado, volver a considerar a los ciudadanos como los verdaderos soberanos del sistema y despojar a los políticos de sus absurdos e inmerecidos privilegios y ventajas, construidos todos sobre las expoliadas y explotadas espaldas del ciudadano.
En ese ridículo, injusto y a veces nauseabundo panorama político europeo hay niveles y España ocupa la parte mas baja, tocando ya las cloacas de la indignidad y la antidemocracia. Hacienda hace mucho que dejó de ser algo de todos y se ha convertido en una herramienta del poder, tan sucia e injusta como el poder mismo. Canalladas como los EREs de Andalucía, el caso Gürtel, los cobros en negro de la cúpula del PP, los escándalos de Urdangarín y de Pujol, el saqueo de las cajas de ahorro y el reciente saqueo de Caja Madrid a través de las tarjetas opacas no han sido descubiertos o destapados por Hacienda sino por medios de comunicación o ciudadanos que se han jugado el pellejo denunciando a la mafia del poder. Hacienda, simplemente, es una parte podrida del podrido Estado.
Lo peor de Europa es su clase política y la peor obra de esos políticos es haberse convertido en una casta atiborrada de privilegios que se considera con derecho a despilfarrar y a gobernar sin controles y sin rendir cuentas a los ciudadanos, que, en democracia, son sus jefes y vigilantes naturales.