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¿Qué falla en el mal llamado 'proceso de paz' de Zapatero?





imagen cedida por www.lakodorniz.com
Muchos socialistas y ciudadanos españoles honestos no afiliados a partido político alguno se preguntan por qué razón hay tanta resistencia en España a lo que ellos llaman el "proceso de paz" y, sin entender esa oposición feroz a un objetivo tan positivo como la búsqueda de la paz y el fin del terrorismo, se revuelven con rabia contra el Partido Popular, al que acusan de oponerse a todo con tal de desgastar al gobierno.

Son gente que ha sido permeable a los argumentos de Zapatero y de su equipo, según los cuales merece la pena realizar un gran esfuerzo para alcanzar una paz que ahora es posible, como lo fue en su día en Irlanda y en otros países que lograron eliminar un terrorismo que, sin embargo, persiste en España.

¿Tienen razón los que apoyan al gobierno en su "proceso" o los que lo critican porque dicen que la negociación con los terroristas es débil, indigna y motivada más por razones ocultas o tal vez electoralistas, porque Zapatero está convencido de que sólo ganará las próximas elecciones si sirve a los españoles la ansiada paz en una bandeja de plata?

El debate está servido y está llevando la temperatura política española hasta muy cerca del punto de ebullición.

En apariencia, los argumentos del gobierno son más fuertes que los de la oposición y apoyar la paz parece más noble y justo que obstaculizarla. Sin embargo, hay claves que no se revelan y que deben conocerse y valorarse antes de adoptar un criterio definitivo.

Cuando se pone a Irlanda como ejemplo y se dice que también allí él gobierno tuvo que ceder para alcanzar la paz, se oculta que los terroristas del IRA, antes de enfilar la ruta de la negociación, fueron obligados a desarmarse y a pedir perdón, sin que el proceso se iniciara hasta que una comisión internacional verificó que las armas habían sido destruidas.

También se oculta que en Italia, Alemania y otros países que también negociaron, aunque en menor escala, para erradicar sus respectivos terrorismos, la clave de aquellas negociaciones fue la figura del "arrepentido", que era un antiguo asesino que se arrepentía, pedía perdón y colaboraba con la policía para desarticular su banda, a cambio de lo cual recibía beneficios penitenciarios y, en algunos casos, hasta la libertad.

El problema de España, lo que diferencia el "proceso" de Zapatero de los demás conocidos, incluído el tan evocado de Irlanda, es que aquí los terroristas no se han arrepentido, ni han pedido perdón, ni se han desarmado, ni han dejado de extorsionar y de practicar la violencia y el chantaje, una diferencia que no es superficial, sino sustancial.

Cualquier gobierno con experiencia en asuntos terroristas se sorprende ante la "generosidad" de Zapatero y sus adláteres, ante un proceso que casi se pone de rodillas ante el terror y que, sin haber obtenido previamente el arrepentimiento o la entrega de las armas del terrorismo, se atreva, incluso, a ordenar a las fuerzas de seguridad que no detengan a los asesinos y a pedir a los jueces que suavicen sus condenas a esos asesinos con sus manos manchadas por casi mil muertos.

Recientemente, un amigo español, socialista, que acababa de regresar de Alemania, me contó cómo sus colegas le había comentado, en un congreso, que no entendían por qué la democracia española era tan generosa y tan debil frente a una banda como ETA, que, según todos los informes fiables, sigue reorganizándose y rearmándose en Francia, sin arrepentirse, sin pedir perdón y sin haber ofrecido a la negociación otro gesto que el de dejar de matar temporalmente, claramente insuficiente.

Nosotros también creemos que el "proceso" de Zapatero es insólito e inexplicable, por no tener precedentes en el mundo y porque está haciendo a los terroristas demasiadas concesiones valiosas, de índole política, judicial y de imagen pública, sin recibir a cambio prácticamente nada, salvo amenazas, extorsión y una arrogancia que produce vómitos a los españoles de bien.

La Iglesia Católica española acaba de emitir un documento que introduce luz y sensatez en ese "proceso" que unos defienden desde el gobierno y otro llaman "cobarde" desde la oposición. La jerarquía católica afronta la clave de la cuestión cuando afirma que los terroristas merecen que el Estado sea clemente y magnánimo con ellos, pero sólo si piden perdón y se arrepienten, dos factores decisivso que faltan en la "proceso" de Zapatero.

Y que conste que arrepentirse no es hacer lo que hace el asesino De Juana Chaos, al que el gobierno Zapatero considera indignamente como un hombre de paz, que sólo ha dicho que él está separado de la lucha armada, sino pedir perdón en público, arrepentirse y colaborar intensamente con la Justicia para que la banda asesina en la que antes militó sea policialmente desarticulada.


Franky  
Domingo, 26 de Noviembre 2006
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