La oposición acusa hoy a Pedro Sánchez de lanzar la "guerra sucia" contra sus adversarios políticos por medio de su jefe de gabinete, Iván Redondo, al que piden la dimisión, pero la guerra sucia es un fenómeno viejo en la política mundial y en España, practicada por casi la totalidad de los partidos políticos, ha alcanzado niveles de vómito desde la muerte de Franco, aunque la suciedad actual bate todos los records.
La guerra sucia contra el adversario es una de las más deleznables facetas de la corrupción política en España. Los partidos políticos contratan a mansalva empresas, trolls y expertos dedicados por entero a destruir a sus adversarios, a tergiversar, manipular y someter a la opinión pública. Es el "frente destructuctivo", el sector que más crece hoy en España, el de las mundialmente conocidas “picadoras de carne” o “trituradoras”, que son fabricantes de "fake news" y centros o equipos especializados en inventar teorías e informaciones para debilitar, desacreditar o destruir a los enemigos, ya sean personas, ideas o iniciativas, que se consideran perjudiciales para el poder. Emplean su esfuerzo en leer la prensa escrita, ver la televisión, escuchar la radio y escudriñar las redes, observando al adversario para descubrir sus errores y entonces diseñar y ejecutar campañas destinadas a dañarlo.
Hay instituciones, empresas y sobre todo partidos políticos que basan más sus campañas y su acción en descalificar y destruir al adversario que en presentar a la sociedad propuestas y soluciones. Destruir siempre es más fácil que construir y requiere menos neuronas. Decir que una rata ha sido encontrada en una hamburguesa de determinada marca o difundir el bulo de que determinado político es cocainómano es más eficaz y rentable que mil millones de euros gastados en publicidad. Esa tarea de descalificar y destruir se ha vuelto obsesiva y prioritaria por su eficacia, hasta el punto de que muchas organizaciones no cesan de agigantar sus picadoras, en lugar de esforzarse por seducir a sus clientes y electores o por afrontar la renovación interna que necesitan.
En las "picadoras" se realiza hoy más periodismo de investigación que los propios medios y es de donde proceden casi todas las acusaciones, dossiers y sospechas que llenan de suciedad la política y los negocios.
Las víctimas de las “picadoras de carne” en España son legiones de ideas, iniciativas y personas, que son acusadas, puestas bajo sospecha y desacreditadas, víctimas que aunque sean posteriormente declaradas “inocentes” por la Justicia, han sufrido ya un castigo terrible que muchas veces les destroza la misma existencia. La llamada “pena del telediario” o pena mediática, consistente en aparecer en los medios, especialmente en la televisión, acusado o detenido y rodeado de policías, es de una crueldad suprema. Ese castigo provoca depresiones, a veces la pérdida del trabajo, de amigos, daños en la familia y hasta suicidios. Por desgracia, en algunos países, entre ellos España, ese inmoral e injusto castigo, que suprime el derecho a ser considerado inocente hasta que una sentencia diga lo contrario, es utilizado sin contemplaciones, sobre todo por los partidos políticos. Políticos, periodistas, jueces, empresarios y hasta partidos políticos y empresas enteras han sido convertidos en pulpa por las maquinarias de demolición al servicio de los distintos poderes. UPyD fue destruido por las "picadoras de carne", maquinarias repugnantes que hoy se ceban contra Pedro Sánchez, Pablo Casado, Alber Rivera, Pablo Iglesias y, de una manera muy especial, con Santiago Abascal, además de que el propio Estado y con los nacionalismos extremos vasco y catalán.
Son maquinarias terribles que fabrican sin descanso portadas falsas, imágenes trucadas, documentos falsificados, montajes, noticias atractivas falsas, ideas destructivas y rumores con capacidad de hacerse virales e inundar la opinión pública y utilizan cualquier recurso para destruir, engañar, atraer, convencer y esclavizar. Los partidos políticos, sin escrúpulos, han apostado por la mentira y por la destrucción del adversario en lugar de cumplir con el deber democrático de fomentar los valores y la participación ciudadana en la política, bajo el manto del "bien común".
El CIS, en manos del socialista Tezanos y al servicio de Pedro Sánchez, se parece más a una picadora de carne que a un instituto púbico de análisis de la opinión.
La política española, más que picadoras de carne necesita equipos especializados en regenerar y reconstruir que sean capaces de apuntalar y después construir la ruina de nuestra política y nuestra ética, seriamente dañadas por una clase política dañina y nada ejemplar y por una ciudadanía que ha sido incapaz de enfrentarse a los canallas y miserables instalados en el poder para obligarles a ser respetables y decentes.
La trituradoras de ciudadanos y de ideas nobles no son más que la consecuencia de una clase política degenerada y de una ciudadanía cobarde.
Francisco Rubiales
La guerra sucia contra el adversario es una de las más deleznables facetas de la corrupción política en España. Los partidos políticos contratan a mansalva empresas, trolls y expertos dedicados por entero a destruir a sus adversarios, a tergiversar, manipular y someter a la opinión pública. Es el "frente destructuctivo", el sector que más crece hoy en España, el de las mundialmente conocidas “picadoras de carne” o “trituradoras”, que son fabricantes de "fake news" y centros o equipos especializados en inventar teorías e informaciones para debilitar, desacreditar o destruir a los enemigos, ya sean personas, ideas o iniciativas, que se consideran perjudiciales para el poder. Emplean su esfuerzo en leer la prensa escrita, ver la televisión, escuchar la radio y escudriñar las redes, observando al adversario para descubrir sus errores y entonces diseñar y ejecutar campañas destinadas a dañarlo.
Hay instituciones, empresas y sobre todo partidos políticos que basan más sus campañas y su acción en descalificar y destruir al adversario que en presentar a la sociedad propuestas y soluciones. Destruir siempre es más fácil que construir y requiere menos neuronas. Decir que una rata ha sido encontrada en una hamburguesa de determinada marca o difundir el bulo de que determinado político es cocainómano es más eficaz y rentable que mil millones de euros gastados en publicidad. Esa tarea de descalificar y destruir se ha vuelto obsesiva y prioritaria por su eficacia, hasta el punto de que muchas organizaciones no cesan de agigantar sus picadoras, en lugar de esforzarse por seducir a sus clientes y electores o por afrontar la renovación interna que necesitan.
En las "picadoras" se realiza hoy más periodismo de investigación que los propios medios y es de donde proceden casi todas las acusaciones, dossiers y sospechas que llenan de suciedad la política y los negocios.
Las víctimas de las “picadoras de carne” en España son legiones de ideas, iniciativas y personas, que son acusadas, puestas bajo sospecha y desacreditadas, víctimas que aunque sean posteriormente declaradas “inocentes” por la Justicia, han sufrido ya un castigo terrible que muchas veces les destroza la misma existencia. La llamada “pena del telediario” o pena mediática, consistente en aparecer en los medios, especialmente en la televisión, acusado o detenido y rodeado de policías, es de una crueldad suprema. Ese castigo provoca depresiones, a veces la pérdida del trabajo, de amigos, daños en la familia y hasta suicidios. Por desgracia, en algunos países, entre ellos España, ese inmoral e injusto castigo, que suprime el derecho a ser considerado inocente hasta que una sentencia diga lo contrario, es utilizado sin contemplaciones, sobre todo por los partidos políticos. Políticos, periodistas, jueces, empresarios y hasta partidos políticos y empresas enteras han sido convertidos en pulpa por las maquinarias de demolición al servicio de los distintos poderes. UPyD fue destruido por las "picadoras de carne", maquinarias repugnantes que hoy se ceban contra Pedro Sánchez, Pablo Casado, Alber Rivera, Pablo Iglesias y, de una manera muy especial, con Santiago Abascal, además de que el propio Estado y con los nacionalismos extremos vasco y catalán.
Son maquinarias terribles que fabrican sin descanso portadas falsas, imágenes trucadas, documentos falsificados, montajes, noticias atractivas falsas, ideas destructivas y rumores con capacidad de hacerse virales e inundar la opinión pública y utilizan cualquier recurso para destruir, engañar, atraer, convencer y esclavizar. Los partidos políticos, sin escrúpulos, han apostado por la mentira y por la destrucción del adversario en lugar de cumplir con el deber democrático de fomentar los valores y la participación ciudadana en la política, bajo el manto del "bien común".
El CIS, en manos del socialista Tezanos y al servicio de Pedro Sánchez, se parece más a una picadora de carne que a un instituto púbico de análisis de la opinión.
La política española, más que picadoras de carne necesita equipos especializados en regenerar y reconstruir que sean capaces de apuntalar y después construir la ruina de nuestra política y nuestra ética, seriamente dañadas por una clase política dañina y nada ejemplar y por una ciudadanía que ha sido incapaz de enfrentarse a los canallas y miserables instalados en el poder para obligarles a ser respetables y decentes.
La trituradoras de ciudadanos y de ideas nobles no son más que la consecuencia de una clase política degenerada y de una ciudadanía cobarde.
Francisco Rubiales