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Puño en alto, un saludo totalitario



En cualquier país democrático avanzado, sobre todo en Europa, los ciudadanos saben lo que significa saludar con el puño cerrado. Es el mismo saludo que exhibieron los peores asesinos de la historia: Mao, Stalin, Pol Pot, Ceaucescu y Fidel Castro, entre otros. Cualquier político demócrata que saludara así, quedaria fulminantemente descalificado. Pero "España es diferente" y los socialista Guerra, Pajín y Aído, amparados por la sonrisa complaciente del presidente Zapatero, se atreven a levantar el puño, humillando así a los millones de víctimas del comunismo, a los amantes de la libertad de todo el mundo y a la democracia, nacida precisamente para acabar con ese tipo de opresión del Estado.

Es una desvergüenza que degrada todavía más a la ya podrida democracia española.
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La imagen es reveladora. Los socialistas Alfonso Guerra, Leire Pajín y Bibiana Aído, con el presidente Zapatero como cómplice, alzan el puño y saludan, tal como lo hicieron en el pasado los peores asesinos en serie de la historia: los comunistas Mao tse tung, Josif Stalin, Pol Pot, Nicolae Ceaucescu, Fidel Castro y otros muchos tipejos empapados en sangre.

La división entre derechas e izquierdas es una trampa en la que sólo caen ya los nostágicos y los pendejos. La única división razonable del mundo político presente es entre demócratas y totalitarios, entre los que aman la libertad y los partidarios de la tiranía.

Si aceptamos esa división, los socialistas españoles, cuando alzan el puño cerrado, se sitúan en el mismo bando que Mao, Stalin, Fidel Castro, Pol Pot y hasta Hitler y Musolini, miembros también del ejército de la tiranía, pero éstos saludando con la mano extendida.

La verdadera linea divisoria separa a los que creen en la libertad y a los que sólo dicen creer en ella; a los que sirven al ciudadano y a los que se sirven del ciudadano; a los que llegan a la política para servir el bien común y a los que se instalan en ella para medrar y gozar de privilegios ilegítimos.

Rodeados de engaño e inmersos en la confusión, los ciudadanos no somos capaces de analizar correctamente y descubrir que la batalla que el ser humano está librando en nuestros tiempos no es una guerra novedosa, sino un capítulo más de esa eterna lucha entre la verdad y la mentira, entre la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, que ha sido la columna vertebral de la historia de la Humanidad, desde el principio de los tiempos.

Mientras sigamos optando entre la derecha y la izquierda, sólo saldrá beneficiado el bipartidismo y la "casta" de políticos profesionales que han encontrado en la política una forma de vivir en el poder, el lujo y el privilegio.

Mientras sigamos votando a la derecha para castigar a la izquierda o a la izquierda para castigar a la derecha, seguiremos alimentando un sistema que lleva siglos sin resolver ni uno sólo de los grandes problemas que abruman a la Humanidad: hambre, violencia, desigualdad, injusticia, mentira, opresión, marginación, pobreza, etc.

Solamente cuando los ciudadanos exijan democracia tendrán democracia. Mientras voten rojo o negro tendrán sólo trifulca, fracaso, opresión y castas dominantes.

Es mentira que la derecha crea riqueza y la izquierda la reparte. También es falso que la izquierda beneficia a los pobres y la derecha a los ricos. Basta analizar la historia para descubrir que los hechos, a veces, demuestran precisamente lo contrario. Todo eso son falsedades alimentadas por la oligarquía dominante, que quiere que vivamos la política como se vive el fútbol, con espíritu de "hooligans", defendiendo irracionalmente a los colores propios "hasta la muerte".

No hay más división auténtica que la que siempre ha habido, desde que el ser humano habitaba en cavernas: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira.

En nuestros tiempos, la verdad, la luz y el bien están representados por la democracia, un sistema ideado para poder convivir en armonía, sin renunciar a la discrepancia, y para defender la libertad y la igualdad, pero tiene que ser una democracia verdadera, la que está controlada por el ciudadano soberano y respeta las reglas, no la que nos rodea y gobierna, degradada y adulterada por los políticos profesionales y sus partidos, que sólo ansían poder y privilegios.

El mal, la oscuridad y la mentira son los totalitarismos, pero no sólo los que aparecen en las calles golpeando con cadenas, puños de hierro y bates de béisbol, sino los que se ocultan en partidos políticos que parecen democráticos pero que no lo son, los que utilizan la mentira para controlar a las masas, los que aplican la justicia con benevolencia a los amigos y con odio al adversario, los que someten al ciudadano, los que han invadido los poderes del Estado para dominarlos, convirtiendo la Justicia y el Parlamento en apéndices bastardos de los partidos políticos.


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Miércoles, 9 de Septiembre 2009
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