Millones de personas en todo el mundo se concentrarán hoy, 4 de septiembre, en todo el mundo, para alzar su voz en protesta contra el gorila despótico venezolano Hugo Chávez, contra los muchos aliados que, atraídos por sus petrodólares, le siguen en muchos países, y contra lo que ese movimiento representa de peligro para la democracia: toda una peligrosa adaptación, hipócrita y sutil, de la vieja tiranía a las urnas y a los tiempos modernos.
Como ocurre desde el comienzo de los tiempos, la peor pesadilla del ser humano es el despotismo de los sátrapas, un vicio que ha derramado ríos de sangre, practicado por los peores especímenes de la raza humana, gente que se atrinchera en el poder para someter a sus semejantes y disfrutar del poder.
En este siglo XXI, la plaga de los déspotas ha cobrado una especial virulencia y se ha tornado más peligrosa que nunca porque sus activistas han aprendido a burlar las defensas y practican técnicas muy sofisticadas para dominar y someter. Los nuevos sátrapas son ahora, casi siempre, antiguos marxistas disfrazados de demócratas que han adaptado sus estrategias de dominio al siglo XXI,, tras haber aprendido la lección de que el viejo comunismo fracasado era demasiado directo, auténtico y fiel a sus principios para poder triunfar.
La primera estrategia es que, en lugar de someter abiertamente a sus pueblos, prefieren hacerlo después de confundirlos y manipularlos, mintiendo hasta la saciedad, lanzando soflamas en favor del "progreso" y utilizando el engaño, la propaganda y la eficaz ayuda de unos medios de comunicación que, necesariamente, tienen que dominar; la segunda es el acoso continuo y la progresiva destrucción de la sociedad civil organizada y de la oposición política, frustrando así la esperanza de los ciudadanos en un cambio e impidiendo una alternativa a sus nefastos gobiernos.
El nuevo despotismo no es "ilustrado", sino camaleónico", "osado" y "sin escrúpulos", un sistema de dominio diseñado para la trampa, la hipocresía y la mentira. Los dos modelos destacados de la nueva estrategia del autoritarismo sátrapa son Hugo Chavez, líder de Venezuela, y José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno de España. El primero desarrolla el modelo adaptado a los pueblos poco desarrollados y se apoya en el dinero del petróleo para expandir su régimen, mientras que el español se presenta como paradigma de una nueva izquierda que, sin creer en la democracia, hace constante profesión de fe en ese sistema, al que pervierte a diario mediante la mentira, la manipulación y el engaño. Uno y otro han podido construir su poder sobre el fracaso de la derecha que les precedió en el poder, culpable de errores fundamentales como el de ser elitista, corrupta, crispadora, manipuladora y escasamente democrática, lo que llevó al pueblo a pensar que tal vez la izquierda, a pesar de sus demostradas tendencias totalitarias y corruptas, fuera una opción mejor.
Los denominadores comunes de ambos, el venezolano y el español, son la degeneración de la verdadera democracia, el intento de perpetuarse en el poder, el uso de la manipulación y el acoso sin piedad a la oposición para debilitarla y cerrarle el camino hacia el poder y el apoyo de sus regímenes en los sectores que viven del erario público, los subvencionados y las capas más lumperizadas de la sociedad. Al comprobar que son los más incultos los que les apoyan más fácilmente, tienden a deteriorar la calidad de la educación y a sustituir la enseñanza libre por el adoctrinamiento.
Aunque hipócritamente exhiben la "democracia" como mascarón de proa de sus mandatos, en lugar de gobernar sociedades libres construyen regímenes sometidos que no soportan el más elemental test democrático: no respetan la separación de poderes, ni permiten una sociedad civil fuerte e independiente, ni otorgan protagonismo al ciudadano, ni respetan los controles democráticos al poder político, ni permiten la crítica y la fiscalización de la prensa libre, ni aplican la igualdad ante la ley, ni controlan el poder casi absoluto de sus propios partidos políticos, ni luchan contra la corrupción, un caldo de cultivo viscoso y dañino en el que los nuevos sátrapas se sienten a gusto.
El culto a la personalidad es otro rasgo siniestro que les une.
El culto a la personalidad de los dictadores es uno de los dramas inevitables de toda sociedad totalitaria. Todo país que haya caido bajo el dominio de un sátrapa se ha visto atrapado en la funesta dinámica de unas masas manipuladas y muchas veces descerebradas que apoyan el mal gobierno y adoran a su lider, que se presenta ante su pueblo como un personaje providencial, dotado de una aureola de superioridad, como si fuese un enviado celestial.
Desde la Unión Soviética, con su horrendo recuerdo de José Stalin, hasta La Habana, con el cruel “sabelotodo” Fidel Castro, sin olvidar al mayor asesino de la Historia, el "Gran Timonel" comunista chino Mao Tse tung, los caudillos han estimulado el culto a la personalidad y se han hecho admirar y hasta "adorar" por su súbditos, que casi siempre eran, también, sus víctimas.
El caudillismo es el camino más corto o directo para que se desarrolle el culto hacia esos personajes arrogantes y absolutistas que abrazan el trono de manera indefinida. El alarmante fenómeno de la adoración de los tiranos hizo del comunismo en el siglo XX una espantosa pesadilla con un enorme costo de sufrimiento y muerte para los pueblos que lo sufrieron.
Hace pocas semanas fue inaugurado en Beirut, la capital del Líbano, un restaurante con el nombre de Hugo Chávez en el cual los meseros trabajan vistiendo de rojo con camisas y boinas semejantes a las que usa el ofensivo caudillo venezolano. Inaugurado por Zoed Karam, embajadora chavista en esta pequeña nación del Oriente Medio, el nuevo rrestaurante inaugura un culto evidente y descarado a la personalidad de Hugo Chavez, reflejo de su naturaleza totalitaria.
Zapatero es un personaje complejo y acomplejado que no habla idiomas y que destaca como un gañan en la mesa política de los lideres mundiales, salvo con gente a la que considera inferior, como el vanezolano Chavez, el boliviano Morales y los dirigentes turcos. Por esa razón, cultiva su amistad con especial énfasis. Zapatero, consciente de sus limitaciones intelectuales y políticas, necesita sentirse superior a algunos en el escenario mundial.
El lider español está más maniatado que su colega venezolano para desplegar un culto a la personalidad descarado porque vive en la Europa presuntamente democrática y España es miembro de la Unión Europea, pero él hace lo que puede. Sus cientos de colaboradores directos, cada día más aterrorizados ante la perspectiva de perder sus fabulosos empleos y privilegios, propagan la idea de que Zapatero es un tipo infalible y tocado por la fortuna que rara vez se equivoca y jamás pierde. El cultivo del "buenismo" y de las formas amables (talante), que se superponen a las actitudes reales del sátrapas, son los nuevos caminos ideados para desarrollar el culto a la personalidad en las calles estrechas de la democracia. Detrás del escenario bulle una enfermiza obsesión por el poder que no se detiene ante nada.
Los sátrapas son ególatras y siempre se consideran como los únicos capacitados para conducir sus naciones hacia un supuesto “estado de bienestar” que nunca se alcanza… Esta es la razón por la que Hugo Chávez ha dicho que debe ser reelegido de manera indefinida al frente de su gobierno porque él se considera el único capaz de conducir la nación con éxito. Esa es el secreto que empuja a Zapatero a aplastar al PP y a presentarlo ante la sociedad española como un partido de delincuentes. El objetivo siempre es el mismo: mantenerse en el poder.
Pero los reinos que crean estos nuevos sátrapas son siempre efímeros. Son tan egoístas que ni siquiera preparan su sucesión. Cuando son derrotados o depuestos, sus regímenes caen sin dejar rastro alguno. La maldición de todo totalitarismo es depender de los caprichos y antojos de un solo individuo que ambiciona el poder absoluto.
La única medicina que existe para acabar con esta terrible plaga de los sátrapas, tan vieja como la Historia pero que retorna ahora, en pleno siglo XXI, más hipócrita que nunca, con falsos ropajes democráticos, es el pensamiento, la reflexión y el conocimiento. El libre albedrío, el pensamiento, la crítica, la conversación y la lectura han sido, son y serán siempre vacunas antisátrapas infalibles porque sólo los imbéciles y los que reciben una paga a cambio pueden apoyar a estos fantoches de la política y de la vida.
Como ocurre desde el comienzo de los tiempos, la peor pesadilla del ser humano es el despotismo de los sátrapas, un vicio que ha derramado ríos de sangre, practicado por los peores especímenes de la raza humana, gente que se atrinchera en el poder para someter a sus semejantes y disfrutar del poder.
En este siglo XXI, la plaga de los déspotas ha cobrado una especial virulencia y se ha tornado más peligrosa que nunca porque sus activistas han aprendido a burlar las defensas y practican técnicas muy sofisticadas para dominar y someter. Los nuevos sátrapas son ahora, casi siempre, antiguos marxistas disfrazados de demócratas que han adaptado sus estrategias de dominio al siglo XXI,, tras haber aprendido la lección de que el viejo comunismo fracasado era demasiado directo, auténtico y fiel a sus principios para poder triunfar.
La primera estrategia es que, en lugar de someter abiertamente a sus pueblos, prefieren hacerlo después de confundirlos y manipularlos, mintiendo hasta la saciedad, lanzando soflamas en favor del "progreso" y utilizando el engaño, la propaganda y la eficaz ayuda de unos medios de comunicación que, necesariamente, tienen que dominar; la segunda es el acoso continuo y la progresiva destrucción de la sociedad civil organizada y de la oposición política, frustrando así la esperanza de los ciudadanos en un cambio e impidiendo una alternativa a sus nefastos gobiernos.
El nuevo despotismo no es "ilustrado", sino camaleónico", "osado" y "sin escrúpulos", un sistema de dominio diseñado para la trampa, la hipocresía y la mentira. Los dos modelos destacados de la nueva estrategia del autoritarismo sátrapa son Hugo Chavez, líder de Venezuela, y José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno de España. El primero desarrolla el modelo adaptado a los pueblos poco desarrollados y se apoya en el dinero del petróleo para expandir su régimen, mientras que el español se presenta como paradigma de una nueva izquierda que, sin creer en la democracia, hace constante profesión de fe en ese sistema, al que pervierte a diario mediante la mentira, la manipulación y el engaño. Uno y otro han podido construir su poder sobre el fracaso de la derecha que les precedió en el poder, culpable de errores fundamentales como el de ser elitista, corrupta, crispadora, manipuladora y escasamente democrática, lo que llevó al pueblo a pensar que tal vez la izquierda, a pesar de sus demostradas tendencias totalitarias y corruptas, fuera una opción mejor.
Los denominadores comunes de ambos, el venezolano y el español, son la degeneración de la verdadera democracia, el intento de perpetuarse en el poder, el uso de la manipulación y el acoso sin piedad a la oposición para debilitarla y cerrarle el camino hacia el poder y el apoyo de sus regímenes en los sectores que viven del erario público, los subvencionados y las capas más lumperizadas de la sociedad. Al comprobar que son los más incultos los que les apoyan más fácilmente, tienden a deteriorar la calidad de la educación y a sustituir la enseñanza libre por el adoctrinamiento.
Aunque hipócritamente exhiben la "democracia" como mascarón de proa de sus mandatos, en lugar de gobernar sociedades libres construyen regímenes sometidos que no soportan el más elemental test democrático: no respetan la separación de poderes, ni permiten una sociedad civil fuerte e independiente, ni otorgan protagonismo al ciudadano, ni respetan los controles democráticos al poder político, ni permiten la crítica y la fiscalización de la prensa libre, ni aplican la igualdad ante la ley, ni controlan el poder casi absoluto de sus propios partidos políticos, ni luchan contra la corrupción, un caldo de cultivo viscoso y dañino en el que los nuevos sátrapas se sienten a gusto.
El culto a la personalidad es otro rasgo siniestro que les une.
El culto a la personalidad de los dictadores es uno de los dramas inevitables de toda sociedad totalitaria. Todo país que haya caido bajo el dominio de un sátrapa se ha visto atrapado en la funesta dinámica de unas masas manipuladas y muchas veces descerebradas que apoyan el mal gobierno y adoran a su lider, que se presenta ante su pueblo como un personaje providencial, dotado de una aureola de superioridad, como si fuese un enviado celestial.
Desde la Unión Soviética, con su horrendo recuerdo de José Stalin, hasta La Habana, con el cruel “sabelotodo” Fidel Castro, sin olvidar al mayor asesino de la Historia, el "Gran Timonel" comunista chino Mao Tse tung, los caudillos han estimulado el culto a la personalidad y se han hecho admirar y hasta "adorar" por su súbditos, que casi siempre eran, también, sus víctimas.
El caudillismo es el camino más corto o directo para que se desarrolle el culto hacia esos personajes arrogantes y absolutistas que abrazan el trono de manera indefinida. El alarmante fenómeno de la adoración de los tiranos hizo del comunismo en el siglo XX una espantosa pesadilla con un enorme costo de sufrimiento y muerte para los pueblos que lo sufrieron.
Hace pocas semanas fue inaugurado en Beirut, la capital del Líbano, un restaurante con el nombre de Hugo Chávez en el cual los meseros trabajan vistiendo de rojo con camisas y boinas semejantes a las que usa el ofensivo caudillo venezolano. Inaugurado por Zoed Karam, embajadora chavista en esta pequeña nación del Oriente Medio, el nuevo rrestaurante inaugura un culto evidente y descarado a la personalidad de Hugo Chavez, reflejo de su naturaleza totalitaria.
Zapatero es un personaje complejo y acomplejado que no habla idiomas y que destaca como un gañan en la mesa política de los lideres mundiales, salvo con gente a la que considera inferior, como el vanezolano Chavez, el boliviano Morales y los dirigentes turcos. Por esa razón, cultiva su amistad con especial énfasis. Zapatero, consciente de sus limitaciones intelectuales y políticas, necesita sentirse superior a algunos en el escenario mundial.
El lider español está más maniatado que su colega venezolano para desplegar un culto a la personalidad descarado porque vive en la Europa presuntamente democrática y España es miembro de la Unión Europea, pero él hace lo que puede. Sus cientos de colaboradores directos, cada día más aterrorizados ante la perspectiva de perder sus fabulosos empleos y privilegios, propagan la idea de que Zapatero es un tipo infalible y tocado por la fortuna que rara vez se equivoca y jamás pierde. El cultivo del "buenismo" y de las formas amables (talante), que se superponen a las actitudes reales del sátrapas, son los nuevos caminos ideados para desarrollar el culto a la personalidad en las calles estrechas de la democracia. Detrás del escenario bulle una enfermiza obsesión por el poder que no se detiene ante nada.
Los sátrapas son ególatras y siempre se consideran como los únicos capacitados para conducir sus naciones hacia un supuesto “estado de bienestar” que nunca se alcanza… Esta es la razón por la que Hugo Chávez ha dicho que debe ser reelegido de manera indefinida al frente de su gobierno porque él se considera el único capaz de conducir la nación con éxito. Esa es el secreto que empuja a Zapatero a aplastar al PP y a presentarlo ante la sociedad española como un partido de delincuentes. El objetivo siempre es el mismo: mantenerse en el poder.
Pero los reinos que crean estos nuevos sátrapas son siempre efímeros. Son tan egoístas que ni siquiera preparan su sucesión. Cuando son derrotados o depuestos, sus regímenes caen sin dejar rastro alguno. La maldición de todo totalitarismo es depender de los caprichos y antojos de un solo individuo que ambiciona el poder absoluto.
La única medicina que existe para acabar con esta terrible plaga de los sátrapas, tan vieja como la Historia pero que retorna ahora, en pleno siglo XXI, más hipócrita que nunca, con falsos ropajes democráticos, es el pensamiento, la reflexión y el conocimiento. El libre albedrío, el pensamiento, la crítica, la conversación y la lectura han sido, son y serán siempre vacunas antisátrapas infalibles porque sólo los imbéciles y los que reciben una paga a cambio pueden apoyar a estos fantoches de la política y de la vida.