Información y Opinión

Privilegios repugnantes de la clase política



La clase política española no se merece los privilegios que disfruta. Si al pueblo se le pidiera opinión sobre el actual estatus de lujo que rodea a la "casta" política, la respuesta reflejaría indignación, hartazgo y un nido de odio creciente.

Los políticos españoles deberían elevar un altar de agradecimiento al manso y sufrido pueblo español por soportar sin rebelarse sus repugnantes privilegios y por permitirles, sin rechistar, saquear los bolsillos de los ciudadanos con impuestos y endeudar al país hasta la temeridad, sin otro fin que mantener su inmerecido y opulento tren de vida. España es el país donde la clase política disfruta de mayores privilegios en toda Europa, algunos de ellos tan exclusivos que ni siquiera se habrían atrevido a imaginar los señores feudales del medievo o el clero y la nobleza durante la etapa del absolutismo.

Por haber sido ministro de Defensa, José Bono tiene pensión vitalicia de lujo, un guardia civil a su servicio, en garita, vigilando su casa en Toledo, y tres policías nacionales, como guardaespaldas. Felipe González, por haber sido presidente del gobierno, tiene oficina propia, pagada por el Estado, coche a su disposición, secretaria y un equipo de funcionarios, encabezado por un director general, a lo que hay que agregar un puesto reservado en el Consejo de Estado, donde cobraría unos 80.000 euros más cada año.

Son sólo dos ejemplos del océano de privilegios y ventajas que la clase política española se ha otorgado a si misma, tras construirse una burbuja de lujo, riqueza y privilegios que nada tienen que ver con la sufrida vida de los españoles.

Pero esos ejemplos citados son apenas un grano de arena en una inmensa playa porque la lista de las ventajas, exenciones, sobresueldos, pagos en especie, ayudas, regalos y privilegios de todo tipo que disfrutan los políticos españoles es casi interminable y los con convierte en una especie de "casta" selecta. completamente distinta del resto de la sociedad, abrumada por la crisis, el pago de impuestos abusivos, los bajos sueldos y los recortes que están liquidando el Estado de Bienestar y los servicios ciudadanos.
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Si se tiene en cuenta que los funcionarios al servicio de los ex ministros y ex presidentes y de otros cientos de ex altos cargos trabajan tres turnos, el dinero y los efectivos se multiplican hasta cifras de locura, que si se suprimieran permitirían abonar decenas de miles de pensiones "normales".

Si al menos tuvieran que rendir cuenta de sus logros ante el pueblo que les paga esos lujos, si al menos fueran destituidos cuando se equivocan, cuando en lugar de mejorar la vida de los españoles los aplastan y empobrecen, quizás valdría la pena soportar a esa casta de zánganos y parásitos, pero ni siquiera rinden cuentas al ciudadano, ni responden de los daños y estragos que causan porque entre sus privilegios figura también una práctica impunidad que los blinda, los somete a una Justicia especial (aforamiento) y los preserva frente a la ira de los ciudadanos.

Si se suman las prestaciones que reciben a cambio de casi nada, nunca antes en la Historia, los que mandan tuvieron tantos privilegios y ventajas, ni tuvieron menos exigencias para alcanzar las alturas del poder. Mientras que a una secretaria se le exigen al menos algún titulo y conocimientos de idiomas, un presidente de gobierno, ministro, consejero o alcalde sólo necesita estar bien situado en el partido político donde milita.

¿Que obtiene el ciudadano a cambio de sufragar con sus impuestos tantos lujos y privilegios? Prácticamente nada porque la clase política responde al sacrificio ciudadano rechazando la austeridad, mintiendo, negándose a adelgazar un Estado tan grueso y seboso que es imposible de financiar, llenando el país de corrupción, despilfarrando, obligando a los ciudadanos a una austeridad extrema que ellos no practican y endeudando la nación hasta extremos de locura, convirtiendo al menos a las tres próximas generaciones en deudores morosos de las finanzas mundiales.

Los privilegios afectan a decenas de miles de políticos, muchos de los cuales no pueden justificar sus gruesos patrimonios acumulados. Esos privilegios incluyen aforamientos, guardaespaldas, custodia profesional, coches oficiales, gasolina, vales para taxis, viajes en avión, equipos informáticos, teléfonos de última generación, dietas ocultas, acceso a fondos reservados, subvenciones especiales, supresión de incompatibilidades, pensiones de lujo, colocación casi garantizada después de abandonar la política y hasta sobres en dinero opaco, en algunas ocasiones. Todo eso sin ni siquiera tener que rendir cuentas de su gestión ante una ciudadanía maltratada que sólo tiene derecho a pagar impuestos, a servicios públicos de baja calidad y a poco más.

Pero quizás el caso más sangrante de privilegiado sin merecimiento es el de José Luis Rodríguez Zapatero, un político fracasado que estuvo a punto de hundir el país por causa de sus errores de inepto y obtuso, pero que cuenta con ingresos superiores a 150.000 euros anuales, pagados con los impuestos de sus "víctimas".

En España ha llegado la hora de acabar con el oprobio, las humillaciones y las indecencias que los políticos han impuesto, entre las que sobresalen sus privilegios desproporcionados e hirientes para un pueblo que no obtiene nada a cambio porque la obra de los políticos, si se contempla, solo muestra corrupción, injusticia, desempleo, pobreza, deterioro de la democracia, pérdida de calidad de los servicios públicos, endeudamiento, despilfarro y otras muestras de su fracaso y torpeza.

Ha llegado la hora de retirar sueldos, guardaespaldas, secretarios, coches, vigilantes, sobresueldos, precios a la cuarta parte de menús para los políticos en Congreso de Diputados, exenciones fiscales y otros muchos privilegios que no sólo no son merecidos, sino que hieren la dignidad de un pueblo obligado a sufragarlos.

Francisco Rubiales

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Lunes, 20 de Febrero 2017
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