Queremos que los grandes corruptos de la política sean condenados de por vida
El PP quiere ampliar los delitos que pueden ser condenados con prisión permanente revisable, una especie de cadena perpetua que cesa cuando se comprueba que el delincuente se ha reinsertado, pero entre las figuras contempladas no está la del político corrupto que roba y se niega a devolver el dinero sustraído.
Sin embargo, la sociedad española, de manera claramente mayoritaria, quiere endurecer las penas contra los corruptos e iniciar así la regeneración de una política que los políticos no quieren regenerar por voluntad propia porque se encuentran a gusto en la pocilga que ellos mismos han creado, en la que muchos miles de millones de euros de dinero procedente de los impuestos desaparecen para engrosar los patrimonios de miles de delincuentes con cargos en el Estado.
La historia de la humanidad enseña que cuando una clase política depravada ha abandonado la ética, la dureza de la ley debe servir de freno para evitar que las bandas de delincuentes políticos destrocen las naciones. Los expertos y pensadores políticos afirman que "Si carecen de ética y honor, que los políticos al menos teman la ley".
La sociedad española está escandalizada e indignada ante el auge de la corrupción y la facilidad con la que los corruptos se apropian de los bienes públicos. En la práctica, no existe un sólo político que no se haya enriquecido en el poder, unos más y otros menos, pero siempre terminan sus carreras con sus patrimonios abultados y disfrutando de pensiones vitalicias abundantes. Basta contemplar a presidentes nacionales y autonómicos, a ministros y consejeros para descubrir que el paso por la política les permitió cambiar de vida, vivir en urbanizaciones de lujo y disfrutar de la abundancia, después de haber colocado también a sus hijos y a otros familiares, gracias al poder que los ciudadanos les confiaron.
La política, en España, se ha convertido en la ruta más fácil hacia el poder y la riqueza, una carrera apetecida y envidiada porque a los que la practican no se les exige nada, ni siquiera un certificado de penales o una formación ética y profesional destacada.
Esa facilidad para lograr el éxito en la política, unida a la falta de leyes que castiguen a los políticos ladrones, corruptos y canallas convierte a España en una inmensa pocilga donde muchos cerdos disfrutan de un poder y de unos privilegios que no merecen y que los ciudadanos están obligados a soportar con humillación y rabia.
Ahora, cuando tanto la crisis económica como la política nos ha hecho ver a todos que la corrupción se ha adueñado de muchos espacios públicos y que las estructuras del poder, nacional y autonómico, son el refugio de no pocos delincuentes, los partidos politicos que han construido ese mundo asqueroso, sobre todo aquellos que han gobernado desde la muerte de Franco, PSOE, PP y nacionalistas vascos y catalanes, se niegan a emprender la ruta de la regeneración, que el pueblo les demanda.
Esa actitud recalcitrante en el delito y ese regodeo en la podredumbre están creando en España un peligroso divorcio entre los ciudadanos, que son los teóricos "soberanos" del sistema, y una clase política que los ignora, expolia y maltrata, una situación deleznable e injusta que siempre suele terminar en una revolución de los humillados contra los opresores.
Francisco Rubiales
Sin embargo, la sociedad española, de manera claramente mayoritaria, quiere endurecer las penas contra los corruptos e iniciar así la regeneración de una política que los políticos no quieren regenerar por voluntad propia porque se encuentran a gusto en la pocilga que ellos mismos han creado, en la que muchos miles de millones de euros de dinero procedente de los impuestos desaparecen para engrosar los patrimonios de miles de delincuentes con cargos en el Estado.
La historia de la humanidad enseña que cuando una clase política depravada ha abandonado la ética, la dureza de la ley debe servir de freno para evitar que las bandas de delincuentes políticos destrocen las naciones. Los expertos y pensadores políticos afirman que "Si carecen de ética y honor, que los políticos al menos teman la ley".
La sociedad española está escandalizada e indignada ante el auge de la corrupción y la facilidad con la que los corruptos se apropian de los bienes públicos. En la práctica, no existe un sólo político que no se haya enriquecido en el poder, unos más y otros menos, pero siempre terminan sus carreras con sus patrimonios abultados y disfrutando de pensiones vitalicias abundantes. Basta contemplar a presidentes nacionales y autonómicos, a ministros y consejeros para descubrir que el paso por la política les permitió cambiar de vida, vivir en urbanizaciones de lujo y disfrutar de la abundancia, después de haber colocado también a sus hijos y a otros familiares, gracias al poder que los ciudadanos les confiaron.
La política, en España, se ha convertido en la ruta más fácil hacia el poder y la riqueza, una carrera apetecida y envidiada porque a los que la practican no se les exige nada, ni siquiera un certificado de penales o una formación ética y profesional destacada.
Esa facilidad para lograr el éxito en la política, unida a la falta de leyes que castiguen a los políticos ladrones, corruptos y canallas convierte a España en una inmensa pocilga donde muchos cerdos disfrutan de un poder y de unos privilegios que no merecen y que los ciudadanos están obligados a soportar con humillación y rabia.
Ahora, cuando tanto la crisis económica como la política nos ha hecho ver a todos que la corrupción se ha adueñado de muchos espacios públicos y que las estructuras del poder, nacional y autonómico, son el refugio de no pocos delincuentes, los partidos politicos que han construido ese mundo asqueroso, sobre todo aquellos que han gobernado desde la muerte de Franco, PSOE, PP y nacionalistas vascos y catalanes, se niegan a emprender la ruta de la regeneración, que el pueblo les demanda.
Esa actitud recalcitrante en el delito y ese regodeo en la podredumbre están creando en España un peligroso divorcio entre los ciudadanos, que son los teóricos "soberanos" del sistema, y una clase política que los ignora, expolia y maltrata, una situación deleznable e injusta que siempre suele terminar en una revolución de los humillados contra los opresores.
Francisco Rubiales