No es la derecha y su poder mediático quien devalúa la acción del gobierno, ni el PP es el culpable de los notables retrocesos en las encuestas, sino el propio Zapatero, que está alborotando las aguas internas del socialismo español y al que algunos de sus compañeros más influyentes definen en privado como “un presidente a la deriva”.
Zapatero parece que actúa al margen de su partido y tiene a la cúpula socialista y casi todo su gabinete desorientado y de uñas. Felipe González argumenta que la labor de ZP está demoliendo no sólo lo que construyó Aznar, sino lo que construyó el socialismo español en su etapa.
María Teresa Fernández de la Vega, Rodríguez Ibarra, Jordi Sevilla y hasta Maragall se declaran desconcertados ante la política del “presi”, pero no se atreven a ir más lejos porque Zapatero les promete y garantiza que el Estatuto Catalán será “constitucionalizado” y aprobado sólo cuando esté “limpio como una patena”.
Maragall cuenta que él creía que el Estatuto no saldría con el texto actual, sino en una versión más “light” y que el primer sorprendido fue él cuando Zapatero, tras su famosa entrevista con Artur Mas, le llamó para decirle que el documento saldría en su versión más dura. Se lamenta también que ahora él será el culpable y la víctima ante la opinión pública. Alfonso Guerra dice que no puede creerse lo que está pasando y a Manuel Chaves, presidente del partido y co-responsable institucional de todo el problema, no le llega la camisa al cuello.
Los pocos amigos que le quedan, entre ellos Pepino Blanco, cuya lealtad a ZP parece blindada, justifican la situación afirmando que el presidente nunca ha perdido en su carrera política y que es un experto en complicar las cosas para luego arreglarlas y apuntarse el éxito.
Pero ese argumento no convence a los barones del partido y al medio centenar de viejos socialistas que vivieron el espíritu de la Transición y que siguen en el Parlamento. Algunos de ellos han advertido que votarán “no” a este Estatuto, aunque tengan que romper la disciplina.
El PSOE está en ebullición y dividido en dos bandos: los que creen todavía que Zapatero es un genio que, al final, saldrá victorioso del caos aparente, y los que creen que el presidente está fuera de control y a la deriva.
En lo que existe unanimidad es en el análisis de la "campaña" actual puesta en marcha desde los cuarteles zapateristas: todos creen que el camino no es organizar mítines de ataque al PP y resucitar el prestige y el "no a la guerra", sino dar un golpe de timón contundente que cambie el rumbo y permita a la nave escapar de la "trampa catalana".
Lo que queda por definir es qué entienden por golpe de timón contundente, si jubilar a ZP o sólo obligarle a rectificar.
Zapatero parece que actúa al margen de su partido y tiene a la cúpula socialista y casi todo su gabinete desorientado y de uñas. Felipe González argumenta que la labor de ZP está demoliendo no sólo lo que construyó Aznar, sino lo que construyó el socialismo español en su etapa.
María Teresa Fernández de la Vega, Rodríguez Ibarra, Jordi Sevilla y hasta Maragall se declaran desconcertados ante la política del “presi”, pero no se atreven a ir más lejos porque Zapatero les promete y garantiza que el Estatuto Catalán será “constitucionalizado” y aprobado sólo cuando esté “limpio como una patena”.
Maragall cuenta que él creía que el Estatuto no saldría con el texto actual, sino en una versión más “light” y que el primer sorprendido fue él cuando Zapatero, tras su famosa entrevista con Artur Mas, le llamó para decirle que el documento saldría en su versión más dura. Se lamenta también que ahora él será el culpable y la víctima ante la opinión pública. Alfonso Guerra dice que no puede creerse lo que está pasando y a Manuel Chaves, presidente del partido y co-responsable institucional de todo el problema, no le llega la camisa al cuello.
Los pocos amigos que le quedan, entre ellos Pepino Blanco, cuya lealtad a ZP parece blindada, justifican la situación afirmando que el presidente nunca ha perdido en su carrera política y que es un experto en complicar las cosas para luego arreglarlas y apuntarse el éxito.
Pero ese argumento no convence a los barones del partido y al medio centenar de viejos socialistas que vivieron el espíritu de la Transición y que siguen en el Parlamento. Algunos de ellos han advertido que votarán “no” a este Estatuto, aunque tengan que romper la disciplina.
El PSOE está en ebullición y dividido en dos bandos: los que creen todavía que Zapatero es un genio que, al final, saldrá victorioso del caos aparente, y los que creen que el presidente está fuera de control y a la deriva.
En lo que existe unanimidad es en el análisis de la "campaña" actual puesta en marcha desde los cuarteles zapateristas: todos creen que el camino no es organizar mítines de ataque al PP y resucitar el prestige y el "no a la guerra", sino dar un golpe de timón contundente que cambie el rumbo y permita a la nave escapar de la "trampa catalana".
Lo que queda por definir es qué entienden por golpe de timón contundente, si jubilar a ZP o sólo obligarle a rectificar.