El caso del socialismo español es paradigmático. Hay evidencias suficientes de que la Historia del PSOE ha sido un drama continuo para España y que cada vez que el PSOE gobierna España avanza hacia el desastre, la ruina económica y el fracaso. Las evidencias de corrupción son todavía más palpables. ¿Entonces por qué se les sigue votando? ¿Es que los que les votan no se enteran, carecen de información y sólo se mueven por viejos instintos y por falsa propaganda? ¿Qué oscuros mecanismos psicológicos empujan a una persona a votar a individuos de semejante calaña?
Para empezar hay que aclarar que el fenómeno afecta al mundo entero, aunque en ningún país de manera tan intensa y cruel como en España. Chile acaba de votar a un presidente izquierdista que, con toda seguridad, conducirá a los chilenos hasta la ruina y el atraso. En Venezuela, millones apoyaron al coronel Hugo Chaves, que los condujo hasta el desastre. En Cuba, millones de cubanos siguieron adorando el sanguinario tirano Fidel durante décadas y ahora no pueden escapar del castrismo brutal. En Nicaragua, muchos defienden a un delincuente como Daniel Ortega, que no duda en masacrar a los que se rebelan. Y así ocurre también en otros lugares tocados por la desgracia y lo irracional.
Que los pueblos votan a indeseables no es un accidente, ni un vaticinio interesado, sino una realidad demostrada. Hasta Estados Unidos se ha dejado llevar por la locura al abrirse las urnas y se ha votado presidentes medio deficientes, violentos y sin altura moral y humana suficiente.
La ignorancia y la miseria, por sí solas, no explican este estado de cosas, ya que las clases medias universitarias, supuestamente instruidas y debidamente acomodadas, participan muchas veces en la orgía del terror, a pesar de que, en teoría, son las que encabezan la carrera destino del progreso.
Quizás la clave esté en la frivolidad. Otra clave puede ser el odio porque de hecho hay muchos pueblos capaces de votar a un imbécil o a un criminal con tal de que no gobierne otro al que se odia. Muchos votan sin reflexionar y sin considerar que la consecuencia suele ser la ruina y hasta la muerte. Sólo un frívolo es capaz de criar en su jardín (la patria) una alimaña bestial como si se tratase de un inofensivo Yorkshire.
La frivolidad no es inocua: arrastra a los individuos a infiernos como el de las drogas y arrastra a las sociedades a infiernos como el del socialismo. Tan frívolo es quien esnifa cocaína y presume de saber disfrutar de la vida como quien vota al socialismo porque es lo que mola en Harvard o en las universidades españolas, infectadas de marxismo hasta el tuétano.
Es la orgía de los locos suicidas que nos arrastra a todos.
Francisco Rubiales
Para empezar hay que aclarar que el fenómeno afecta al mundo entero, aunque en ningún país de manera tan intensa y cruel como en España. Chile acaba de votar a un presidente izquierdista que, con toda seguridad, conducirá a los chilenos hasta la ruina y el atraso. En Venezuela, millones apoyaron al coronel Hugo Chaves, que los condujo hasta el desastre. En Cuba, millones de cubanos siguieron adorando el sanguinario tirano Fidel durante décadas y ahora no pueden escapar del castrismo brutal. En Nicaragua, muchos defienden a un delincuente como Daniel Ortega, que no duda en masacrar a los que se rebelan. Y así ocurre también en otros lugares tocados por la desgracia y lo irracional.
Que los pueblos votan a indeseables no es un accidente, ni un vaticinio interesado, sino una realidad demostrada. Hasta Estados Unidos se ha dejado llevar por la locura al abrirse las urnas y se ha votado presidentes medio deficientes, violentos y sin altura moral y humana suficiente.
La ignorancia y la miseria, por sí solas, no explican este estado de cosas, ya que las clases medias universitarias, supuestamente instruidas y debidamente acomodadas, participan muchas veces en la orgía del terror, a pesar de que, en teoría, son las que encabezan la carrera destino del progreso.
Quizás la clave esté en la frivolidad. Otra clave puede ser el odio porque de hecho hay muchos pueblos capaces de votar a un imbécil o a un criminal con tal de que no gobierne otro al que se odia. Muchos votan sin reflexionar y sin considerar que la consecuencia suele ser la ruina y hasta la muerte. Sólo un frívolo es capaz de criar en su jardín (la patria) una alimaña bestial como si se tratase de un inofensivo Yorkshire.
La frivolidad no es inocua: arrastra a los individuos a infiernos como el de las drogas y arrastra a las sociedades a infiernos como el del socialismo. Tan frívolo es quien esnifa cocaína y presume de saber disfrutar de la vida como quien vota al socialismo porque es lo que mola en Harvard o en las universidades españolas, infectadas de marxismo hasta el tuétano.
Es la orgía de los locos suicidas que nos arrastra a todos.
Francisco Rubiales