En España existen por los menos cien veces más injusticias, abusos, vejaciones a la ciudadanía y atentados contra la democracia que en Francia y mil motivos más para que los ciudadanos salgan a las calles y se rebelen contra un gobierno que, para la inmensa mayoría de los demócratas españoles, es inicuo. Pero en Francia salen y en España no ¿Por qué ocurre eso? ¿Es sólo cuestión de cobardía?
La cobardía del pueblo español es sólo una de las razones, pero no la única. Hay otras muchas que explican la tragedia de un pueblo que soporta ser aplastado por un mal gobernante. Quizás la principal de todas es que el poder político lleva tres décadas envileciendo a la sociedad con enorme éxito.
¿Cómo puede defender sus derechos y rebelarse contra los que abusan del poder un pueblo que apenas ha aprendido en las escuelas, al que jamás han hablado de deberes y que está integrado mayoritariamente por minusválidos intelectuales que acuden en masa ante el televisor para contemplar, al lado de sus hijos, la "fabulosa" vida de Belén Esteban y que disfrutan asistiendo a programas de televisión donde los protagonistas suelen ser macarras, prostitutas, mentirosos profesionales y canallas, personajes que se despellejan mutuamente ante las cámaras, mientras que los niños y adolescentes los miran como modelos a imitar? ¿Cómo pueden rebelarse los millones de españoles que sueñan con llegar a un cargo público para poder aprovecharse y robar, como hacen muchos de los actuales políticos? ¿Pueden ser rebeldes aquellos que se conforman con unas raciones ridículas de cerveza, tapas, envidia y fútbol, un cóctel utilizado tanto por el franquismo como por la falsa democracia para hipnotizar y aborregar a los españoles?
Guste o no guste, la obra maestra de la falsa democracia española, durante los últimos 30 años, ha sido degradar y, muchas veces, envilecer al pueblo español. El envilecimiento, de donde emana la cobardía, es lo único que explica por qué un pueblo que en el pasado fue noble e indomable, es hoy el hazmerreir del mundo al soportar a un gobierno sin altura, cuyas únicas herencias serán el endeudamiento, la pobreza y la tristeza generalizada, que ni siquiera es respetado por los demás gobernantes democráticos del mundo.
Hay otras muchas razones que explican la cobarde esclavitud de los españoles ante el poder político, desde el sometimiento al gobierno de periodistas e intelectuales a la utilización perversa del dinero público para apuntalar el poder, comprar voluntades, castigar al adversario y beneficiar a las propias huestes, pero mencionemos únicamente tres que consideramos fundamentales:
La corrupción ha hecho ya mella en la sociedad española y la ha alejado de valores como la justicia, la honradez, la decencia, el esfuerzo, la dignidad y otros muchos.
Los sindicatos, que son los convocantes y la punta de lanza de la rebelión francesa, son libres en Francia, mientras que en España están comprados por el gobierno, que los inunda de dinero y privilegios, lo que les impide ser libres y defender los verdaderos intereses de los trabajadores.
Los franceses demostraron suficientemente a lo largo de la Historia su sentido de la libertad y su decisión de enfrentarse al poder político cuando éste es injusto e indigno, no así en España, donde, salvo escasas excepciones, la sumisión y el miedo han dominado la relación histórica entre el pueblo y el poder.
Téngase en cuenta que los franceses están luchando contra su gobierno para impedir que les retraen la jubilación hasta los 62 años, mientras que en España ya nos jubilamos a los 65 y la van a retrasar hasta los 67. Además, los salarios en Francia están más altos; los franceses tienen mayor capacidad adquisitiva; la justicia funciona mejor en Francia; los nieveles de corrupción son muy inferiores en Francia; la protección social en Francia es mejor y la "casta" política francesa tiene muchas más capacidad intelectual, vergüenza, decencia y responsabilidad que la española.
La cobardía del pueblo español es sólo una de las razones, pero no la única. Hay otras muchas que explican la tragedia de un pueblo que soporta ser aplastado por un mal gobernante. Quizás la principal de todas es que el poder político lleva tres décadas envileciendo a la sociedad con enorme éxito.
¿Cómo puede defender sus derechos y rebelarse contra los que abusan del poder un pueblo que apenas ha aprendido en las escuelas, al que jamás han hablado de deberes y que está integrado mayoritariamente por minusválidos intelectuales que acuden en masa ante el televisor para contemplar, al lado de sus hijos, la "fabulosa" vida de Belén Esteban y que disfrutan asistiendo a programas de televisión donde los protagonistas suelen ser macarras, prostitutas, mentirosos profesionales y canallas, personajes que se despellejan mutuamente ante las cámaras, mientras que los niños y adolescentes los miran como modelos a imitar? ¿Cómo pueden rebelarse los millones de españoles que sueñan con llegar a un cargo público para poder aprovecharse y robar, como hacen muchos de los actuales políticos? ¿Pueden ser rebeldes aquellos que se conforman con unas raciones ridículas de cerveza, tapas, envidia y fútbol, un cóctel utilizado tanto por el franquismo como por la falsa democracia para hipnotizar y aborregar a los españoles?
Guste o no guste, la obra maestra de la falsa democracia española, durante los últimos 30 años, ha sido degradar y, muchas veces, envilecer al pueblo español. El envilecimiento, de donde emana la cobardía, es lo único que explica por qué un pueblo que en el pasado fue noble e indomable, es hoy el hazmerreir del mundo al soportar a un gobierno sin altura, cuyas únicas herencias serán el endeudamiento, la pobreza y la tristeza generalizada, que ni siquiera es respetado por los demás gobernantes democráticos del mundo.
Hay otras muchas razones que explican la cobarde esclavitud de los españoles ante el poder político, desde el sometimiento al gobierno de periodistas e intelectuales a la utilización perversa del dinero público para apuntalar el poder, comprar voluntades, castigar al adversario y beneficiar a las propias huestes, pero mencionemos únicamente tres que consideramos fundamentales:
La corrupción ha hecho ya mella en la sociedad española y la ha alejado de valores como la justicia, la honradez, la decencia, el esfuerzo, la dignidad y otros muchos.
Los sindicatos, que son los convocantes y la punta de lanza de la rebelión francesa, son libres en Francia, mientras que en España están comprados por el gobierno, que los inunda de dinero y privilegios, lo que les impide ser libres y defender los verdaderos intereses de los trabajadores.
Los franceses demostraron suficientemente a lo largo de la Historia su sentido de la libertad y su decisión de enfrentarse al poder político cuando éste es injusto e indigno, no así en España, donde, salvo escasas excepciones, la sumisión y el miedo han dominado la relación histórica entre el pueblo y el poder.
Téngase en cuenta que los franceses están luchando contra su gobierno para impedir que les retraen la jubilación hasta los 62 años, mientras que en España ya nos jubilamos a los 65 y la van a retrasar hasta los 67. Además, los salarios en Francia están más altos; los franceses tienen mayor capacidad adquisitiva; la justicia funciona mejor en Francia; los nieveles de corrupción son muy inferiores en Francia; la protección social en Francia es mejor y la "casta" política francesa tiene muchas más capacidad intelectual, vergüenza, decencia y responsabilidad que la española.