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¿Por qué España, antes temida por su valentía, es hoy uno de los países más cobardes del mundo?



Los españoles hemos sido escandalosamente cobardes al soportar la obra de nuestros políticos, sean de derecha o de izquierda, en los últimos años, guardando silencio y manteniéndonos quietos mientras endeudaban al país hasta la locura, lo llenaban de corrupción, alimentaron el independentismo, llenaban el país de políticos enchufados que cobran del Estado, politizaron la Justicia, nos expoliaron con impuestos injustos, saquearon las cajas de ahorro, convirtieron las autonomías en nidos de sátrapas corruptos, crearon un Estado seboso y tan enorme que es casi imposible de financiar y realizaron otras muchas tropelías y abusos de poder.

El actual comportamiento de Pedro Sánchez, que utiliza el dinero público para hacer campaña electoral y gobierna a golpe de decretos, a pesar de que los gobiernos en funciones están sólo para solucionar emergencias y asuntos urgentes, es el último eslabón humillante y cobarde de una cadena que debería llenar de vergüenza al pueblo español, capaz de soportar todo tipo de abusos e iniquidades sin mover un dedo ni ejercer la necesaria protesta ciudadana.

Unos dicen que esa cobardía floreció porque los españoles nos hemos enriquecido demasiado rápidamente y eso nos ha acobardado porque ahora, al ser propietarios de viviendas, coches y vivir en la más confortable comodidad, tenemos mucho que perder. Otros dicen que los españoles más valientes y osados murieron casi todos, con las armas en la mano, en nuestra guerra civil de 1936, de la que sobrevivieron los más cobardes. Ese exterminio de los valientes habría cambiado nuestros genes y provocado la desaparición de aquellos españoles temibles que conquistaron el mundo y que no sufrieron ni una sola derrota militar en doscientos años.
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Lo cierto es que la España actual es un país de cobardía probada y demostrada, incapaz siquiera de enfrentarse o alzarse contra los políticos que malgobiernan y oprimen la nación, llenándola de injusticias y de abusos. He oído afirmar a políticos que "los españoles lo soportan todo" y la historia les da la razón.

En Gran Bretaña, el libro «La historia del Brexit», recientemente publicado en la colección Ladybird, describe a España como "un país de cobardes". Los chistes de cobardes los protagonizaban no hace mucho los italianos, pero les estamos arrebatando el primer puesto y cada día son más los chistes y las risas a costa de la cobardía española en el mundo.

Tenemos los políticos más corruptos de Europa, pagamos más impuestos, proporcionalmente, que cualquier otro país de Europa, se nos humilla y desprecia en los foros internacionales, como acaba de ocurrir en la negociación del Brexit, en la que hemos soportado a unos políticos de Bruselas que han preferido beneficiar al fuerte que se marcha antes que al débil que se queda, además de escuchar sin reaccionar al presidente del gobierno español haciendo el ridículo internacional al afirmar que él ha vencido, cuando todos los expertos del planeta le dicen que le han engañado como a un chino (de los de antes, porque los de ahora no se dejan engañar).

Los franceses, ante una subida del precio de los combustibles, están arrasando las ciudades y exigiendo la dimisión del presidente Macrón, pero en España nos lo suben todo, pagamos la energía más cara de Europa, los políticos nos saquean los bancos y nuestros bolsillos con impuestos brutales, millones de familias bordean la pobreza, han institucionalizado el robo, la arbitrariedad y la injusticia, han prostituido la democracia y aquí no se levanta ni una mosca.

Los españoles tienen sobrados motivos para plantarse ante sus políticos y exigirles la dignidad, la decencia, la eficacia y el sentido de la justicia y la verdad que no tienen, pero nadie lo hace y los miserables campean a sus anchas, llenando el país de porquería y fracaso. Muchos ciudadanos no quieren que las autonomías sigan vivas, que los corruptos devuelvan el botín, que los partidos no se financien con el dinero de los impuestos y que los partidos que odian a España y desean romperla sean legales y no puedan sentarse en el Congreso, pero de nada les sirve porque carecemos el valor de obligar a los políticos, que en realidad son nuestros servidores, a que conecten con la voluntad popular, como es su deber. Esa constante exhibición de poder ante el pueblo y de arrogancia canalla sólo tiene dos salidas: o te rebelas y te enfrentas al Estado o te achantas y soportas las vejaciones de los políticos, odiándolos a cambio. Esto último es lo que ocurre en la acobardada España.

Ni siquiera hemos reaccionado con la furia debida ante el golpe de estado de los catalanes, ni ante la conspiración nacionalista para romper España, ni ante el auge de los herederos de ETA. Nuestros gobiernos, indignos en lo que se refiere a la cobardía, negociaban con los catalanes y vascos de espaldas al pueblo y mienten sin descanso para ocultar sus miserias, sin que nadie alzara la voz.

Los españoles hemos pasado demasiado velozmente desde la cultura de la pobreza y del esfuerzo a la prosperidad y la gente se ha hecho conservadora y cobarde, dispuesta a todo con tal de no perder sus comodidades y privilegios. Es así, con la aceptación de un comportamiento cobarde, como se deja el campo libre al miedo, que se estimula desde el poder, y esa cobardía es la razón principal de que el miedo domine nuestras vidas.

Los culpables de que el miedo esté penetrando hasta la médula de la sociedad española no son sólo los políticos, sus partidos y sus aliados mediáticos, sino los propios ciudadanos, incapaces de defender sus libertades y de plantarle cara al sucio chantaje del miedo que el poder político está inyectando a grandes dosis en la sociedad.

Quizás, a modo de purgante, nos ayude a entender lo que ocurre la lectura del siguiente párrafo, extraído del libro "Políticos, los nuevos amos;, del que soy autor:

"El Estado ha mostrado muchas veces sentir más temor de sus propios súbditos que de sus enemigos externos. Los Estados, cuando son agredidos por otros Estados, se inclinan a negociar, pero, cuando el ataque procede de uno de sus súbditos, se limitan a castigarlo. Otros observadores interpretan este fenómeno desde una óptica distinta y sostienen que el Estado es una máquina que se muestra tanto más cruel e implacable cuanto más débil sea su adversario. De hecho, el Estado se ha mostrado siempre más tolerante frente a grupos poderosos como mafias, logias y organizaciones delictivas que frente a un ladrón o un revolucionario frustrado. Otro extraño fenómeno observado es que el Estado, cuyo poder suele ser terriblemente eficaz, se muestra sospechosamente torpe frente a adversarios como las bandas terroristas o la delincuencia organizada, grupos con los que a veces hasta parece sentirse cómodo. Así, no es extraño que el Estado negocie con terroristas y hampones y llegue a perdonarles hasta los delitos de sangre, a cambio de la rendición o la paz, mientras que esa actitud es impensable si el contrario es un simple ciudadano que comete su primer delito."

Francisco Rubiales

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Domingo, 3 de Marzo 2019
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