Europa empieza a descubrir que España, mas que una democracia, es un vertedero de injusticias y abusos de poder perpetrados por una clase política completamente ajena a la democracia. El dictamen de condena del Tribunal Europeo de Justicia contra la legislación hipotecaria española, que ha provocado dolor, sufrimientos y cientos de suicidios, muchos de ellos camuflados y ocultados desde el poder, es un síntoma de que los europeos están descubriendo por fin la tenebrosa verdad política sobre España. Aunque lo haya desmentido Soraya Saenz de Santamaría, en nombre del gobierno de Rajoy, tiene razón el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuando afirma que en España existe una profunda relación entre déficit público y corrupción. El saqueo impune de las cajas de ahorro, el robo que se perpetra desde el poder, el enriquecimiento ilícito de miles de políticos y la concesión arbitraria y venal de subvenciones, concesiones, ayudas y otros favores inconfesables agudizan el déficit público español y aceleran la ruina del país.
El alejamiento de la democracia no es un problema actual sino antiguo y consustancial al sistema político español, que fue diseñado por falsos demócratas con demasiada influencia autoritaria y con vocación de engañar al pueblo para heredar el poder del franquismo agonizante. Desde entonces empezaron los males. La Constitución fue redactada en una cafetería por gente que desconocía la democracia, especialmente por dos sujetos como Abril Martorell y Alfonso Guerra, el primero un franquista mal reciclado y el segundo un trilero político con doble disfraz, el de socialista y el de demócrata. Gonzalez fue el capitán de los trileros y un maestro del engaño; Aznar fue un arrogante engreído que no tuvo agallas para ser de derechas, Zapatero fue un inútil con sonrisa de ángel, manipulador y mentiroso, y Rajoy es un falso manipulador, insensible y analfabeto en democracia.
Toda esta gente ha podrido el país y ha degradado el sistema hasta extremos sobrecogedores. Todos han convivido fácilmente con la corrupción y se aficionaron a la mentira. Cada uno de ellos se sintió con derecho a legislar y gobernar en contra de la voluntad popular y ni uno de ellos tuvo el más mínimo respeto a la democracia y al ciudadano, al que ígnoraron y aplastaron.
Las leyes que regulan las hipotecas y los desahucios han sido declaradas contrarias a la democracia y a las normas europeas, pero hay otras muchas leyes, normas y costumbres del sistema español que serían declaradas igualmente ajenas a la democracia y a la decencia elemental, desde el diseño del Estado, irracional, monstruoso, insostenible y plagado de enchufados e inútiles familiares y amigos del poder hasta la generosa financiación pública de los partidos políticos y sindicatos, algo que el ciudadano odia y cuya supresión reclama a gritos sin que los arrogantes y antidemócratas políticos les hagan caso.
Pero hay otros cientos de leyes y costumbres que son abiertamente contrarias a la democracia y que en España tienen una vigencia cruel y desalmada. Los impuestos abusivos, la desigualdad ante la ley, el nombramiento de jueces y magistrados por parte de los partidos políticos, la ausencia de democracia en la vida interna de los partidos, la tortura encubierta en comisarías y cuarteles, el acoso y persecución del adversario, las concesiones de contratos y subvenciones, muchas veces tramposas y trucadas, el cobro de comisiones, el urbanismo salvaje, el enriquecimiento ilícito de miles de políticos, el saqueo sistemático al que han sido sometidas las cajas de ahorro, la estafa masiva a los ciudadanos con las participaciones preferentes, realizada con permiso del Banco de España y de la clase política en general, que ha participado del expolio, las listas negras de empresarios y pensadores, el amiguismo el enchufismo, el nepotismo, las oposiciones a cargos públicos trucadas y mil otras tropelías, chapuzas, fechorías y delitos, además de todas las modalidades posibles de corrupción y chulería, vigentes en una España que se parece más a un gigantesco vertedero que a una verdadera democracia.
El pueblo español, que era el mas fiel e ilusionado con la democracia hace apenas dos décadas, es hoy un pueblo frustrado que desconfía de sus dirigentes y que repudia el sistema. Cuando le preguntan, responde que los políticos son el tercer gran problema del país y la corrupción pública el segundo. Solamente el drama de la economía hundida tiene más rechazo que los gobernantes que abusan y de los corruptos. Ese dato demoscópicos es suficientemente grave para provocar una refundación del sistema, la dimisión masiva de la clase política fracasada y el precintado de unos partidos políticos que, por el número de causas abiertas y en investigación por los tribunales, se parecen a bandas organizadas de malhechores. De hecho, desde la muerte de Franco, la única organización que ha protagonizado más delitos que el PSOE y el PP es la banda terrorista de ETA, pero en los últimos años, desde que los etarras dejaron de asesinar, no existe mayor concentración de degeneración, abuso y delito en España que la representada por los grandes partidos políticos.
Aunque la Europa actual, pilotada por una Alemania que huele a deslealtad y egoísmo, no es precisamente un modelo de democracia y decencia, como lo ha demostrado al robar a los ciudadanos su dinero en Chipre, debería obligar a los políticos españoles a que sean menos sádicos y que por lo menos disimulen más su sucia vocación opresora y anticiudadana. Europa, a pesar de sus terribles carencias, no puede mantenerse por mas tiempo al margen del gran escándalo español, un país donde los poderes públicos han permitido que muchos de sus hijos, aplastados injustamente por el poder político y financiero, se suiciden arrojándose por las ventanas o quemándose delante de las instituciones bancarias, sin defensa posible y sometidos al imperio de la maldad política y económica de las élites. España, mas que un rescate económico o que una recapitalización de sus bancos necesita que los actuales partidos políticos sean suprimidos y precintados y que el sistema se refunde, esta vez para crear una auténtica democracia, no la basara que ha construido la clase política española, probablemente la mas sucia y antidemocrática del continente europeo y de todo Occidente.
El alejamiento de la democracia no es un problema actual sino antiguo y consustancial al sistema político español, que fue diseñado por falsos demócratas con demasiada influencia autoritaria y con vocación de engañar al pueblo para heredar el poder del franquismo agonizante. Desde entonces empezaron los males. La Constitución fue redactada en una cafetería por gente que desconocía la democracia, especialmente por dos sujetos como Abril Martorell y Alfonso Guerra, el primero un franquista mal reciclado y el segundo un trilero político con doble disfraz, el de socialista y el de demócrata. Gonzalez fue el capitán de los trileros y un maestro del engaño; Aznar fue un arrogante engreído que no tuvo agallas para ser de derechas, Zapatero fue un inútil con sonrisa de ángel, manipulador y mentiroso, y Rajoy es un falso manipulador, insensible y analfabeto en democracia.
Toda esta gente ha podrido el país y ha degradado el sistema hasta extremos sobrecogedores. Todos han convivido fácilmente con la corrupción y se aficionaron a la mentira. Cada uno de ellos se sintió con derecho a legislar y gobernar en contra de la voluntad popular y ni uno de ellos tuvo el más mínimo respeto a la democracia y al ciudadano, al que ígnoraron y aplastaron.
Las leyes que regulan las hipotecas y los desahucios han sido declaradas contrarias a la democracia y a las normas europeas, pero hay otras muchas leyes, normas y costumbres del sistema español que serían declaradas igualmente ajenas a la democracia y a la decencia elemental, desde el diseño del Estado, irracional, monstruoso, insostenible y plagado de enchufados e inútiles familiares y amigos del poder hasta la generosa financiación pública de los partidos políticos y sindicatos, algo que el ciudadano odia y cuya supresión reclama a gritos sin que los arrogantes y antidemócratas políticos les hagan caso.
Pero hay otros cientos de leyes y costumbres que son abiertamente contrarias a la democracia y que en España tienen una vigencia cruel y desalmada. Los impuestos abusivos, la desigualdad ante la ley, el nombramiento de jueces y magistrados por parte de los partidos políticos, la ausencia de democracia en la vida interna de los partidos, la tortura encubierta en comisarías y cuarteles, el acoso y persecución del adversario, las concesiones de contratos y subvenciones, muchas veces tramposas y trucadas, el cobro de comisiones, el urbanismo salvaje, el enriquecimiento ilícito de miles de políticos, el saqueo sistemático al que han sido sometidas las cajas de ahorro, la estafa masiva a los ciudadanos con las participaciones preferentes, realizada con permiso del Banco de España y de la clase política en general, que ha participado del expolio, las listas negras de empresarios y pensadores, el amiguismo el enchufismo, el nepotismo, las oposiciones a cargos públicos trucadas y mil otras tropelías, chapuzas, fechorías y delitos, además de todas las modalidades posibles de corrupción y chulería, vigentes en una España que se parece más a un gigantesco vertedero que a una verdadera democracia.
El pueblo español, que era el mas fiel e ilusionado con la democracia hace apenas dos décadas, es hoy un pueblo frustrado que desconfía de sus dirigentes y que repudia el sistema. Cuando le preguntan, responde que los políticos son el tercer gran problema del país y la corrupción pública el segundo. Solamente el drama de la economía hundida tiene más rechazo que los gobernantes que abusan y de los corruptos. Ese dato demoscópicos es suficientemente grave para provocar una refundación del sistema, la dimisión masiva de la clase política fracasada y el precintado de unos partidos políticos que, por el número de causas abiertas y en investigación por los tribunales, se parecen a bandas organizadas de malhechores. De hecho, desde la muerte de Franco, la única organización que ha protagonizado más delitos que el PSOE y el PP es la banda terrorista de ETA, pero en los últimos años, desde que los etarras dejaron de asesinar, no existe mayor concentración de degeneración, abuso y delito en España que la representada por los grandes partidos políticos.
Aunque la Europa actual, pilotada por una Alemania que huele a deslealtad y egoísmo, no es precisamente un modelo de democracia y decencia, como lo ha demostrado al robar a los ciudadanos su dinero en Chipre, debería obligar a los políticos españoles a que sean menos sádicos y que por lo menos disimulen más su sucia vocación opresora y anticiudadana. Europa, a pesar de sus terribles carencias, no puede mantenerse por mas tiempo al margen del gran escándalo español, un país donde los poderes públicos han permitido que muchos de sus hijos, aplastados injustamente por el poder político y financiero, se suiciden arrojándose por las ventanas o quemándose delante de las instituciones bancarias, sin defensa posible y sometidos al imperio de la maldad política y económica de las élites. España, mas que un rescate económico o que una recapitalización de sus bancos necesita que los actuales partidos políticos sean suprimidos y precintados y que el sistema se refunde, esta vez para crear una auténtica democracia, no la basara que ha construido la clase política española, probablemente la mas sucia y antidemocrática del continente europeo y de todo Occidente.