Los andaluces no votan una y otra vez socialista sólo porque la red clientelar del PSOE sea invencible, sino también porque las otras opciones que se le presentan carecen de atractivo y credibilidad. Conozco a muchos andaluces que, ante el panorama que se les presenta, no acudirán a las urnas, votarán nulo o repetirán voto socialista, sin ilusión alguna, sólo porque lo que les ofrece el PP, Ciudadanos o Podemos les resulta insoportable.
En una Andalucía donde el espacio rural sigue siendo decisivo, la jefa de la tropa corrupta socialista, Susana Díaz, se enfrenta a un líder del PP (Juan Manuel Moreno Bonilla) plano y aburrido, sin moral de victoria alguna, a un candidato de Ciudadanos (Juan Marín) que cae mal porque es un transfuga profesional que ha militado en muchos partidos y que ha apoyado a los socialistas durante la actual legislatura, y a una candidata de Podemos (Teresa Rodriguez), peculiar y atípica, que parece salida de un puesto de verduras en una plaza de abasto, pero que despierta la misma confianza que un gato montés. Solo VOX representa algo de frescura y esperanza en Andalucía, pero el partido es poco conocido todavía y aparece ante los ojos de millones de andaluces, previamente desinformados y manipulados por la falsa propaganda del poder, como un peligroso representante de la extrema derecha.
Millones de andaluces, ante las urnas, son víctimas inseguras que no saben que votar porque la deteriorada democracia española no es capaz de despertar en ellos ilusión alguna o esperanza. Sólo los que ya han sido contaminados por el socialismo y convertidos en parásitos adictos a los regalos del gobierno, los puestos de trabajo creados para ellos, las subvenciones y los subsidios, tienen claro que seguirán votando a sus amos, encabezados por Susana Díaz, sin que tengan en ellos peso o influencia los pavorosos escándalos por corrupción o el tener que pagar los impuestos más elevados de España, o estar tristemente suscritos al atraso, al desempleo endémico y a la pobreza.
No hay en este momento, en toda España, un pueblo más sometido al deterioro democrático que Andalucía, una tierra que reúne condiciones para ser la más próspera de España, pero a la que el socialismo ha convertido en un páramo incapaz de despegar, con las puertas cerradas hacia las oportunidades, la libertad para competir, la prosperidad, el verdadero progreso y los servicios de calidad.
El socialismo lleva cuatro décadas gobernando Andalucía y en todo ese tiempo, a pesar de haber recibido más de 100.000 millones de euros de fondos europeos para que se desarrolle, la región sigue situada en la cola de Europa, alejada de la prosperidad y del desarrollo, con sus servicios fundamentales en profundo deterioro, desde la otrora envidiable sanidad a la educación, con un gobierno tan poderoso que domina casi la mitad de la economía de la región y que ha sabido narcotizar a la población y someter e infiltrar a la sociedad civil, las empresas y a la mayoría de los medios de comunicación con subvenciones y chanchullos que debilitan y asfixian.
Y, ante la tristeza de las ofertas electorales, todo indica que Andalucía seguirá en las mazmorras por cuatro años más.
Francisco Rubiales
En una Andalucía donde el espacio rural sigue siendo decisivo, la jefa de la tropa corrupta socialista, Susana Díaz, se enfrenta a un líder del PP (Juan Manuel Moreno Bonilla) plano y aburrido, sin moral de victoria alguna, a un candidato de Ciudadanos (Juan Marín) que cae mal porque es un transfuga profesional que ha militado en muchos partidos y que ha apoyado a los socialistas durante la actual legislatura, y a una candidata de Podemos (Teresa Rodriguez), peculiar y atípica, que parece salida de un puesto de verduras en una plaza de abasto, pero que despierta la misma confianza que un gato montés. Solo VOX representa algo de frescura y esperanza en Andalucía, pero el partido es poco conocido todavía y aparece ante los ojos de millones de andaluces, previamente desinformados y manipulados por la falsa propaganda del poder, como un peligroso representante de la extrema derecha.
Millones de andaluces, ante las urnas, son víctimas inseguras que no saben que votar porque la deteriorada democracia española no es capaz de despertar en ellos ilusión alguna o esperanza. Sólo los que ya han sido contaminados por el socialismo y convertidos en parásitos adictos a los regalos del gobierno, los puestos de trabajo creados para ellos, las subvenciones y los subsidios, tienen claro que seguirán votando a sus amos, encabezados por Susana Díaz, sin que tengan en ellos peso o influencia los pavorosos escándalos por corrupción o el tener que pagar los impuestos más elevados de España, o estar tristemente suscritos al atraso, al desempleo endémico y a la pobreza.
No hay en este momento, en toda España, un pueblo más sometido al deterioro democrático que Andalucía, una tierra que reúne condiciones para ser la más próspera de España, pero a la que el socialismo ha convertido en un páramo incapaz de despegar, con las puertas cerradas hacia las oportunidades, la libertad para competir, la prosperidad, el verdadero progreso y los servicios de calidad.
El socialismo lleva cuatro décadas gobernando Andalucía y en todo ese tiempo, a pesar de haber recibido más de 100.000 millones de euros de fondos europeos para que se desarrolle, la región sigue situada en la cola de Europa, alejada de la prosperidad y del desarrollo, con sus servicios fundamentales en profundo deterioro, desde la otrora envidiable sanidad a la educación, con un gobierno tan poderoso que domina casi la mitad de la economía de la región y que ha sabido narcotizar a la población y someter e infiltrar a la sociedad civil, las empresas y a la mayoría de los medios de comunicación con subvenciones y chanchullos que debilitan y asfixian.
Y, ante la tristeza de las ofertas electorales, todo indica que Andalucía seguirá en las mazmorras por cuatro años más.
Francisco Rubiales