Cinco crisis asolan España: la primera es la crisis financiera, de carácter mundial, que ha convertido el dinero en un bien escaso y miedoso; la segunda es la de la escalada del precio del crudo, también mundial, que dispara la inflación y sofoca los transportes; la tercera es la del estallido de la burbuja del ladrillo, internacional pero especialmente virulenta en España, un país que había crecido gracias a su impresionante desarrollo urbanístico e inmobiliario; la cuarta es la corriente de protestas y huelgas salvaje que atraviesa e impregna a la sociedad española, que se siente frustrada y manipulada, cuyas primeras manifestaciones son las actuales huelgas salvajes de camioneros y de pescadores, pero a las que sucederán capítulos sucesivos de ciudadanos cabreados e indignados por el mal gobierno, la corrupción, la tiranía de los partidos políticos y el abuso del poder político; y la quinta, seguramente la más grave, es una crisis generalizada de confianza en el liderazgo, en las instituciones y en el sistema que afecta no sólo a la economía, sino a toda la sociedad, causando graves daños al mercado, a la convivencia y a la producción.
Si a esas cinco crisis convergentes se agregan los efectos demoledores que proyectan sobre la sociedad y el futuro de los españoles como pueblo un mal gobierno, inepto y frívolo, al frente del cual se encuentra un iluminado llamado Zapatero, con una desconcertante confianza en su suerte, incapaz de tomar medidas para frenar el declive económico, inútil a la hora de enfrentarse a las fuerzas centripetas y disgregadoras del nacionalismo, sin la suficiente valentía para defender ideas y principios frente a mafias y bandas con intereses ajenos a los de la nación, impotente para garantizar la seguridad a sus ciudadanos, sin brio para acabar con la corrupción política, sin la solvencia necesaria para generar confianza, únicamente preocupado por la imagen, acobardado e incapaz de tomar medidas impopulares, puede afirmarse sin miedo a error que España está al borde del colapso como nación y como sociedad moderna y desarrollada.
Si a esas cinco crisis convergentes se agregan los efectos demoledores que proyectan sobre la sociedad y el futuro de los españoles como pueblo un mal gobierno, inepto y frívolo, al frente del cual se encuentra un iluminado llamado Zapatero, con una desconcertante confianza en su suerte, incapaz de tomar medidas para frenar el declive económico, inútil a la hora de enfrentarse a las fuerzas centripetas y disgregadoras del nacionalismo, sin la suficiente valentía para defender ideas y principios frente a mafias y bandas con intereses ajenos a los de la nación, impotente para garantizar la seguridad a sus ciudadanos, sin brio para acabar con la corrupción política, sin la solvencia necesaria para generar confianza, únicamente preocupado por la imagen, acobardado e incapaz de tomar medidas impopulares, puede afirmarse sin miedo a error que España está al borde del colapso como nación y como sociedad moderna y desarrollada.