La crisis y, sobre todo, la huelga de transportes está poniendo en evidencia la escasa calidad de la democracia española y las perversiones y déficits de un sistema político ineficaz e injusto, que practica la hipocresía, que únicamente vive de la imagen y que hace aguas por todas partes.
Decidido a evitar la confrontación para conservar su imagen y no perder votos, el gobierno está permitiendo el delito en estos días duros de huelga. Los piquetes "informativos" sindicales, en muchos casos verdaderas bandas de matones violentos, actúan amedrentando a los ciudadanos y a los trabajadores que desean trabajar, sin que la policía, que tiene instrucciones claras del gobierno. haga nada por impedirlo.
Los ciudadanos, que tienen derecho a llenar de combustible los dopósitos de sus coches y a adquirir alimentos, son abandonados por un poder político que ha olvidado que está al servicio del pueblo y que el ciudadano es el soberano del sistema que les paga sus sueldos.
Los grandes sindicatos y sus líderes guardan un vergonzoso silencio que evidencia hasta que punto se han convertido en "clientes" del poder político, en receptores de unas subvenciones y privilegios masivos que les han abotargado y convertido en cobardes incapaces de defender los intereses de los trabajadores y de la sociedad.
El gobierno olvida tristemente sus deberes y convierte a España en un país sin dignidad. Obligado por la Constitución a "cumplir y hacer cumplir la ley", el gobierno no cumple con su deber primordial y está escondido, permitiendo que el caos y el miedo se apropien del país y que los acaparadores y los histéricos dominen el paisaje.
La sospecha de que este gobierno de Zapatero no sabe gobernar sino únicamente manipular las mentes se convierte en realidad.
Los que conocen al líder dicen que Zapatero sólo está preocupado de su imagen y que, desconcertado y paralizado en la Moncloa, sólo confía en su suerte para superar la crisis económica, la huelga y cualquier otro mal que amenace su futuro.
Decidido a evitar la confrontación para conservar su imagen y no perder votos, el gobierno está permitiendo el delito en estos días duros de huelga. Los piquetes "informativos" sindicales, en muchos casos verdaderas bandas de matones violentos, actúan amedrentando a los ciudadanos y a los trabajadores que desean trabajar, sin que la policía, que tiene instrucciones claras del gobierno. haga nada por impedirlo.
Los ciudadanos, que tienen derecho a llenar de combustible los dopósitos de sus coches y a adquirir alimentos, son abandonados por un poder político que ha olvidado que está al servicio del pueblo y que el ciudadano es el soberano del sistema que les paga sus sueldos.
Los grandes sindicatos y sus líderes guardan un vergonzoso silencio que evidencia hasta que punto se han convertido en "clientes" del poder político, en receptores de unas subvenciones y privilegios masivos que les han abotargado y convertido en cobardes incapaces de defender los intereses de los trabajadores y de la sociedad.
El gobierno olvida tristemente sus deberes y convierte a España en un país sin dignidad. Obligado por la Constitución a "cumplir y hacer cumplir la ley", el gobierno no cumple con su deber primordial y está escondido, permitiendo que el caos y el miedo se apropien del país y que los acaparadores y los histéricos dominen el paisaje.
La sospecha de que este gobierno de Zapatero no sabe gobernar sino únicamente manipular las mentes se convierte en realidad.
Los que conocen al líder dicen que Zapatero sólo está preocupado de su imagen y que, desconcertado y paralizado en la Moncloa, sólo confía en su suerte para superar la crisis económica, la huelga y cualquier otro mal que amenace su futuro.