Pedro Sánchez y la ministra Montero, verdadera entusiasta de las brutales subidas de impuestos que el gobierno planea
La subida de impuestos es, por desgracia, una de las pocos proyectos conocidos por los ciudadanos del próximo gobierno que presidirá Pedro Sánchez, dominado por la opacidad y las incógnitas.
Los impuestos son muy importantes, quizás lo más importante para los ciudadanos libres. Los ingleses perdieron Estados Unidos porque los colonos se negaron a pagar impuestos desproporcionados y fueron a la guerra. La Revolución Francesa fue una respuesta de las clases medias a los abusivos “Impuestos de Guerra” de los borbones. Del mismo modo, los españoles condenarán el socialismo y echarán a Sanchez a patadas si se empeñan en saquear su riqueza, conquistada a partir del triunfo de Franco, cuyo régimen llenó España de clases medias y trabajadores prósperos.
La obsesión por subir impuestos, algunos tan injustos y delictivos como el de Sucesiones, el que saquea las herencias, contra el que se ha levantado la opinión pública española, no sólo demuestra la arrogancia descerebrada de los socialistas, sino que exhibe toda la impudicia de un sistema cuyos dirigentes se creen con derecho a oponerse a la voluntad popular y a gobernar en contra de los deseos e intereses de sus ciudadanos.
Sánchez caerá y con él caerá también ese socialismo resucitado que se parece al comunismo como dos gotas de agua y que aspira a lo mismo, pero sin sangre ni revoluciones traumáticas. El sueño de Sánchez, como el de Lenin, Trosky y Stalin, es destruir el mundo existente para construir sobre sus cenizas un mundo dominado por el Estado, que ellos controlarán de manera férrea, como lo controlan los comunistas en Cuba, China, Venezuela, Nicaragua y otros países sojuzgados.
La revolución estatalista y sin sangre que proyecta Sánchez tiene en la subida de impuestos uno de sus pilares. Los impuestos brutales tienen por objetivo no sólo dotar al Estado de recursos y pagar los lujos y privilegios de los que mandan, sino, sobre todo, aplastar a las clases medias, que son las que sostienen el edificio de las libertades y los derechos en el mundo libre occidental.
Es cierto que los españoles lo han soportado todo hasta ahora, pero se rebelarán sin duda ante las subidas brutales de impuestos que proyecta el insensato y peligroso Pedro Sánchez. España es cobarde porque se ha hecho rica rápidamente y los españoles, por primera vez en muchos siglos, tienen mucho que perder si arriesgan sus vidas en guerras y conflictos sangrientos, pero esa riqueza, además de generar la cobardía de los nuevos ricos, genera furia contra los ladrones que llegan para arrebatarla, incluso si esos ladrones controlan el Estado y tienen sillones en el Consejo de Ministros.
En las Trece Colonias de América la guerra empezó con un duro boicot al té, mientras que en España la resistencia al abuso gubernamental socialista comenzará con un boicot a la recaudación, que descenderá en lugar de subir cuando los nuevos impuestos de Sánchez entren en la escena.
El espectáculo será apasionante, si no fuera porque el conflicto puede llevarse por delante la riqueza y la pujanza de la economía española, que ahora crece por encima del 2 por ciento y muy por encima de la media europea, una riqueza que el insensato Sánchez se dispone a capar con su codicia de niñato, provocando una estampida de las empresas y la indignación y boicot de las fuerzas productivas de toda España.
Francisco Rubiales
Los impuestos son muy importantes, quizás lo más importante para los ciudadanos libres. Los ingleses perdieron Estados Unidos porque los colonos se negaron a pagar impuestos desproporcionados y fueron a la guerra. La Revolución Francesa fue una respuesta de las clases medias a los abusivos “Impuestos de Guerra” de los borbones. Del mismo modo, los españoles condenarán el socialismo y echarán a Sanchez a patadas si se empeñan en saquear su riqueza, conquistada a partir del triunfo de Franco, cuyo régimen llenó España de clases medias y trabajadores prósperos.
La obsesión por subir impuestos, algunos tan injustos y delictivos como el de Sucesiones, el que saquea las herencias, contra el que se ha levantado la opinión pública española, no sólo demuestra la arrogancia descerebrada de los socialistas, sino que exhibe toda la impudicia de un sistema cuyos dirigentes se creen con derecho a oponerse a la voluntad popular y a gobernar en contra de los deseos e intereses de sus ciudadanos.
Sánchez caerá y con él caerá también ese socialismo resucitado que se parece al comunismo como dos gotas de agua y que aspira a lo mismo, pero sin sangre ni revoluciones traumáticas. El sueño de Sánchez, como el de Lenin, Trosky y Stalin, es destruir el mundo existente para construir sobre sus cenizas un mundo dominado por el Estado, que ellos controlarán de manera férrea, como lo controlan los comunistas en Cuba, China, Venezuela, Nicaragua y otros países sojuzgados.
La revolución estatalista y sin sangre que proyecta Sánchez tiene en la subida de impuestos uno de sus pilares. Los impuestos brutales tienen por objetivo no sólo dotar al Estado de recursos y pagar los lujos y privilegios de los que mandan, sino, sobre todo, aplastar a las clases medias, que son las que sostienen el edificio de las libertades y los derechos en el mundo libre occidental.
Es cierto que los españoles lo han soportado todo hasta ahora, pero se rebelarán sin duda ante las subidas brutales de impuestos que proyecta el insensato y peligroso Pedro Sánchez. España es cobarde porque se ha hecho rica rápidamente y los españoles, por primera vez en muchos siglos, tienen mucho que perder si arriesgan sus vidas en guerras y conflictos sangrientos, pero esa riqueza, además de generar la cobardía de los nuevos ricos, genera furia contra los ladrones que llegan para arrebatarla, incluso si esos ladrones controlan el Estado y tienen sillones en el Consejo de Ministros.
En las Trece Colonias de América la guerra empezó con un duro boicot al té, mientras que en España la resistencia al abuso gubernamental socialista comenzará con un boicot a la recaudación, que descenderá en lugar de subir cuando los nuevos impuestos de Sánchez entren en la escena.
El espectáculo será apasionante, si no fuera porque el conflicto puede llevarse por delante la riqueza y la pujanza de la economía española, que ahora crece por encima del 2 por ciento y muy por encima de la media europea, una riqueza que el insensato Sánchez se dispone a capar con su codicia de niñato, provocando una estampida de las empresas y la indignación y boicot de las fuerzas productivas de toda España.
Francisco Rubiales