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Pedro Sánchez es un simple monigote al que nadie ama



La figura de Pedro Sánchez a veces impresiona por el aparente poder que exhibe, por su imagen de seguridad y porque parece no existir otro con capacidad de gobernar España, pero en realidad Pedro Sánchez no es nada. Es un vulgar monigote, mediocre y vacío de poder, sin aprecio ni respeto por gran parte de su pueblo, sostenido sólo por el socialismo deteriorado y por sus corruptos clientes, casi todos ellos sacando beneficios de la pobre y sobreexplotada España. Pedro Sánchez sólo es dueño del desprecio que suscita entre los españoles decentes, del escaso peso de España en el mundo, del endeudamiento creciente, del despilfarro, del Estado obeso que él ha contribuido a construir, del fracaso de España en Cataluña y el País Vasco, dos tierras ricas que se quieren marchar de la nación, y de la falta de ilusiones y esperanzas en una nación española a la que le entra agua a chorros por las brechas que tiene abiertas en la línea de flotación.

Sin la menor duda, Sánchez es un fracaso, aunque sea el que manda, porque más de la mitad de España no le quiere y gran parte de la que le vota lo hace por interés. Es todo un fantoche, fatuo y fantasma que nos conduce hacia el fracaso. Tan sólo en diez meses de gobierno, gran parte de ese tiempo en situación provisional, ha incrementado la deuda española en 18.000 millones de euros, todo un record que supera el despilfarro enloquecido de los dos campeones anteriores: Zapatero y Rajoy.
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Pedro Sánchez es el dueño absoluto de la nada, de su liderazgo deteriorado, de un país que quiere regenerarse y sus políticos se lo impiden, del rechazo de millones de sus compatriotas y de su incapacidad para pactar y obtener el respeto de gente honorable.

Los amigos de Sánchez son los codiciosos del poder, los que aman el dinero fácil, los subvencionados y los que necesitan al Estado para medrar. Nadie que ame el autogobierno y la madurez puede sentir aprecio por Sánchez, el amigo del dinero sin trabajar, de los que llegan a España para delinquir, de los menas que cobran más dinero y ayudas que los jóvenes españoles, de los expertos en ordeñar al Estado.

En teoría España debería estar en las calles pidiendo su marcha y exigiendo un gobierno de personas decentes, pero nadie se mueve, quizás por cobardía o porque son muchos los que viven de ordeñar la vaca pública y les interesa que el vaquero sea como Pedro, tolerante con la codicia y el abuso, un grupo sin moral en el que hay políticos, empresarios, proveedores del sistema, profesionales vendidos, periodistas sometidos y explotadores de todo género.

Hay demasiados españoles ganando dinero a chorros, entre ellos decenas de miles de políticos incapaces de justificar sus abultados patrimonios, miles que cobran sin facturar, decenas de miles que no saben lo que son los impuestos y los miles que tienen fácil acceso a los contratos públicos y subvenciones trucadas. Esa gente, aunque sean de derechas, defenderá a Sánchez porque les garantiza expoliar sin preocupación.

Los que nunca podrán defenderle son los integrantes de las clases medias desvalijadas, los jóvenes sin futuro, los demócratas y reformistas que quieren una España regenerada, los intelecturales honrados, los profesionales decentes, los periodistas libres y los empresarios que creen en la calidad y en la honradez.

Tampoco podrán sentirse satisfechos los españoles que piensan y reflexionan en libertad, aterrorizados por la capacidad de despilfarro del tal Pedro Sánchez, que en tan solo diez meses ha incrementado en 18.000 millones de euros la deuda de España, empujando así al país hacia la quiebra.

Todo lo anterior puede resumirse que la España que defiende a Sánchez es la España más podrida y deteriorada, la que ha aprendido a ordeñar el Estado y a sobrevivir en la crisis de manera truculenta, la de los que viven del poder y la que esperan que los suyos ganen para repartirse el botín, mientras que sus enemigos son la España decente que quiere resurgir, la que añora la democracia y la verdad, dos valores fundamentales que el "sanchismo" ha mandado al exilio, la que emplea el sentido común y la que ama la libertad.

El "sanchismo" no es un accidente, sino una lacra lógica, producto de décadas de deterioro de la política y de los valores. Quien espere que el martirio de Sánchez y la degradación del socialismo pasen pronto, que esperen sentados. La enfermedad es crónica y tardará décadas en curarse, si es que algún día sana.

Francisco Rubiales


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Viernes, 5 de Julio 2019
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