Si tuviera que elegir entre un parásito y un especulador elegiría siempre a este último. El especulador es un predador, pero cumple también funciones positivas en la selección y fortalecimiento de las especies porque señala a los débiles y los ataca. Es un tipo de policía especializado en detectar cuerpos enfermos. Lógicamente, el parásito, que necesita sigilo y oscuridad para perpetrar su expolio, queda perjudicado por el especulador, que descubre ante el mundo su abuso letal.
Es lo que ha ocurrido en España. Cuando Zapatero y sus cómplices tenían el cuerpo enfermo de España exhausto y esquelético por la sobreexplotación, por el despilfarro, el endeudamiento y las legiones de enchufados y amigos que han incrustado en las ubres del Estado, han llegado los especuladores y han atacado el cuerpo débil, revelando ante el mundo entero la verdad: que España estaba en el abismo, presa de un parásito sin misericordia, peligroso y, a la larga, mortal. Gracias a los especuladores, los problemas de España han entrado en vías de solución; sin los especuladores, seguiríamos siendo víctimas silenciosas e indefensas de la peor banda de vampiros. Gracias a la alerta de los especualdores han llegado los incómodos testigos para descubrir el expolio: la prensa internacional, los expertos, la Unión Europea y las grandes instituciones internacionales.
La fiesta ruín del parásito ha sido estropeada por el especulador y Zapatero está tan cabreado que habla de "¡Conspiración!
Sin los especuladores, los españoles estaríamos condenados porque nuestro parásito jefe pertenece a una de las especies más peligrosas y dañinas del planeta, a una que extrae la sangre con anestesia, ocultando sus colmillos detrás de bondades y sonrisas, engañando incluso a la misma presa, contando con el apoyo de millones de cómplices engañados por las malas artes del brujo-parásito.
Ahora se acabó la fiesta. La Europa próspera, seria y trabajadora acudirá para salvar el cuerpo mortecino de España, pero exigirá que el parásito sea maniatado, para que no pueda seguir chupando, o erradicado con DDT. Y serán los alemanes, franceses y otros europeos solventes los que aporten dinero (transfusión), combatan la cultura de la cobardía y sumisión al parásito, impulsen el esfuerzo y el sacrificio como recetas que reconstituyan al enfermo y estableceran barreras, normas y cautelas en la economía española para evitar que los vampiros sigan chupando con desenfreno.
La verdadera naturaleza del parásito quedó en evidencia el martes, dia 9 de febrero, cuando el Congreso una inmensa mayoría instó a Zapatero que redujera en un 25 por ciento los altos cargos de su gobierno. Es la cuarta vez que se lo piden, pero el parásito se niega a prescindir de su corte de servidores, especialmente de los que él mismo ha situado para que le ayuden a extraer más sustancia del cuerpo parasitado.
El parásito va a resistirse hasta el final y sólo abandonará el cuerpo de España cuando le obliguen. Es un explotador pertinaz y ciego que no tiene en cuenta que las encuestas le son desfavorables, que crece y ya es mayoritaria la masa de los que le rechazan, que dos de cada tres españoles desconfían de él, que tres de cada cuatro condenan su gestión y que surgen como hongos los que le acusan de insensato, incluso en sus propias filas. Es tan contumaz y voraz que ni siquiera se conmueve cuando contempla los efectos letales de su acción parásita: cinco millones de parados, ocho millones de pobres, un país sin consuelo ni esperanza y una nación sin futuro con sus calles llenas de gente triste, muchas de las cuales reciben alimentos de caridad y duermen en los soportales, entre cartones y plásticos.
Gracias, especuladores, por señalar al intruso y gracias también a los que ya se acercan con el spray de DDT en la mano, aunque ¡ojalá no hubiera sido necesaria vuestra presencia!
En su defensa, el acosado José Luis afirma que él no acupó cuerpo alguno por la fuerza, que fueron los españoles los que le llamaron, nada menos que dos veces. Y en eso tiene razón porque España está poblada de borregos masoquistas reincidentes, aunque oculta sagazmente que él fue llamado para gobernar y engrandecer, no para crear miseria y enfermedad a España.
Es lo que ha ocurrido en España. Cuando Zapatero y sus cómplices tenían el cuerpo enfermo de España exhausto y esquelético por la sobreexplotación, por el despilfarro, el endeudamiento y las legiones de enchufados y amigos que han incrustado en las ubres del Estado, han llegado los especuladores y han atacado el cuerpo débil, revelando ante el mundo entero la verdad: que España estaba en el abismo, presa de un parásito sin misericordia, peligroso y, a la larga, mortal. Gracias a los especuladores, los problemas de España han entrado en vías de solución; sin los especuladores, seguiríamos siendo víctimas silenciosas e indefensas de la peor banda de vampiros. Gracias a la alerta de los especualdores han llegado los incómodos testigos para descubrir el expolio: la prensa internacional, los expertos, la Unión Europea y las grandes instituciones internacionales.
La fiesta ruín del parásito ha sido estropeada por el especulador y Zapatero está tan cabreado que habla de "¡Conspiración!
Sin los especuladores, los españoles estaríamos condenados porque nuestro parásito jefe pertenece a una de las especies más peligrosas y dañinas del planeta, a una que extrae la sangre con anestesia, ocultando sus colmillos detrás de bondades y sonrisas, engañando incluso a la misma presa, contando con el apoyo de millones de cómplices engañados por las malas artes del brujo-parásito.
Ahora se acabó la fiesta. La Europa próspera, seria y trabajadora acudirá para salvar el cuerpo mortecino de España, pero exigirá que el parásito sea maniatado, para que no pueda seguir chupando, o erradicado con DDT. Y serán los alemanes, franceses y otros europeos solventes los que aporten dinero (transfusión), combatan la cultura de la cobardía y sumisión al parásito, impulsen el esfuerzo y el sacrificio como recetas que reconstituyan al enfermo y estableceran barreras, normas y cautelas en la economía española para evitar que los vampiros sigan chupando con desenfreno.
La verdadera naturaleza del parásito quedó en evidencia el martes, dia 9 de febrero, cuando el Congreso una inmensa mayoría instó a Zapatero que redujera en un 25 por ciento los altos cargos de su gobierno. Es la cuarta vez que se lo piden, pero el parásito se niega a prescindir de su corte de servidores, especialmente de los que él mismo ha situado para que le ayuden a extraer más sustancia del cuerpo parasitado.
El parásito va a resistirse hasta el final y sólo abandonará el cuerpo de España cuando le obliguen. Es un explotador pertinaz y ciego que no tiene en cuenta que las encuestas le son desfavorables, que crece y ya es mayoritaria la masa de los que le rechazan, que dos de cada tres españoles desconfían de él, que tres de cada cuatro condenan su gestión y que surgen como hongos los que le acusan de insensato, incluso en sus propias filas. Es tan contumaz y voraz que ni siquiera se conmueve cuando contempla los efectos letales de su acción parásita: cinco millones de parados, ocho millones de pobres, un país sin consuelo ni esperanza y una nación sin futuro con sus calles llenas de gente triste, muchas de las cuales reciben alimentos de caridad y duermen en los soportales, entre cartones y plásticos.
Gracias, especuladores, por señalar al intruso y gracias también a los que ya se acercan con el spray de DDT en la mano, aunque ¡ojalá no hubiera sido necesaria vuestra presencia!
En su defensa, el acosado José Luis afirma que él no acupó cuerpo alguno por la fuerza, que fueron los españoles los que le llamaron, nada menos que dos veces. Y en eso tiene razón porque España está poblada de borregos masoquistas reincidentes, aunque oculta sagazmente que él fue llamado para gobernar y engrandecer, no para crear miseria y enfermedad a España.
Comentarios: