España quizás ocupe ya el primer puesto en el ranking mundial de la cobardía y el sometimiento ciego al poder. Antes eran los italianos, pero ahora somos los españoles los protagonistas de las burlas y de los chistes de cobardes en todo el mundo. Muchos afirman que el español es un tipo "con los huevos de adorno" y hablan con sorpresa de la transformación de un pueblo que fue famoso por su bravura y por la valentía de sus soldados. De hecho, los famosos "tercios" viejos de España fueron invencibles en todo el mundo durante un siglo y medio, causando terror y estragos en cada batalla.
Ciertamente es difícil encontrar en la historia moderna un pueblo que haya transitado en tan poco tiempo de la valentía a la mansedumbre. La guerra civil española de 1936 fue un conflicto terrible y sanguinario, pero fue una lucha de valientes, en la que cada bando defendía hasta morir su visión del mundo. Hoy es difícil imaginar a un español muriendo por una idea o al menos que luchara por defender sus ideas y principios. Un amigo sevillano que imparte clases en la facultad de Derecho me dijo no hace mucho que con tan solo un centenar de soldados rifeños, de los que trajo Franco de Marruecos y empleó como tropas de choque en 1936, podría conquistarse hoy España entera.
La cobardía española no resiste un análisis serio y carece de explicaciones racionales. Es casi imposible encontrar en el mundo un pueblo tan manso y acobardado como el actual de España, que ha sido capaz de soportar tantas toneladas de saqueos, abusos, ignominia y humillaciones de unos pocos políticos, a los que, estúpidamente, sigue admirando y apoyando.
No hemos sido capaces de obligar a los políticos a que paguen por sus delitos, ni a que devuelvan lo robado, ni a que bajen los impuestos abusivos que nos cobran, ni a que dejen de acosar a los emprendedores, que se han visto obligado a cerrar cientos de miles de empresas por culpa de la clase dirigente, ni a que abandonen sus privilegios inmerecidos, ni a que adelgacen un Estado que es el mas grueso e incosteable de toda Europa, con mas políticos cobrando del erario que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos.
Ahora llegan las elecciones autonómicas y municipales, una ocasión para que los ciudadanos depositen en las urnas un voto de castigo contra esa clase política culpable de haber construido un país desigual, injusto, arruinado y lleno de desempleados, nuevos pobres y políticos arrogantes y enriquecidos a toda prisa. Pero en lugar de castigar a los verdugos, el cobarde pueblo español les ratificará en el poder y apoyará, de manera incomprensible, cuatro años mas de dominio y abuso.
Si españoles del pasado como Blas de Lezo, Gonzalo Fernández de Córdoba, Daoiz, Gravina Rodrigo Díaz de Vivar y otros muchos valiosos y valientes servidores de la nación salieran de sus tumbas y contemplaran el festival de escándalos de corrupción que envilece al país, se arrojarían de nuevo al subsuelo y se enterrarían indignados por la cobardía y bajeza moral de sus conciudadanos del siglo XXI, capaces de soportar el dominio inicuo de legiones de sátrapas, salteadores y corruptos incrustados en el Estado.
Lo peor es que el horizonte de la regeneración no se ve por ningún lado y que la reacción rebelde que tantos deseamos probablemente no aparezca en muchos años, lo que llevará a nuestras generaciones a pasar a la Historia como una triste y despreciable manada de cobardes.
Nadie se explica en el mundo de las personas dignas la pasividad bovina de esos millones de españoles que permiten que les arrebaten sus derechos, ni cómo avanzan invencibles la injusticia y la pobreza. No es fácil entender cómo el pueblo español ha podido caer tan bajo. Ni siquiera hemos conseguido lo que es elemental: castigar a los corruptos que saquearon las cajas de ahorro y robaron los ahorros ciudadanos con la estafa de las participaciones preferentes y subordinadas. Tampoco hemos logrado que los ladrones devuelvan el botín, ni que decenas de miles de políticos que se han enriquecido inexplicablemente se sienten ante los jueces.
Ante ese festival de cobardía, el mundo primero se ha sorprendido y después ha empezado a reírse y a burlarse de los cobardes españoles, que se dejan arrebatar sus derechos sin rebelarse, sin ni siquiera lograr que se cumpla la ley escrita en la Carta Magna.
Decididamente, España es un país de gallinas que reculan ante sus verdugos.
Ciertamente es difícil encontrar en la historia moderna un pueblo que haya transitado en tan poco tiempo de la valentía a la mansedumbre. La guerra civil española de 1936 fue un conflicto terrible y sanguinario, pero fue una lucha de valientes, en la que cada bando defendía hasta morir su visión del mundo. Hoy es difícil imaginar a un español muriendo por una idea o al menos que luchara por defender sus ideas y principios. Un amigo sevillano que imparte clases en la facultad de Derecho me dijo no hace mucho que con tan solo un centenar de soldados rifeños, de los que trajo Franco de Marruecos y empleó como tropas de choque en 1936, podría conquistarse hoy España entera.
La cobardía española no resiste un análisis serio y carece de explicaciones racionales. Es casi imposible encontrar en el mundo un pueblo tan manso y acobardado como el actual de España, que ha sido capaz de soportar tantas toneladas de saqueos, abusos, ignominia y humillaciones de unos pocos políticos, a los que, estúpidamente, sigue admirando y apoyando.
No hemos sido capaces de obligar a los políticos a que paguen por sus delitos, ni a que devuelvan lo robado, ni a que bajen los impuestos abusivos que nos cobran, ni a que dejen de acosar a los emprendedores, que se han visto obligado a cerrar cientos de miles de empresas por culpa de la clase dirigente, ni a que abandonen sus privilegios inmerecidos, ni a que adelgacen un Estado que es el mas grueso e incosteable de toda Europa, con mas políticos cobrando del erario que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos.
Ahora llegan las elecciones autonómicas y municipales, una ocasión para que los ciudadanos depositen en las urnas un voto de castigo contra esa clase política culpable de haber construido un país desigual, injusto, arruinado y lleno de desempleados, nuevos pobres y políticos arrogantes y enriquecidos a toda prisa. Pero en lugar de castigar a los verdugos, el cobarde pueblo español les ratificará en el poder y apoyará, de manera incomprensible, cuatro años mas de dominio y abuso.
Si españoles del pasado como Blas de Lezo, Gonzalo Fernández de Córdoba, Daoiz, Gravina Rodrigo Díaz de Vivar y otros muchos valiosos y valientes servidores de la nación salieran de sus tumbas y contemplaran el festival de escándalos de corrupción que envilece al país, se arrojarían de nuevo al subsuelo y se enterrarían indignados por la cobardía y bajeza moral de sus conciudadanos del siglo XXI, capaces de soportar el dominio inicuo de legiones de sátrapas, salteadores y corruptos incrustados en el Estado.
Lo peor es que el horizonte de la regeneración no se ve por ningún lado y que la reacción rebelde que tantos deseamos probablemente no aparezca en muchos años, lo que llevará a nuestras generaciones a pasar a la Historia como una triste y despreciable manada de cobardes.
Nadie se explica en el mundo de las personas dignas la pasividad bovina de esos millones de españoles que permiten que les arrebaten sus derechos, ni cómo avanzan invencibles la injusticia y la pobreza. No es fácil entender cómo el pueblo español ha podido caer tan bajo. Ni siquiera hemos conseguido lo que es elemental: castigar a los corruptos que saquearon las cajas de ahorro y robaron los ahorros ciudadanos con la estafa de las participaciones preferentes y subordinadas. Tampoco hemos logrado que los ladrones devuelvan el botín, ni que decenas de miles de políticos que se han enriquecido inexplicablemente se sienten ante los jueces.
Ante ese festival de cobardía, el mundo primero se ha sorprendido y después ha empezado a reírse y a burlarse de los cobardes españoles, que se dejan arrebatar sus derechos sin rebelarse, sin ni siquiera lograr que se cumpla la ley escrita en la Carta Magna.
Decididamente, España es un país de gallinas que reculan ante sus verdugos.