Hace meses amenazaba a Pedro Sánchez con descaro: “o me das cuatro ministerios o votamos en contra de tu investidura”, pero hoy es su vicepresidente. A pesar de ese éxito aparente, Pablo Iglesias es un modelo de fracaso político, con escasos votos, al que los españoles jamás le permitirían ganar unas elecciones. Como Drácula, necesita un "servidor" para que le otorgue poder. Ese papel lo está cumpliendo a la perfección Pedro Sánchez y con él todo el PSOE, un partido que ha emprendido una deriva incomprensible hacia la oscuridad y el absolutismo.
Iglesias es un tipo cambiante que antes alababa la pobreza sencilla del pueblo pero ahora es millonario, que a veces aplaude al rey, al que antes quería guillotinar, y que en el fondo de su corazón aspira a ser presidente de una Tercera República Española, continuación de la fue derrotada por Franco.
Unidas Podemos, inseguro y nervioso, tras pegar tantos bandazos como Ciudadanos, está muriendo en el poder, desprestigiándose y llenándose de contradicciones en un gobierno que ya es considerado en Europa y el mundo como antidemocrático, antipopular, torpe y ruinoso para los españoles.
La crisis del coronavirus está llenando de vergüenza y oprobio al dúo Sánchez-Iglesias, culpable de la peor gestión realizada en el mundo de la pandemia y de haber sembrado España de cadáveres, sobre todo de ancianos, a los que han expulsado de este mudo sin piedad, en soledad, sin amor y sin respeto.
Pocos políticos han sido tan dañinos como Pablo Iglesias para la democracia española. El líder de Unidas Podemos ha destrozado y desprestigiado el sistema democrático en tan solo cuatro años. Su biografía demuestra que se ha alejado de sus principios y se ha enriquecido de manera inexplicable.
En menos de tres años, Pablo Iglesias ha pasado de ser el chico de Vallecas que vivía con su abuela a ser el dueño de una villa en una urbanización de empresarios y millonarios.
Su partido nació pujante, recogiendo en su seno a los indignados y a los decepcionados por la suciedad de la democracia española y la indecencia de los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, pero Iglesias lo destrozó en poco tiempo, acabando con su universalidad, su impulso ciudadano, su capacidad de despertad ilusión y esperanza y sus valores populares, convirtiéndolo en sectario, vertical, antidemocrático y comunista.
Con la credibilidad perdida, con su partido dividido y con sus antiguos amigos en desbandada, Pablo Igesias es un cadáver, aunque él no lo sepa, a pesar de su poder. Sabe que lo crucificarán cuando ya no pueda repartir poder y dinero entre los suyos. El poder y el reparto del botín son su única salida para evitar ser despedazado.
Francisco Rubiales
Iglesias es un tipo cambiante que antes alababa la pobreza sencilla del pueblo pero ahora es millonario, que a veces aplaude al rey, al que antes quería guillotinar, y que en el fondo de su corazón aspira a ser presidente de una Tercera República Española, continuación de la fue derrotada por Franco.
Unidas Podemos, inseguro y nervioso, tras pegar tantos bandazos como Ciudadanos, está muriendo en el poder, desprestigiándose y llenándose de contradicciones en un gobierno que ya es considerado en Europa y el mundo como antidemocrático, antipopular, torpe y ruinoso para los españoles.
La crisis del coronavirus está llenando de vergüenza y oprobio al dúo Sánchez-Iglesias, culpable de la peor gestión realizada en el mundo de la pandemia y de haber sembrado España de cadáveres, sobre todo de ancianos, a los que han expulsado de este mudo sin piedad, en soledad, sin amor y sin respeto.
Pocos políticos han sido tan dañinos como Pablo Iglesias para la democracia española. El líder de Unidas Podemos ha destrozado y desprestigiado el sistema democrático en tan solo cuatro años. Su biografía demuestra que se ha alejado de sus principios y se ha enriquecido de manera inexplicable.
En menos de tres años, Pablo Iglesias ha pasado de ser el chico de Vallecas que vivía con su abuela a ser el dueño de una villa en una urbanización de empresarios y millonarios.
Su partido nació pujante, recogiendo en su seno a los indignados y a los decepcionados por la suciedad de la democracia española y la indecencia de los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, pero Iglesias lo destrozó en poco tiempo, acabando con su universalidad, su impulso ciudadano, su capacidad de despertad ilusión y esperanza y sus valores populares, convirtiéndolo en sectario, vertical, antidemocrático y comunista.
Con la credibilidad perdida, con su partido dividido y con sus antiguos amigos en desbandada, Pablo Igesias es un cadáver, aunque él no lo sepa, a pesar de su poder. Sabe que lo crucificarán cuando ya no pueda repartir poder y dinero entre los suyos. El poder y el reparto del botín son su única salida para evitar ser despedazado.
Francisco Rubiales