Colaboraciones

PROYECTO PARA SALVAR A OCCIDENTE (II y FIN)





El musulmán parte del argumento de que el Islam es la culminación de las otras religiones monoteístas, por lo que, en lugar de considerar su integración, los hijos de Alá han dibujado ya su proyecto de salvación de Europa y constituido una forma muy elaborada de presentar la actual crisis europea y el papel que el Islam puede tener en ella.

Se urde particularmente incisiva y verosímil la relación de Occidente con el Islam. La idea es sencilla, intrigante y terrible. El mundo occidental ha perdido la fe. Esta civilización anda desasida de creencias, postrada en un atenazante estertor espiritual e mental. El Islam, piensan, ha de acudir a salvar Occidente del esclerótico camastro en que se debate por ingerir la repulsa del cristianismo y del judaísmo. La inmigración musulmana paulatinamente introducida en diferentes naciones es la primera oleada conquistadora de la empresa espiritual que el Islam tiene misión de acometer; ha de reinstaurar la espiritualidad en Occidente, pero no una espiritualidad cualquiera, sino la que culmina y sobrepasa las otras religiones monoteístas, el Islam, que salvará ese orbe increyente de su decadencia. El Islam es el futuro de Occidente, en especial de Europa, para desechar la crisis que la aqueja.

En España, esta yihat viene a ser una reconquista, la toma de un territorio previamente islamizado que se conciliará en sí mismo, cuando desentierre su raíz islámica, inserta en su cultura. Precisamente, desde los atentados del 11 de marzo, aquí se ha acelerado en el fondo la destrucción de la nación española; no es, desde la perspectiva de Tarik Ramadán y las huestes musulmanas, más que el primer paso, la fase experimental del proceso que se aplicará dentro de algún tiempo en el resto de Europa.

Al respecto, ya lo decíamos en el mes de julio: “El complicado y extenso entramado de la yihad neosalafista global se propone el impulso islámico de la juventud musulmana en Europa, la reeducación que combate la integración y suscita la incitación a la yihad, la obtención de fondos y la difusión de consignas islamistas. El ámbito de operaciones yihadistas, como ya expresó el instigador Ben Laden allá por los noventa, no se encuentra limitado por ninguna circunstancia ni esfera geográfica; su idea es conseguir la reunificación política del espacio musulmán en un imperio político islámico: la fundación de un gran califato, cuyo dominio abarcará, desde el extremo occidental del Mediterráneo, hasta los territorios del sudeste asiático”.

Lo ocurrido en Francia no es la revuelta de jóvenes marginales de los suburbios de las ciudades, es una realidad muy distinta; inexplicable sin duda, si no se considera, no ya la marginalidad, sino la componente islámica de estos jóvenes antisistema, anti nuestro sistema. En Inglaterra, se confeccionaron diversas encuestas tras los atentados del pasado 7 de julio. Resulta que seis de cada diez jóvenes musulmanes encuestados expresaban su firme convencimiento de que es su deber religioso no integrarse en la sociedad que los acoge. Ocho de cada diez defendía la idea de que el gobierno británico debía aceptar que la sharia sea legalmente su código civil y criminal por encima de la ley británica. El problema de la juventud musulmana no reside en la falta de trabajo o en la escasez; su inquietud es el imperativo de su islamismo, la dificultad está en su profundo rechazo de nuestro status social y forma de vida.

Aunque el ministro del interior, N. Sarkozy, continua con su tenaza de firmeza y tolerancia cero frente a los intolerantes, la sociedad francesa ha cobrado miedo ante lo que ve, temor que no se elimina con más concesiones o intentos de asimilación; habida cuenta de que la juventud islámica está más conectada con lo que pasa en las calles de Damasco, Bagdad y Casablanca que con el barrio en el que vive. Forzar la apertura política y religiosa en el mundo árabe sigue siendo un imperativo para el bienestar y prosperidad de esos pueblos y para nuestra propia seguridad. La firmeza en el interior de Europa debe verse acompañada por la democratización del Oriente Medio y del Norte de África. Tal vez ahora, que lo están sufriendo en sus propias carnes, los dirigentes franceses capten el mérito de George Bush al promover esta idea. Lo contrario es apostar por una Europa arabizada, rendida a las fuerzas radicales y fundamentalistas. Europa, si no aviva el seso, será Eurabia.


Camilo Valverde Mudarra


Franky  
Viernes, 10 de Febrero 2006
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