Los errores, directos o por omisión, de un gobierno, no dejan de serlo porque lo griten mil o diez millones de personas. Si se lo dice una sola persona, ya debe autocriticarse y
analizar lo que oye, tomando medidas impersonales y totalmente neutrales con la única referencia de la ley y de la justicia, entendidas desde el estado de derecho, de todos los ciudadanos.
Particularmente creo que la razón y la ley no aumenta ni disminuye porque las vocee una persona sola o porque se junten un millón. El deber, la obligación ineludible de un gobierno es respetarla y hacerla respetar sin que nadie tenga que emplear su tiempo y salir a sufrir sus inclemencias, para recordarle que lo hace fatal o lo que es peor, promociona y patrocina la ilegalidad liderando el bochornoso espectáculo del linchamiento de los que se oponen a ello desde un cívico e impecable alineamiento con la ley justa, en igualdad para todos.
Civismo y alineamiento, con la ley y la justicia, que no ha merecido la felicitación del jefe del ejecutivo, como se apresurara a hacer con los organizadores de la reciente e impecable manifestación independentista y antiespañola, celebrada en Barcelona y cuyo objetivo era la extorsión y amenaza para favorecer sus abusivas reivindicaciones estatutarias, muy lejos de ser para el bienestar común o en pro de nada justo o legal.
Eludir la responsabilidad mediante el descrédito de los que padecen las consecuencias, es de canallas. Hacerlo con algo tan vano y estúpido como contar a la baja, a los que se lo dicen civilizadamente en las calles de un país donde la mayor parte del 'estado de derecho' está privatizado y personalizado, por el hampa que lo degrada, es de canallas bananeros tercermundistas.
Los que nos mojamos ayer, por el agua y por dar la cara cumpliendo con la responsabilidad de exigir justicia contra los que la escamotean de forma indigna y criminal, no salimos a contarnos los unos a los otros. No salimos a que además de padecer el Estado de ilegalidad, nos descalificaran contándonos como a reses y argumentando que éramos "cuatro gatos insuficientes".
¿Cuantos son necesarios para llamar criminal a los criminales? ¿Cuantos son suficientes para llamar traidor a los que utilizan al Estado contra la Nación?
Cualquiera de nosotros, como individuo, sabíamos que nos sobraba razón para hacerlo. Hacerlo desde aquí, como ahora, o estar allí solo es una anécdota aritmética sin más importancia.
La única reflexión válida de la manifestación de ayer es lamentar que se den las circunstancias que nos obliga a hacerlo, aquí o en la calle. Que se está mancillando el derecho de muchos ciudadanos...o aunque sea el de uno solo, no se puede consentir, independientemente de que la protesta sea mas o menos multitudinaria.
La única solución es cambiar esas circunstancias y realinear al Estado con la legalidad vigente poniéndolo al servicio de la Nación, recuperando el nivel de civismo y convivencia que los españoles deseamos y merecemos. Esto pasa por el indudable hecho de la dimisión o expulsión y sustitución, de Zapatero por el propio partido socialista. No es político, no es inteligente, es frívolo, rencoroso, fantasioso e irresponsable. A su currículum solo cabe añadir que además es el presidente de gobierno de una Nación que odia.
Clandestino
analizar lo que oye, tomando medidas impersonales y totalmente neutrales con la única referencia de la ley y de la justicia, entendidas desde el estado de derecho, de todos los ciudadanos.
Particularmente creo que la razón y la ley no aumenta ni disminuye porque las vocee una persona sola o porque se junten un millón. El deber, la obligación ineludible de un gobierno es respetarla y hacerla respetar sin que nadie tenga que emplear su tiempo y salir a sufrir sus inclemencias, para recordarle que lo hace fatal o lo que es peor, promociona y patrocina la ilegalidad liderando el bochornoso espectáculo del linchamiento de los que se oponen a ello desde un cívico e impecable alineamiento con la ley justa, en igualdad para todos.
Civismo y alineamiento, con la ley y la justicia, que no ha merecido la felicitación del jefe del ejecutivo, como se apresurara a hacer con los organizadores de la reciente e impecable manifestación independentista y antiespañola, celebrada en Barcelona y cuyo objetivo era la extorsión y amenaza para favorecer sus abusivas reivindicaciones estatutarias, muy lejos de ser para el bienestar común o en pro de nada justo o legal.
Eludir la responsabilidad mediante el descrédito de los que padecen las consecuencias, es de canallas. Hacerlo con algo tan vano y estúpido como contar a la baja, a los que se lo dicen civilizadamente en las calles de un país donde la mayor parte del 'estado de derecho' está privatizado y personalizado, por el hampa que lo degrada, es de canallas bananeros tercermundistas.
Los que nos mojamos ayer, por el agua y por dar la cara cumpliendo con la responsabilidad de exigir justicia contra los que la escamotean de forma indigna y criminal, no salimos a contarnos los unos a los otros. No salimos a que además de padecer el Estado de ilegalidad, nos descalificaran contándonos como a reses y argumentando que éramos "cuatro gatos insuficientes".
¿Cuantos son necesarios para llamar criminal a los criminales? ¿Cuantos son suficientes para llamar traidor a los que utilizan al Estado contra la Nación?
Cualquiera de nosotros, como individuo, sabíamos que nos sobraba razón para hacerlo. Hacerlo desde aquí, como ahora, o estar allí solo es una anécdota aritmética sin más importancia.
La única reflexión válida de la manifestación de ayer es lamentar que se den las circunstancias que nos obliga a hacerlo, aquí o en la calle. Que se está mancillando el derecho de muchos ciudadanos...o aunque sea el de uno solo, no se puede consentir, independientemente de que la protesta sea mas o menos multitudinaria.
La única solución es cambiar esas circunstancias y realinear al Estado con la legalidad vigente poniéndolo al servicio de la Nación, recuperando el nivel de civismo y convivencia que los españoles deseamos y merecemos. Esto pasa por el indudable hecho de la dimisión o expulsión y sustitución, de Zapatero por el propio partido socialista. No es político, no es inteligente, es frívolo, rencoroso, fantasioso e irresponsable. A su currículum solo cabe añadir que además es el presidente de gobierno de una Nación que odia.
Clandestino