Casi todos los españoles tienen amigos o conocidos que votan al PP con reparo y con la nariz tapada. Cuando les preguntas por qué votan a un partido tan corrupto, incumplidor e intervencionista, siempre responden lo mismo: "para que no gobierne Podemos". Según las encuestas, esos votantes "asqueados" son al menos cuatro millones, más de la mitad de su actual electorado.
Es difícil superar al PP cabreando a tanta gente en tan poco tiempo: a los católicos, con políticas como el aborto, contrarias a las enseñanzas básicas de la Iglesia; a los liberales, con el intervencionismo, el incremento del Estado y las subidas de impuestos, políticas propias de la izquierda; a los demócratas, con un espeluznante incremento de la corrupción y el abuso de poder en su gestión como partido gobernante; a los que esperaban un crecimiento sólido de la economía, con una política que tiene debilidades terribles, como el cobro de impuestos desproporcionados, el endeudamiento público suicida y constante y la precariedad en los nuevos empleos creador; y, por último, a la gente decente y ética, por su alejamiento de los valores, su escasa defensa de las raíces y tradiciones, por sus escándalos y falta de ejemplaridad.
Pero el rasgo más decepcionante del PP, junto con su apego a la corrupción, ha sido, sin duda, el incumplimiento de sus promesas electorales, una conducta antidemocrática que ha diezmado las filas de sus votantes y le ha hecho perder más de dos millones de votos en los últimos comicios. Prometió bajar los impuestos y los subió, acabar con la corrupción y la elevó, reducir el tamaño del Estado y lo engordó, limitar los privilegios de la clase política y los incrementó, regenerar la vida política y la ha ensuciado todavía más.
La primera conclusión que emerge de ese panorama desolador de la derecha que comanda Rajoy es que Podemos es el mejor aliado electoral del PP porque le consigue millones de votos. La segunda conclusión es que el PP es "el partido de la nariz tapada" porque buena parte de los suyos le votan asqueados del hedor que desprende.
Esas características convierten al PP en un partido frágil con suelo de barro y techo de cristal, que es incapaz de convencer o entusiasmar ni siquiera a los que le votan, muchos de los cuales estarían dispuestos a votar cualquier otra opción conservadora que surgiera en España.
Además de haberse convertido en el primer partido político imputado directamente por los tribunales, el PP es el que tiene un horizonte judicial más complicado y saturado de cuadros sospechosos e implicados en todo tipo de delitos, con un computo general en la corrupción muy cercano al PSOE, si es que no ha superado ya a ese partido que, durante muchos años, fue campeón de la suciedad en España.
Francisco Rubiales
Es difícil superar al PP cabreando a tanta gente en tan poco tiempo: a los católicos, con políticas como el aborto, contrarias a las enseñanzas básicas de la Iglesia; a los liberales, con el intervencionismo, el incremento del Estado y las subidas de impuestos, políticas propias de la izquierda; a los demócratas, con un espeluznante incremento de la corrupción y el abuso de poder en su gestión como partido gobernante; a los que esperaban un crecimiento sólido de la economía, con una política que tiene debilidades terribles, como el cobro de impuestos desproporcionados, el endeudamiento público suicida y constante y la precariedad en los nuevos empleos creador; y, por último, a la gente decente y ética, por su alejamiento de los valores, su escasa defensa de las raíces y tradiciones, por sus escándalos y falta de ejemplaridad.
Pero el rasgo más decepcionante del PP, junto con su apego a la corrupción, ha sido, sin duda, el incumplimiento de sus promesas electorales, una conducta antidemocrática que ha diezmado las filas de sus votantes y le ha hecho perder más de dos millones de votos en los últimos comicios. Prometió bajar los impuestos y los subió, acabar con la corrupción y la elevó, reducir el tamaño del Estado y lo engordó, limitar los privilegios de la clase política y los incrementó, regenerar la vida política y la ha ensuciado todavía más.
La primera conclusión que emerge de ese panorama desolador de la derecha que comanda Rajoy es que Podemos es el mejor aliado electoral del PP porque le consigue millones de votos. La segunda conclusión es que el PP es "el partido de la nariz tapada" porque buena parte de los suyos le votan asqueados del hedor que desprende.
Esas características convierten al PP en un partido frágil con suelo de barro y techo de cristal, que es incapaz de convencer o entusiasmar ni siquiera a los que le votan, muchos de los cuales estarían dispuestos a votar cualquier otra opción conservadora que surgiera en España.
Además de haberse convertido en el primer partido político imputado directamente por los tribunales, el PP es el que tiene un horizonte judicial más complicado y saturado de cuadros sospechosos e implicados en todo tipo de delitos, con un computo general en la corrupción muy cercano al PSOE, si es que no ha superado ya a ese partido que, durante muchos años, fue campeón de la suciedad en España.
Francisco Rubiales