Acaba de ocurrir, hace apenas media hora. Regresaba a mi casa, atravesando a pie el centro de Sevilla, y he sido testigo ocasional de una fea muestra de brutalidad policial gratuíta. La plasmo en este blog, todavía fresca y palpitante, porque refleja una nueva lacra de la democracia española que yo desconocía: la de la violencia policial innecesaria, "como en los tiempos de Franco", según el comentario de un testigo presencial.
Plaza de San Francisco, en el costado del Ayuntamiento de Sevilla, delante del conocido Bar Laredo, cinco furgonetas de la policía nacional con sus efectivos desplegados en traje de faena urbana (cascos, escudos de plástico duro y escopetas antidicturbios). Están deteniendo e introduciendo en las furgonetas a algunos manifestantes de los Astilleros. Uno de los manifestantes se acerca con las muñecas juntas gritando que le detengan también, que detengan a todos los obreros. Los policías no le detienen y le dicen que se marche. Los gestos de "la autoridad" son violentos, pero todo parece normal y lógico, porque ese es el clásico estilo de la represión.
Una veintena de transeuntes curiosos contemplábamos la escena desde cerca. A mi lado identifiqué a un alto directivo regional de una institución financiera de ámbito nacional, que comenta: "son innecesariamente brutales". Nada extraño, hasta ese momento. Pero pronto empezaron las anomalías totalitarias.
Sin motivo alguno aparente, quizás nervioso por la docena de periodistas, fotógrafos y camarógrafos que les rodeaban, uno de los policías se pone histérico y arremete con su escudo contra nosotros, los transeuntes curiosos, gritando "¡Lárguense!". Golpea a uno de la primera fila con el escudo, con fuerza, mientras que otro policía le sigue y dispara un tiro. Ante el disparo, todos retrocedemos sin entender nada, sorprendidos por la violencia innecesaria e inesperada. Nos reagrupamos veinte metros atrás, ya en la calle Sierpes. El bancario comenta: "son nazis, camisas pardas vestidos de azul". A mi lado, las dependientas de una tienda están asustadas y comentan: "son fascistas, como en los tiempos de Franco". Yo asiento porque la sentencia me parece perfecta. Una chica, transeunte, se acerca y pregunta por el tiro que ha escuchado. Cuando otros testigos le cuentan lo que pasó, comenta: "aquí no ha cambiado nada. Siguen mandando los fascistas".
Le contaría al Delegado del Gobierno en Andalucía que he cubierto, como periodista, guerras, manifestaciones y violencia urbana en escanarios como El Líbano, El Salvador, Nicaragua, México y Guatemala, países que vivieron situaciones de gran violencia civil, y, despues de lo que he visto hoy, no aprecio diferencia alguna entre los estilos de aquellas policias antidemocráticas brutales y la nuestra. La única diferencia, realmente importante, es que allí, a veces, la brutalidad seguía operando y las fuerzas represivas llegaban a asesinar, cosa que, por fortuna, no ha ocurrido en Sevilla. Pero el estiilo era idéntico. Le pediría también al Delegado que controle mejor a sus jóvenes cachorros, innecesariamente violentos, más entrenados, al parecer, para generar miedo, inquietud y rencor entre la ciudadanía que para controlar en democracia situaciones de orden público que ni siquiera son violentas y que son habituales en el acontecer urbano.
Plaza de San Francisco, en el costado del Ayuntamiento de Sevilla, delante del conocido Bar Laredo, cinco furgonetas de la policía nacional con sus efectivos desplegados en traje de faena urbana (cascos, escudos de plástico duro y escopetas antidicturbios). Están deteniendo e introduciendo en las furgonetas a algunos manifestantes de los Astilleros. Uno de los manifestantes se acerca con las muñecas juntas gritando que le detengan también, que detengan a todos los obreros. Los policías no le detienen y le dicen que se marche. Los gestos de "la autoridad" son violentos, pero todo parece normal y lógico, porque ese es el clásico estilo de la represión.
Una veintena de transeuntes curiosos contemplábamos la escena desde cerca. A mi lado identifiqué a un alto directivo regional de una institución financiera de ámbito nacional, que comenta: "son innecesariamente brutales". Nada extraño, hasta ese momento. Pero pronto empezaron las anomalías totalitarias.
Sin motivo alguno aparente, quizás nervioso por la docena de periodistas, fotógrafos y camarógrafos que les rodeaban, uno de los policías se pone histérico y arremete con su escudo contra nosotros, los transeuntes curiosos, gritando "¡Lárguense!". Golpea a uno de la primera fila con el escudo, con fuerza, mientras que otro policía le sigue y dispara un tiro. Ante el disparo, todos retrocedemos sin entender nada, sorprendidos por la violencia innecesaria e inesperada. Nos reagrupamos veinte metros atrás, ya en la calle Sierpes. El bancario comenta: "son nazis, camisas pardas vestidos de azul". A mi lado, las dependientas de una tienda están asustadas y comentan: "son fascistas, como en los tiempos de Franco". Yo asiento porque la sentencia me parece perfecta. Una chica, transeunte, se acerca y pregunta por el tiro que ha escuchado. Cuando otros testigos le cuentan lo que pasó, comenta: "aquí no ha cambiado nada. Siguen mandando los fascistas".
Le contaría al Delegado del Gobierno en Andalucía que he cubierto, como periodista, guerras, manifestaciones y violencia urbana en escanarios como El Líbano, El Salvador, Nicaragua, México y Guatemala, países que vivieron situaciones de gran violencia civil, y, despues de lo que he visto hoy, no aprecio diferencia alguna entre los estilos de aquellas policias antidemocráticas brutales y la nuestra. La única diferencia, realmente importante, es que allí, a veces, la brutalidad seguía operando y las fuerzas represivas llegaban a asesinar, cosa que, por fortuna, no ha ocurrido en Sevilla. Pero el estiilo era idéntico. Le pediría también al Delegado que controle mejor a sus jóvenes cachorros, innecesariamente violentos, más entrenados, al parecer, para generar miedo, inquietud y rencor entre la ciudadanía que para controlar en democracia situaciones de orden público que ni siquiera son violentas y que son habituales en el acontecer urbano.