¿Quién gobierna españa, los ladrones o la chusma? Sin duda, una mezcla de ambos, una coalición de corrupción y mierda, de abuso e injusticia, de miseria y bajeza, en la que los que mandan se burlan de la ley, engañan al pueblo, consienten la corrupción y utilizan el poder en beneficio propio.
Mientras la política sea el refugio de ineptos, parásitos y sinvergüenzas y mientras los políticos tengan privilegios que no poseen los demás españoles que trabajan, el sistema seguirá siendo un nido de ladrones y canallas corruptos.
Si usted no cree que ser político en España hoy equivale a formar parte del imperio de ladrones privilegiados y de seres casi totalmente impunes, pregúntele a Abalos o a Armengol por qué no dimiten y se apalancan en sus sillones y en sus aforamientos de reyezuelos. Pregúntele a Pedro Sánchez por qué es capaz de todo, incluso de vender a España y destrozarla, con tal de permanecer en su pirámide de lujos, privilegios e impunidad.
Nadie dimite en España porque nadie quiere perder sus privilegios. Han creado un mundo de privilegios sin rendición de cuentas y sin miedo a la ley o a la furia del pueblo, donde los políticos viven en un paraíso artificial vicioso y nauseabundo. Ese y no otro es el poder en España, fruto del cual se han instalado en nuestras vidas la oclocracia y la cleptocracia, sin un gramo de democracia, sin una sola pizca de decencia.
Si España no fuera un lago de excrementos, la Justicia hubiera tumbado ya la Ley de Amnistía de Pedro Sánchez, que es un monumento al abuso, la arbitrariedad y la inconstitucionalidad. Esa ley sobrevive y seguramente entrará en vigor porque la España de los políticos es un océano de mierda, sin valores, sin equilibrios, sin controles, sin rendición de cuentas al pueblo, sin respeto a la ley y a la voluntad popular, todo un paraíso de ladrones y corruptos que nunca dimiten ni responden de sus canalladas.
Los políticos son los grandes artífices de ese gigantesco monumento a la porquería, pero con ellos colaboran los jueces corruptos, los periodistas envilecidos, los policías que funcionan como perros del poder, el ejército sometido a la suciedad, los empresarios tramposos, los adictos a las subvenciones, los vagos, los maleantes, los que se benefician del carné del partido y la ciudadanía acobardada, que incumple su sagrado deber de expulsar el mal de su vida y de su patria.
Si usted no cree que vivamos en una oclocracia de cleptómanos y de chusma podrida, reflexione y analice lo que ha ocurrido en España desde que murió Franco: una Transición falsa, que no instauró una democracia sino una dictadura de partidos, un destrozo continuado de los viejos valores, un avance imparable de los canallas y corruptos, hasta atrincherarse en el Estado, un deterioro escandaloso de las grandes instituciones del país y atentados mortales contra la democracia, la separación de poderes y la decencia, hasta que la pocilga nacional está casi plenamente construida y a la que sólo le falta ser coronada con la cúpula de la tiranía comunista.
Francisco Rubiales
Mientras la política sea el refugio de ineptos, parásitos y sinvergüenzas y mientras los políticos tengan privilegios que no poseen los demás españoles que trabajan, el sistema seguirá siendo un nido de ladrones y canallas corruptos.
Si usted no cree que ser político en España hoy equivale a formar parte del imperio de ladrones privilegiados y de seres casi totalmente impunes, pregúntele a Abalos o a Armengol por qué no dimiten y se apalancan en sus sillones y en sus aforamientos de reyezuelos. Pregúntele a Pedro Sánchez por qué es capaz de todo, incluso de vender a España y destrozarla, con tal de permanecer en su pirámide de lujos, privilegios e impunidad.
Nadie dimite en España porque nadie quiere perder sus privilegios. Han creado un mundo de privilegios sin rendición de cuentas y sin miedo a la ley o a la furia del pueblo, donde los políticos viven en un paraíso artificial vicioso y nauseabundo. Ese y no otro es el poder en España, fruto del cual se han instalado en nuestras vidas la oclocracia y la cleptocracia, sin un gramo de democracia, sin una sola pizca de decencia.
Si España no fuera un lago de excrementos, la Justicia hubiera tumbado ya la Ley de Amnistía de Pedro Sánchez, que es un monumento al abuso, la arbitrariedad y la inconstitucionalidad. Esa ley sobrevive y seguramente entrará en vigor porque la España de los políticos es un océano de mierda, sin valores, sin equilibrios, sin controles, sin rendición de cuentas al pueblo, sin respeto a la ley y a la voluntad popular, todo un paraíso de ladrones y corruptos que nunca dimiten ni responden de sus canalladas.
Los políticos son los grandes artífices de ese gigantesco monumento a la porquería, pero con ellos colaboran los jueces corruptos, los periodistas envilecidos, los policías que funcionan como perros del poder, el ejército sometido a la suciedad, los empresarios tramposos, los adictos a las subvenciones, los vagos, los maleantes, los que se benefician del carné del partido y la ciudadanía acobardada, que incumple su sagrado deber de expulsar el mal de su vida y de su patria.
Si usted no cree que vivamos en una oclocracia de cleptómanos y de chusma podrida, reflexione y analice lo que ha ocurrido en España desde que murió Franco: una Transición falsa, que no instauró una democracia sino una dictadura de partidos, un destrozo continuado de los viejos valores, un avance imparable de los canallas y corruptos, hasta atrincherarse en el Estado, un deterioro escandaloso de las grandes instituciones del país y atentados mortales contra la democracia, la separación de poderes y la decencia, hasta que la pocilga nacional está casi plenamente construida y a la que sólo le falta ser coronada con la cúpula de la tiranía comunista.
Francisco Rubiales