Obama decepcionará pronto a los "progres" del mundo porque se parecerá más a Bush que a Clinton, mucho más a Reagan que a Carter, y su prioridad será, como es lógico, la defensa de los intereses de los Estados Unidos y de la democracia como sistema que garantiza la libertad y la justicia. Sin embargo, se diferenciará de todos sus predecesores como protagonista de una novedosa revolución ética, esperanzadora y estimulante, que aportará a la Historia la muerte del "todo vale" y la condena de la mentira como método de gobierno y forma de hacer política.
Como afirma el gran analista Manuel Molares en su artículo Barak Bush Obama, bajará los impuestos para crear riqueza, seguirá luchando contra el terrorismo y el enemigo seguirá siendo el radicalismo islamista. Cerrará Guantánamo, pero sólo por razones de imagen, y sus presos seguirán a buen recaudo. Seguirá obsesionado por Irán porque piensa, como Bush, que el régimen de los ayatollahs es el buque factoria del terrorismo mundial. Reivindicará "más democracia" y dejará claro que democracia y mentira son incompatibles. En fin, se parecerá a Bush en casi todo, menos en el estilo ético y limpio que impondrá a la política americana.
Obama decepcionará a Zapatero y a los suyos, aunque tal vez nunca lo reconozcan en público, no sólo porque su revolución ética representa el lado opuesto del "zapaterismo", donde la mentira, el engaño y el "todo vale" son los rasgos dominantes, sino porque hablará un lenguaje que Zapatero nunca podrá entender porque uno y otro proceden de culturas y valores muy distintos y distantes.
La mayor distancia entre Obama y la "progresía" estéril de Zapatero quedará marcada en la apuesta del presidente norteamericano por el libre mercado, por las iniciativa privada y por la libertad individual, valores que el primer presidente negro de la historia USA propondrá como indispensables para la verdadera democracia y que opondrá al intervencionismo de los gobiernos y a la hegemonía del Estado sobre el ciudadano, justamente las dos "esencias" de la política de Zapatero.
Obama recorrerá un camino cuyas distancias con el de Zapatero serán casi abismales: unirá a su pueblo, incorporará en su equipo a adversarios políticos, luchará contra la corrupción y, para combatir la crisis, se apoyará en las empresas y en la iniciativa de los ciudadanos, hacia los que hará llegar el poco dinero disponible. Resulta evidente que esa "ruta" es justo la opuesta a la que ha emprendido la España zapatera.
El final del trayecto es que Estados Unidos, por la "ruta Obama", logrará mejorar la política mundial, devolverá vigor a la sociedad americana y terminará saliendo de la crisis, poco a poco, gracias al empuje de su pueblo, joven, unido y políticamente orgulloso y estimulado, mientras que la España de Zapatero, mal gobernada, seguirá decayendo bajo la mentira y el engaño, dividida, víctima de pactos secretos del poder con el nacionalismo feroz, con sus políticos transformados en una "casta de amos", perdiendo ética a chorros por sus venas y aplastada por la corrupción del poder, la desilusión y la desconfianza.
Como afirma el gran analista Manuel Molares en su artículo Barak Bush Obama, bajará los impuestos para crear riqueza, seguirá luchando contra el terrorismo y el enemigo seguirá siendo el radicalismo islamista. Cerrará Guantánamo, pero sólo por razones de imagen, y sus presos seguirán a buen recaudo. Seguirá obsesionado por Irán porque piensa, como Bush, que el régimen de los ayatollahs es el buque factoria del terrorismo mundial. Reivindicará "más democracia" y dejará claro que democracia y mentira son incompatibles. En fin, se parecerá a Bush en casi todo, menos en el estilo ético y limpio que impondrá a la política americana.
Obama decepcionará a Zapatero y a los suyos, aunque tal vez nunca lo reconozcan en público, no sólo porque su revolución ética representa el lado opuesto del "zapaterismo", donde la mentira, el engaño y el "todo vale" son los rasgos dominantes, sino porque hablará un lenguaje que Zapatero nunca podrá entender porque uno y otro proceden de culturas y valores muy distintos y distantes.
La mayor distancia entre Obama y la "progresía" estéril de Zapatero quedará marcada en la apuesta del presidente norteamericano por el libre mercado, por las iniciativa privada y por la libertad individual, valores que el primer presidente negro de la historia USA propondrá como indispensables para la verdadera democracia y que opondrá al intervencionismo de los gobiernos y a la hegemonía del Estado sobre el ciudadano, justamente las dos "esencias" de la política de Zapatero.
Obama recorrerá un camino cuyas distancias con el de Zapatero serán casi abismales: unirá a su pueblo, incorporará en su equipo a adversarios políticos, luchará contra la corrupción y, para combatir la crisis, se apoyará en las empresas y en la iniciativa de los ciudadanos, hacia los que hará llegar el poco dinero disponible. Resulta evidente que esa "ruta" es justo la opuesta a la que ha emprendido la España zapatera.
El final del trayecto es que Estados Unidos, por la "ruta Obama", logrará mejorar la política mundial, devolverá vigor a la sociedad americana y terminará saliendo de la crisis, poco a poco, gracias al empuje de su pueblo, joven, unido y políticamente orgulloso y estimulado, mientras que la España de Zapatero, mal gobernada, seguirá decayendo bajo la mentira y el engaño, dividida, víctima de pactos secretos del poder con el nacionalismo feroz, con sus políticos transformados en una "casta de amos", perdiendo ética a chorros por sus venas y aplastada por la corrupción del poder, la desilusión y la desconfianza.
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