Mi querido Obispo Uriarte: Me ha alegrado mucho leer sus declaraciones, con ocasión de los últimos comunicados de ETA, en las que expresa la disposición de la Iglesia a “cualquier servicio que entre dentro de su tarea pastoral…para una paz justa y humana”. Creo que ese servicio es una de las finalidades de la propia Iglesia. Me considero miembro de la Iglesia y por tanto las iniciativas en pro de una “paz justa y humana” las considero bienvenidas. Para mí forman parte del mensaje cristiano.
Además, creo que la participación en tal tipo de iniciativas de un miembro cualificado de la Iglesia Católica –un Obispo- añade garantías para que no se produzcan desviaciones inmorales. Un Obispo tiene autoridad y obligación para exigir y proclamar que nadie tiene justificación para matar a ningún ser humano. Puede, y debe, insistir en el precepto de NO MATAR. Sé que como cristiano, lo haría de manera rotunda e insistente. Sólo por eso ya me alegraría de su participación en las negociaciones que se nos anuncian. Alguien lo tiene que decir y defender, y no me fío mucho de que lo hagan los políticos, cuyos intereses no siempre coinciden con la finalidad por usted recordada de conseguir una “paz justa y humana”.
Me reconfortará que alguien, y siendo un Obispo mejor, proclame y explique a quienes han asesinado que no está bien lo que han hecho; que deben cesar inmediatamente en sus actos depravados y criminales; que, en definitiva, deben entregar las armas y solicitar el debido perdón a sus víctimas -muchas de las cuales ya no les pueden escuchar en este mundo- y a la sociedad en su conjunto. El arrepentimiento, y el propósito de enmienda son absolutamente necesarios para obtener una absolución, ¿verdad monseñor?.Naturalmente no debe olvidarse de que también se debe cumplir una penitencia.
Su presencia estoy seguro de que es una garantía para que ninguna de las dos partes “negociadoras” se desvíe del objetivo final. El recto y honesto juicio de un Obispo puede evitar que por las exigencias indebidas, e incluso indecentes de una parte, y por las ansias desordenadas de conseguir réditos políticos de la otra, se lleguen a pactar acuerdos, cesiones y hasta realizar trapicheos contra los principios morales. No creo que tal cosa suceda si se cuenta con su participación.
No me escandaliza el diálogo político si por tal cosa se entiende que lo que se espera es que la banda de asesinos desea entregar las armas y dejar de matar. En este caso, usted no, pero los políticos debieran anotar el sitio donde las abandonan y recogerlas para su posterior destrucción. Por su parte, los criminales debieran ser juzgados por los tribunales de justicia exactamente como lo que son.
Es natural que haya acogido la noticia con “verdadera esperanza”. Yo también. Aunque no debiera ser noticia que alguien declare que no va a matar (realmente dicen que hacen un alto el fuego). No matar es lo natural. Lo contrario es injustificable.
¡Que razón tiene, monseñor, cuando dice que “la Iglesia ha sufrido demasiado, como toda esta sociedad, por la falta de paz”¡. En efecto la Iglesia, en su concepción más amplia, no sólo el estamento eclesial, ha sufrido y sufre demasiado por la falta de paz. Muchos de los asesinados eran católicos y, en muchos casos, sus familias han tenido, además, que sufrir el desdén, la indiferencia y el silencio de determinados eclesiásticos, algunos de su mismo rango episcopal. Se les ha sometido, adicionalmente, al sufrimiento del escándalo. ¡Ay Señor¡. Por eso los posicionamientos “comprensivos” son inmorales. Están inmediatos a la justificación criminal y eso no es evangélico ¿no es así monseñor?.
Puede que algunos otros cristianos piensen de forma diferente. No lo sé. Pero en cualquier caso, los principios de justicia y libertad –ya sabe, la que nos fue dada a los hijos de Dios- son permanentes. Mucho más permanentes que el alto de fuego que ahora han decretado los asesinos. La justicia que en el catecismo nos enseñaron debe ser administrada con prudencia, fortaleza y templanza. Todo a la vez.
Para el ejercicio de Obispo no ha sido nombrado por ningún poder político. No se debe ni está obligado a la prudencia política. Su misión es predicar la verdad evangélica. Para ello fue consagrado. Ni más ni menos. Difícil y comprometido. Es lo que nos toca si queremos ser fieles y consecuentes con la profesión de cristianos. Por eso, usted puede decir, claro y alto, sin vergüenzas ni cobardías que no es lícito matar. Que no hay comprensión posible para ello.
Hábleles en nombre de la Iglesia. De toda la Iglesia. No caiga en la tentación de otros hermanos en el episcopado que hablan en nombre del partido político del que son simpatizantes o, incluso, afiliados.
Me gustaría que no se engañe, ni le engañen, no sea caso de que con la justificación de no querer quedar “embarrancados en el camino de la paz” se confunda la auténtica paz con un arbitrario alto el fuego de unos criminales ante los que haya que claudicar y asumir sus condiciones. No, usted sabe que eso no sería verdadera paz. Sería ceder al chantaje inmoral de tiranos y asesinos.
No le he entendido cuando dice que “ve dificultades porque se tengan en cuenta intereses particulares”. Supongo que –como han insinuado otros- no llamará así a los legítimos derechos de la sociedad a protegerse con leyes de las extorsiones y de los asesinos.
Cuando tenga delante a los hermanos asesinos dígales la verdad. No contribuya a disfrazar chantaje con reconciliación. Por prudencia no les llame asesinos a la cara, aunque sería lo justo, y ya se sabe como reaccionan. Pero, eso sí, dígales –a ellos y a todos los presentes- que no pueden someter a la sociedad a ningún chantaje. Que dejen de matar porque eso es lo natural, lo humano y, por supuesto, lo cristiano. Como ya le he dicho, estoy seguro que usted sabrá hacerlo.
José Luis Múgica
Además, creo que la participación en tal tipo de iniciativas de un miembro cualificado de la Iglesia Católica –un Obispo- añade garantías para que no se produzcan desviaciones inmorales. Un Obispo tiene autoridad y obligación para exigir y proclamar que nadie tiene justificación para matar a ningún ser humano. Puede, y debe, insistir en el precepto de NO MATAR. Sé que como cristiano, lo haría de manera rotunda e insistente. Sólo por eso ya me alegraría de su participación en las negociaciones que se nos anuncian. Alguien lo tiene que decir y defender, y no me fío mucho de que lo hagan los políticos, cuyos intereses no siempre coinciden con la finalidad por usted recordada de conseguir una “paz justa y humana”.
Me reconfortará que alguien, y siendo un Obispo mejor, proclame y explique a quienes han asesinado que no está bien lo que han hecho; que deben cesar inmediatamente en sus actos depravados y criminales; que, en definitiva, deben entregar las armas y solicitar el debido perdón a sus víctimas -muchas de las cuales ya no les pueden escuchar en este mundo- y a la sociedad en su conjunto. El arrepentimiento, y el propósito de enmienda son absolutamente necesarios para obtener una absolución, ¿verdad monseñor?.Naturalmente no debe olvidarse de que también se debe cumplir una penitencia.
Su presencia estoy seguro de que es una garantía para que ninguna de las dos partes “negociadoras” se desvíe del objetivo final. El recto y honesto juicio de un Obispo puede evitar que por las exigencias indebidas, e incluso indecentes de una parte, y por las ansias desordenadas de conseguir réditos políticos de la otra, se lleguen a pactar acuerdos, cesiones y hasta realizar trapicheos contra los principios morales. No creo que tal cosa suceda si se cuenta con su participación.
No me escandaliza el diálogo político si por tal cosa se entiende que lo que se espera es que la banda de asesinos desea entregar las armas y dejar de matar. En este caso, usted no, pero los políticos debieran anotar el sitio donde las abandonan y recogerlas para su posterior destrucción. Por su parte, los criminales debieran ser juzgados por los tribunales de justicia exactamente como lo que son.
Es natural que haya acogido la noticia con “verdadera esperanza”. Yo también. Aunque no debiera ser noticia que alguien declare que no va a matar (realmente dicen que hacen un alto el fuego). No matar es lo natural. Lo contrario es injustificable.
¡Que razón tiene, monseñor, cuando dice que “la Iglesia ha sufrido demasiado, como toda esta sociedad, por la falta de paz”¡. En efecto la Iglesia, en su concepción más amplia, no sólo el estamento eclesial, ha sufrido y sufre demasiado por la falta de paz. Muchos de los asesinados eran católicos y, en muchos casos, sus familias han tenido, además, que sufrir el desdén, la indiferencia y el silencio de determinados eclesiásticos, algunos de su mismo rango episcopal. Se les ha sometido, adicionalmente, al sufrimiento del escándalo. ¡Ay Señor¡. Por eso los posicionamientos “comprensivos” son inmorales. Están inmediatos a la justificación criminal y eso no es evangélico ¿no es así monseñor?.
Puede que algunos otros cristianos piensen de forma diferente. No lo sé. Pero en cualquier caso, los principios de justicia y libertad –ya sabe, la que nos fue dada a los hijos de Dios- son permanentes. Mucho más permanentes que el alto de fuego que ahora han decretado los asesinos. La justicia que en el catecismo nos enseñaron debe ser administrada con prudencia, fortaleza y templanza. Todo a la vez.
Para el ejercicio de Obispo no ha sido nombrado por ningún poder político. No se debe ni está obligado a la prudencia política. Su misión es predicar la verdad evangélica. Para ello fue consagrado. Ni más ni menos. Difícil y comprometido. Es lo que nos toca si queremos ser fieles y consecuentes con la profesión de cristianos. Por eso, usted puede decir, claro y alto, sin vergüenzas ni cobardías que no es lícito matar. Que no hay comprensión posible para ello.
Hábleles en nombre de la Iglesia. De toda la Iglesia. No caiga en la tentación de otros hermanos en el episcopado que hablan en nombre del partido político del que son simpatizantes o, incluso, afiliados.
Me gustaría que no se engañe, ni le engañen, no sea caso de que con la justificación de no querer quedar “embarrancados en el camino de la paz” se confunda la auténtica paz con un arbitrario alto el fuego de unos criminales ante los que haya que claudicar y asumir sus condiciones. No, usted sabe que eso no sería verdadera paz. Sería ceder al chantaje inmoral de tiranos y asesinos.
No le he entendido cuando dice que “ve dificultades porque se tengan en cuenta intereses particulares”. Supongo que –como han insinuado otros- no llamará así a los legítimos derechos de la sociedad a protegerse con leyes de las extorsiones y de los asesinos.
Cuando tenga delante a los hermanos asesinos dígales la verdad. No contribuya a disfrazar chantaje con reconciliación. Por prudencia no les llame asesinos a la cara, aunque sería lo justo, y ya se sabe como reaccionan. Pero, eso sí, dígales –a ellos y a todos los presentes- que no pueden someter a la sociedad a ningún chantaje. Que dejen de matar porque eso es lo natural, lo humano y, por supuesto, lo cristiano. Como ya le he dicho, estoy seguro que usted sabrá hacerlo.
José Luis Múgica