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"O cambiamos de mentalidad, o nos hundimos"





"O cambiamos de mentalidad, o no hundimos todos". Es la tesis-advertencia que defiende Juan Roig, uno de los grandes creadores de empleo en España y fundador de Mercadona, un concepto de empresa triunfante, admirado en todo el mundo, que está poniendo contra las cuerdas a las grandes superficies francesas, a los "hiper" y "super" que operan en España y hasta al poderoso Corte Inglés. Su advertencia a los españoles es seria y sostiene que este país, tal como es hoy, no es viable y se dirige, directamente hacia la ruina y la quiebra, si no rectifica y cambia profundamente sus ideas y comportamientos.

Roig admira a los chinos por su gran espíritu de sacrificio, su elevado concepto del esfuerzo y su alta productividad, lo que implica desprecio y distancia de todos aquellos que se pasan la vida hablando de derechos y de conquistas, ignorando que esos derechos y conquistas sociales únicamente pueden defenderse desde la prosperidad y la riqueza y que cuando falta el dinero saltan por el aire todos los estados de bienestar del mundo y hay que ponerse a trabajar más duro que los demás, única forma de salir adelante.

Dice Juan Roig que cada día hay en España más de un millón de trabajadores que no van a trabajar, pudiendo hacerlo. En los bazares chinos no falta ni uno, salvo el que está realmente muy enfermo. En Mercadona, el absentismo es prácticamente inexistente, del 0.78 por ciento, frente a una media en España que es superior al 6 por ciento.

Roig cree que España es un país experto en subvenciones y que los políticos españoles no saben gobernar de otra manera que repartiendo dinero, muchas veces a quienes no deberían. Una de sus tesis favoritas es que "las subvenciones son el cáncer de la improductividad".

Roig, que creó más de 6.500 puestos de trabajo en 2011, mientras que la sociedad española perdía puestos de trabajo por un tubo, afirma que él hubiera llegado muchos más lejos con la reforma laboral recién aprobada por el gobierno, para él demasiado tímida.

Cree también que hay que frenar el abuso en la utilización de servicios tan básicos y fundamentales como la educación, la sanidad y la Justicia y piensa que cobrando algo por esos servicios se disuade a los que abusan de ellos con frecuencia e irresponsabilidad.

Juan Roig opina que hay que poner freno al derroche, algo que él ya ha hecho en su organización de manera ejemplar y que, desde el poder, debe eliminarse todo lo que no añade valor a los españoles.

Confieso que, con unos ligeros retoques, me entusiasman las tesis de Juan Roig, que son similares a las que Voto en Blanco defiende las pocas veces que se sale de la política pura y opina sobre asuntos de sociedad, productividad y esfuerzo. Hay que rechazar la falta de derechos y garantías laborales y sociales de los chinos, pero hay que imitar su entrega al trabajo y su alto sentido del esfuerzo, sin los cuales España nunca tendrá futuro. Un país de vagos, como el que se ha forjado en España desde el poder político y los sindicatos, no tiene sitio en el mundo competitivo y globalizado del presente.

Juan Roig no lo ha dicho, pero estoy seguro en que coincidimos también en otras muchas tesis genuinas de Voto en Blanco, como la inmensa culpa que tienen los políticos en la degradación y decadencia de España; la necesidad de que los partidos y sindicatos dejen de ser financiados con los impuestos de los ciudadanos y se nutran de las cuotas de sus afiliados; que las subvenciones dejen de existir y que aquellas que sean absolutamente necesarias sean concedidas por comisiones de ciudadanos decentes y de prestigio, no por políticos que muchas veces son corruptos y que están contaminados con compromisos y servidumbres; que debe premiarse e impulsarse el esfuerzo en todas sus vertientes, sobre todo en las escuelas, institutos y universidades; que la sociedad española no sólo es víctima del derecche sino también del abuso de poder, de la corrupción, de la baja calidad de la clase política y del clientelismo que practican unos partidos que nada tienen de democráticos; y que la mejor inversión que podría hacer España es nombrar presidente de gobierno, en vez de a tanto inepto obsesionado por el poder y los privilegios, a un chino inmigrante, austero y sacrificado, acostumbrado a prosperar en su bazar, a base de esfuerzo, horas de trabajo y pequeños márgenes comerciales.


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Domingo, 11 de Marzo 2012
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