Culpables del desastre humano de nuestro tiempo somos todos, unos por perpetrarlos y otros por consentirlos, pero de manera especial los dirigentes y los poderosos porque son ellos los que controlan el poder y los recursos. El liderazgo de nuestro tiempo merece una condena a muerte universal por sus crímenes contra la Humanidad.
Además de la brutalidad del aborto, causante de millones de asesinatos de niños en el vientre de sus madres, nos condenarán por ensuciar la política, por mentir desde el poder, por contaminar la Tierra hasta poner en peligro nuestro hábitat, por convertir la corrupción en el comportamiento habitual de los poderosos, por nuestras guerras innecesarias y en general por nuestros atentados contra la dignidad humana y la civilización.
La Historia del mundo siempre ha funcionado como un péndulo. Después de una etapa maldita llega una etapa de rectificación y tras el imperio del crimen llega el respeto y el culto a la vida, como también la paz sustituye a la guerras y la dignidad a la indecencia. Es como si el mal y el bien se alternaran en el dominio de la Historia.
Guerras como la actual de Ucrania resultarán incomprensibles e inaceptables porque la cultura del futuro no entenderá tanto sadismo y odio desatados. Esos miles de soldados que se enrolan para "matar rusos" y los asesinatos y torturas que protagonizan las tropas del Kremlin contra la población civil ucraniana serán difíciles de aceptar por una cultura donde se respeten los valores y la grandeza humana.
Con el tipo de liderazgo que los pueblos padecen en nuestro tiempo ocurrirá lo mismo: serán juzgados con dureza y los ciudadanos se asquearán al conocerlos y analizarlos en el futuro. Se escandalizarán ante los impuestos abusivos que cobran los políticos, sus privilegios injustificados, sus despilfarros, la opresión que imponen a sus pueblos, el retorno a la esclavitud que se vive en países como Cuba, Nicaragua y otros, la crueldad de regímenes como el de los ayatolás, que asesina a los que protestan, o las mentiras que han utilizado los occidentales para destruir países como Iraq, Libia y otros, donde también han asesinado a sus dirigentes.
El comunismo y el nazismo serán también juzgados con extrema dureza, pero serán considerados estallidos de maldad que más o menos fueron derrotados, mientras que los pecados que el mundo comete desde posturas de aparente civilización y avance, como el aborto, la eutanasia, el abandono de los ancianos, la opresión de pueblos enteros y la irresponsabilidad ante la contaminación, el abuso de poder, la corrupción y otros grandes dramas serán juzgados con más rigor y desprecio.
Francisco Rubiales
Además de la brutalidad del aborto, causante de millones de asesinatos de niños en el vientre de sus madres, nos condenarán por ensuciar la política, por mentir desde el poder, por contaminar la Tierra hasta poner en peligro nuestro hábitat, por convertir la corrupción en el comportamiento habitual de los poderosos, por nuestras guerras innecesarias y en general por nuestros atentados contra la dignidad humana y la civilización.
La Historia del mundo siempre ha funcionado como un péndulo. Después de una etapa maldita llega una etapa de rectificación y tras el imperio del crimen llega el respeto y el culto a la vida, como también la paz sustituye a la guerras y la dignidad a la indecencia. Es como si el mal y el bien se alternaran en el dominio de la Historia.
Guerras como la actual de Ucrania resultarán incomprensibles e inaceptables porque la cultura del futuro no entenderá tanto sadismo y odio desatados. Esos miles de soldados que se enrolan para "matar rusos" y los asesinatos y torturas que protagonizan las tropas del Kremlin contra la población civil ucraniana serán difíciles de aceptar por una cultura donde se respeten los valores y la grandeza humana.
Con el tipo de liderazgo que los pueblos padecen en nuestro tiempo ocurrirá lo mismo: serán juzgados con dureza y los ciudadanos se asquearán al conocerlos y analizarlos en el futuro. Se escandalizarán ante los impuestos abusivos que cobran los políticos, sus privilegios injustificados, sus despilfarros, la opresión que imponen a sus pueblos, el retorno a la esclavitud que se vive en países como Cuba, Nicaragua y otros, la crueldad de regímenes como el de los ayatolás, que asesina a los que protestan, o las mentiras que han utilizado los occidentales para destruir países como Iraq, Libia y otros, donde también han asesinado a sus dirigentes.
El comunismo y el nazismo serán también juzgados con extrema dureza, pero serán considerados estallidos de maldad que más o menos fueron derrotados, mientras que los pecados que el mundo comete desde posturas de aparente civilización y avance, como el aborto, la eutanasia, el abandono de los ancianos, la opresión de pueblos enteros y la irresponsabilidad ante la contaminación, el abuso de poder, la corrupción y otros grandes dramas serán juzgados con más rigor y desprecio.
Francisco Rubiales