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No me gusta Sergio Ramírez porque fue un colaborador del sandinismo asesino



Me ha entristecido que España otorgue el Premio Cervantes, el mayor de las letras españolas, a Sergio Ramírez, un mediocre escritor nicaragüense que colaboró estrechamente con el comunismo sandinista y que fue durante cinco años vicepresidente de un gobierno que ha demostrado que oprime y asesina a sus ciudadanos. Otorgar ese gran galardón a personas como Ramírez devalúa el premio.

El flamante premio Cervantes 2017 condena ahora la dictadura de la familia Ortega en Nicaragua, pero debió haber condenado mucho antes y con más fuerza el sandinismo, uno de los sistemas que más han esclavizado y degradado al ser humano en la Historia. A los intelectuales se les debe exigir que sean lo bastante lúcidos para no colaborar con los tiranos y para anticiparse a los acontecimientos dramáticos que desde la llegada del sandinismo al poder suceden en Nicaragua.

Todavía recuerdo su incomprensible, sorprendente y entusiasta defensa del sandinismo en los primeros tiempos y cómo se enfrentó a los que pensábamos que el sandinismo no era sino un disfraz elaborado en Cuba para ocultar el peor y más sanguinario estalinismo.

Le conocí en 1980, cuando yo era director de la agencia EFE en Centroamérica, irritado porque afirmé y demostré, en uno de mis artículos, que los principales líderes sandinistas eran criaturas comunistas amamantadas en Cuba por el Castrismo. Periodistas nicaragüenses como Filadelfo Martínez, premio Rey de España de periodismo, me dijeron que Ramírez, rabioso por esa denuncia veraz, pidió mi cabeza y quiso impedirme la entrada en Nicaragua, secundando una iniciativa totalitaria de su jefe, Daniel Ortega, que siempre negó su obediencia cubana y al que yo desenmascaré porque lo había visto con mis propios ojos en la Habana, cuando yo era corresponsal de EFE en Cuba, protegido, mantenido y formado por el régimen castrista.

Ramírez es ahora un sandinista arrepentido que, por fin, condena con fuerza la tiranía de la familia Ortega en Nicaragua, pero nadie, ni siquiera él mismo, debería olvidar que tardó demasiado en hacerlo, que fue un gran defensor de la tiranía y que colaboró vergonzosamente con el sandinismo tras la victoria contra Somoza, al que los hermanos Ortega y Tomás Borge premiaron designándolo Vicepresidente del gobierno revolucionario.
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Sergio Ramírez con Fidel y Daniel Ortega
Sergio Ramírez fue sandinista hasta que lo excluyeron de la dirección del Frente Sandinista, en 1994, cuando sus críticas a la línea de Ortega se agudizaron. Entre 1984 y 1990 fue vicepresidente del Gobierno de los hermanos Ortega. Tardó demasiado en darse cuenta de lo que muchos sabíamos desde el principio, que Daniel Ortega era un comunista formado en Cuba, disfrazado de oveja, dispuesto a todo con tal de controlar el poder, incluso de matar a su pueblo, como está haciendo estos días de abril de 2018.

El comunismo nunca duda en utilizar las armas contra su pueblo para mantenerse en el poder. En tiempos de paz maniobra y usa disfraces para hacerse pasar por populista, pacifista, feminista, progresista y filántropo, pero esos rostros son falsos y no tienen otro fin que esconder la verdadera naturaleza del sistema, que es una tiranía corrupta y sanguinaria, que explota a su propio pueblo y que tiende siempre a convertir el poder en una dinastía tiránica, como están demostrando ahora los hechos en Nicaragua, donde el ejército y la policía, cuidadosamente adoctrinados en las tesis marxista-leninistas y la lealtad al régimen y no al pueblo, están disparando a matar contra los manifestantes que protestan por el abuso y la corrupción del gobierno nica.

La lucha de los nicaragüenses por expulsar del poder a la corrupta tiranía de Daniel Ortega es una de las causas más nobles y conmovedoras de la lucha mundial contra los sátrapas.

Francisco Rubiales

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Lunes, 23 de Abril 2018
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