Contra las feminazis, por ejemplo, no vale eso de poner la otra mejilla. A ellas hay que combatirlas porque nos tratan a los varones como enemigos, nos quieren aplastar y ya han logrado convertirnos en perjudicados por las leyes y sospechosos de machismo y maltrato. Tampoco hay que poner la otra mejilla cuando el gobierno te saquea con impuestos injustos o cuando aplica leyes injustas o cuando reparte las riquezas con criterios mafiosos, beneficiando a sus votantes y generando desigualdad y clientelismo. Los jueces politizados y comprados, los periodistas sometidos, los militares acobardados ante el poder y los altos cargos que colaboran con la opresión y la corrupción merecen también el combate de la resistencia democrática decente y digna.
Contra esa chusma antidemocrática, el deber de todo demócrata es resistir y luchar, aunque el poder del canalla tenga su origen en las urnas.
En democracia, el poder que se obtiene al ser votado no es incondicional sino que está sujeto al complimiento de las leyes y de la Constitución, Si el gobierno es injusto y corrupto, merece que el pueblo lo expulse, por muy legal y protegido que se sienta tras ser votado.
Si es un deber combatir al mal gobernante, también es un deber apoyar y sostener a los buenos. Todo demócrata en España debe apoyar a los que resisten en las redes y critican la ignominia del poder, a los jueces independientes, a los pocos periodistas veraces que quedan y a todo el que lucha contra la maldad.
Hay feministas dignas con las que los hombres decentes siempre estaremos para que alcancen la plana igualdad, pero también hay feminazis que nos consideran enemigos, a las que hay que combatir porque nos están aplastando con la ayuda y complicidad del sanchismo progre.
La democracia obliga a ser respetuoso y cumplidor con las leyes, pero también a ser implacables con los corruptos y canallas que abusan del poder y propagan el mal. En una situación como la que vive España hoy, mal gobernada y gestionada con injusticia y rasgos de tiranía, el silencio es complicidad y la pasividad es cobardía indecente.
Francisco Rubiales
Contra esa chusma antidemocrática, el deber de todo demócrata es resistir y luchar, aunque el poder del canalla tenga su origen en las urnas.
En democracia, el poder que se obtiene al ser votado no es incondicional sino que está sujeto al complimiento de las leyes y de la Constitución, Si el gobierno es injusto y corrupto, merece que el pueblo lo expulse, por muy legal y protegido que se sienta tras ser votado.
Si es un deber combatir al mal gobernante, también es un deber apoyar y sostener a los buenos. Todo demócrata en España debe apoyar a los que resisten en las redes y critican la ignominia del poder, a los jueces independientes, a los pocos periodistas veraces que quedan y a todo el que lucha contra la maldad.
Hay feministas dignas con las que los hombres decentes siempre estaremos para que alcancen la plana igualdad, pero también hay feminazis que nos consideran enemigos, a las que hay que combatir porque nos están aplastando con la ayuda y complicidad del sanchismo progre.
La democracia obliga a ser respetuoso y cumplidor con las leyes, pero también a ser implacables con los corruptos y canallas que abusan del poder y propagan el mal. En una situación como la que vive España hoy, mal gobernada y gestionada con injusticia y rasgos de tiranía, el silencio es complicidad y la pasividad es cobardía indecente.
Francisco Rubiales