Hablamos de rojos y azules, de derechas y de izquierdas, de los míos y de los tuyos, pero no hablamos de lo que realmente es importante para los españoles: la necesidad de acabar con la sucia impunidad de los políticos, ese derecho que se han autoatribuido de destrozar un país sin que tengan que pagarlo con la vergüenza pública, la inhabilitación perpetua o la cárcel. Ese es el verdadero gran problema de España, el de una masa despreciable de borregos que se deja esclavizar y aplastar por la chusma que le gobierna.
En el reciente debate sobre el Estado de la nación, casi todos los grupos acusaron a Zapatero por sus estragos y desmanes, pero la única diputada que puso el dedo en la llaga fue Rosa Diez, al escupir al rostro del presidente la dura sentencia de que "No habrá días en el calendario para perdonar lo que ha hecho" y, refiriéndose a los que gobiernan, remato: "Han dado sentido al crimen".
Seis años antes de que la Exposición Universal Sevilla 1992 abriera sus puertas, en 1986, el equipo gestor del gran evento realizó un estudio sobre los tesoros y rasgos que España poseía, dignos de ser exhibidos ante el mundo. Lógicamente, surgieron monumentos impresionantes, como la Alhambra y varias catedrales, pero nos sorprendieron dos, de carácter inmaterial, que fueron las cajas de ahorro y la organización de los ciegos. Según aquel análisis, ningún país del mundo tenía un mejor sistema que España para tratar con dignidad a los ciegos (ONCE), ni un sistema bancario popular y social, original, pujante y adaptado a las necesidades de las clases más humildes, como las cajas de ahorro, que por entonces todavía eran boyantes y representaban más del 40 por ciento de la actividad bancaria del país.
Hoy, poco más de dos décadas después, la ONCE resiste como puede, pero el magnífico sistema financiero popular de las cajas de ahorro ha sido arruinado y destrozado por los políticos y sindicalistas que entraron a saco en esas organizaciones, se sentaron en sus consejos e impusieron la arbitrariedad, el sectarismo y el abuso en su comportamiento.
¿Quien pagará por ese crimen? ¿Por qué no están sentados ante el banquillo, llorando y pidiendo perdón, gente como el castellano manchego Moltó, alto cargo socialista, que destruyó la caja de ahorros manchega, o Miguel Blesa, que hizo trizas aquella joya de la corona llamada Caja Madrid, por entonces compitiendo con la Caixa catalana y hoy de rodillas y humillada ente el mercado?
El verdadero drama de España y su peor pesadilla no es el mal gobierno, sino la impunidad de la casta política, el derecho bastardo que se han atribuido de gobernar contra la voluntad popular, con impunidad y sin miedo alguno a que el sometido pueblo les haga pagar sus abusos y desmanes. El mal gobierno es sólo la consecuencia de esa impunidad antidemocrática y criminal.
El presidente Zapatero se marcha entre sonrisas, después de haber destrozado a España y haber convertido a sus habitantes, antes prósperos y confiados, en una legión de aterrorizados ante el presente y el futuro que les espera. Ha llenado España de desempleados, de nuevos pobres y de gente cargada de tristeza y desesperación, pero le espera como premio un retiro lujoso, probablemente en León, cobrando casi 160.000 euros del erario público, pagados precisamente con los impuestos de esos españoles a los que ha hecho más podres y desgraciados.
Pero no sólo ha arruinado a España sino que, además, ha estimulado el independentismo, que ahora está más fuerte que nunca, y ha utilizado el dinero público para fines ilícitos y antidemocráticos como comprar los votos que necesitaba para seguir mandando, financiar los puestos de trabajo y las carreras de sus amigos, como son los casos de Moratinos y Bibiana Aido, entre otros muchos.
El balance de Zapatero es sobrecogedor y digno de que sea juzgado públicamente en el Santiago Bernabeu, un estadio que se llenaría de indignado, aunque las entradas costaran 1.000 euros. Ha desprestigiado a España en el mundo, ha endeudado al país para varias generaciones, ha despilfarrado como un loco, ha sido parcial y arbitrario con los fondos públicos, beneficiando a los suyos y castigando a los que piensan distinto, ha introducido a los amigos de ETA en las instituciones, ha mentido decenas de veces a los ciudadanos, ha impuesto leyes y decretos en contra de la voluntad popular y ha dañado, quizás de manera irreversible, la imagen de la política, de la democracia y del liderazgo en España.
A cambio de todo eso, para vergüenza y escarnio de la masa bobina española, recibirá una pensión y tendrá un futuro de lujo como ex presidente y miembro del Consejo de Estado.
Zapatero no es más que la punta de lanza de una clase política deplorable, una de las de peor calidad en todo el mundo, que, para desgracia de los españoles, ha tomado el poder en este pobre país. Detrás de Zapatero están los cientos de miles de corruptos que se han enriquecido con la política y la función pública, partidos políticos que son verdaderas mafias de poder, el urbanismo prostituido de los últimos años, el apoyo a los nacionalismos que odian a España, el enchufismo, el amiguismo y el nepotismo que ha beneficiado a cientos de miles de paniaguados, todos ellos amigos del partidos, concursos públicos trucados, oposiciones a funcionarios falseadas, concesiones arbitrarias, abusos de poder, sindicatos cuya traición a la clase obrera fue comprada con fondos del Estado y mil tropelías y fechorías más que los borregos acobardados que integran la ciudadanía española soportan sin dignidad ni decencia.
Hasta que los españoles no se impongan y consigan que la Justicia castigue a esos miserables que han destruido la nación, la regeneración no será posible. Sin una ciudadanía indignada, rebelde y dispuesta, contra viento y marea, a que los canallas paguen sus culpas, España carecerá de democracia, de futuro y de decencia.
El único debate que hoy merece la pena en España, cuando Zapatero ya es un cadáver apestoso, es cómo evitar que otro Zapatero pueda llegar en el futuro y destruir lo poco que nos queda. Esas reformas nunca va a hacerlas el Partido Popular, cuya financiación y funcionamiento interno son casi idénticos a los del socialismo, un partido que, como el PSOE, milita en la partitocracia, no en la democracia, que se cree con el mismo derecho a tomar las medidas que considere conveniente, en contra de la voluntad popular y más en beneficio propio que del bien común. La verdadera naturaleza del PP, el partido que, probablemente, heredará el poder de Zapatero, ya quedó demostrada en tiempos de Aznar, un tipo tan arrogante, alejado del ciudadano y autoritario que ni siquiera pudo ganar las elecciones del 2004, a pesar de su impresionante éxito económico.
El como de la desgracia y la prueba definitiva de la esclavitud bovina de los españoles es haber admitido, sin garantía de reforma alguna de una sistema podrido y prostituido, como sucesor de Zapatero a un personaje como Rubalcaba, al que los suyos quieren reciclar como "Alfredo", criado y crecido en las cloacas del Estado, manipulador, mentiroso, elitista, falso y cómplice proactivo de los peores desmanes y abusos del socialismo español moderno, en tiempos de Felipe González, cuando España abrazó la corrupción y el crimen de Estado como política oficial, y en los nefastos tiempos de Zapatero, cuando España fue dinamitada y fue llenada de desempleados, pobres, desahuciados y gente triste y sin futuro.
En el reciente debate sobre el Estado de la nación, casi todos los grupos acusaron a Zapatero por sus estragos y desmanes, pero la única diputada que puso el dedo en la llaga fue Rosa Diez, al escupir al rostro del presidente la dura sentencia de que "No habrá días en el calendario para perdonar lo que ha hecho" y, refiriéndose a los que gobiernan, remato: "Han dado sentido al crimen".
Seis años antes de que la Exposición Universal Sevilla 1992 abriera sus puertas, en 1986, el equipo gestor del gran evento realizó un estudio sobre los tesoros y rasgos que España poseía, dignos de ser exhibidos ante el mundo. Lógicamente, surgieron monumentos impresionantes, como la Alhambra y varias catedrales, pero nos sorprendieron dos, de carácter inmaterial, que fueron las cajas de ahorro y la organización de los ciegos. Según aquel análisis, ningún país del mundo tenía un mejor sistema que España para tratar con dignidad a los ciegos (ONCE), ni un sistema bancario popular y social, original, pujante y adaptado a las necesidades de las clases más humildes, como las cajas de ahorro, que por entonces todavía eran boyantes y representaban más del 40 por ciento de la actividad bancaria del país.
Hoy, poco más de dos décadas después, la ONCE resiste como puede, pero el magnífico sistema financiero popular de las cajas de ahorro ha sido arruinado y destrozado por los políticos y sindicalistas que entraron a saco en esas organizaciones, se sentaron en sus consejos e impusieron la arbitrariedad, el sectarismo y el abuso en su comportamiento.
¿Quien pagará por ese crimen? ¿Por qué no están sentados ante el banquillo, llorando y pidiendo perdón, gente como el castellano manchego Moltó, alto cargo socialista, que destruyó la caja de ahorros manchega, o Miguel Blesa, que hizo trizas aquella joya de la corona llamada Caja Madrid, por entonces compitiendo con la Caixa catalana y hoy de rodillas y humillada ente el mercado?
El verdadero drama de España y su peor pesadilla no es el mal gobierno, sino la impunidad de la casta política, el derecho bastardo que se han atribuido de gobernar contra la voluntad popular, con impunidad y sin miedo alguno a que el sometido pueblo les haga pagar sus abusos y desmanes. El mal gobierno es sólo la consecuencia de esa impunidad antidemocrática y criminal.
El presidente Zapatero se marcha entre sonrisas, después de haber destrozado a España y haber convertido a sus habitantes, antes prósperos y confiados, en una legión de aterrorizados ante el presente y el futuro que les espera. Ha llenado España de desempleados, de nuevos pobres y de gente cargada de tristeza y desesperación, pero le espera como premio un retiro lujoso, probablemente en León, cobrando casi 160.000 euros del erario público, pagados precisamente con los impuestos de esos españoles a los que ha hecho más podres y desgraciados.
Pero no sólo ha arruinado a España sino que, además, ha estimulado el independentismo, que ahora está más fuerte que nunca, y ha utilizado el dinero público para fines ilícitos y antidemocráticos como comprar los votos que necesitaba para seguir mandando, financiar los puestos de trabajo y las carreras de sus amigos, como son los casos de Moratinos y Bibiana Aido, entre otros muchos.
El balance de Zapatero es sobrecogedor y digno de que sea juzgado públicamente en el Santiago Bernabeu, un estadio que se llenaría de indignado, aunque las entradas costaran 1.000 euros. Ha desprestigiado a España en el mundo, ha endeudado al país para varias generaciones, ha despilfarrado como un loco, ha sido parcial y arbitrario con los fondos públicos, beneficiando a los suyos y castigando a los que piensan distinto, ha introducido a los amigos de ETA en las instituciones, ha mentido decenas de veces a los ciudadanos, ha impuesto leyes y decretos en contra de la voluntad popular y ha dañado, quizás de manera irreversible, la imagen de la política, de la democracia y del liderazgo en España.
A cambio de todo eso, para vergüenza y escarnio de la masa bobina española, recibirá una pensión y tendrá un futuro de lujo como ex presidente y miembro del Consejo de Estado.
Zapatero no es más que la punta de lanza de una clase política deplorable, una de las de peor calidad en todo el mundo, que, para desgracia de los españoles, ha tomado el poder en este pobre país. Detrás de Zapatero están los cientos de miles de corruptos que se han enriquecido con la política y la función pública, partidos políticos que son verdaderas mafias de poder, el urbanismo prostituido de los últimos años, el apoyo a los nacionalismos que odian a España, el enchufismo, el amiguismo y el nepotismo que ha beneficiado a cientos de miles de paniaguados, todos ellos amigos del partidos, concursos públicos trucados, oposiciones a funcionarios falseadas, concesiones arbitrarias, abusos de poder, sindicatos cuya traición a la clase obrera fue comprada con fondos del Estado y mil tropelías y fechorías más que los borregos acobardados que integran la ciudadanía española soportan sin dignidad ni decencia.
Hasta que los españoles no se impongan y consigan que la Justicia castigue a esos miserables que han destruido la nación, la regeneración no será posible. Sin una ciudadanía indignada, rebelde y dispuesta, contra viento y marea, a que los canallas paguen sus culpas, España carecerá de democracia, de futuro y de decencia.
El único debate que hoy merece la pena en España, cuando Zapatero ya es un cadáver apestoso, es cómo evitar que otro Zapatero pueda llegar en el futuro y destruir lo poco que nos queda. Esas reformas nunca va a hacerlas el Partido Popular, cuya financiación y funcionamiento interno son casi idénticos a los del socialismo, un partido que, como el PSOE, milita en la partitocracia, no en la democracia, que se cree con el mismo derecho a tomar las medidas que considere conveniente, en contra de la voluntad popular y más en beneficio propio que del bien común. La verdadera naturaleza del PP, el partido que, probablemente, heredará el poder de Zapatero, ya quedó demostrada en tiempos de Aznar, un tipo tan arrogante, alejado del ciudadano y autoritario que ni siquiera pudo ganar las elecciones del 2004, a pesar de su impresionante éxito económico.
El como de la desgracia y la prueba definitiva de la esclavitud bovina de los españoles es haber admitido, sin garantía de reforma alguna de una sistema podrido y prostituido, como sucesor de Zapatero a un personaje como Rubalcaba, al que los suyos quieren reciclar como "Alfredo", criado y crecido en las cloacas del Estado, manipulador, mentiroso, elitista, falso y cómplice proactivo de los peores desmanes y abusos del socialismo español moderno, en tiempos de Felipe González, cuando España abrazó la corrupción y el crimen de Estado como política oficial, y en los nefastos tiempos de Zapatero, cuando España fue dinamitada y fue llenada de desempleados, pobres, desahuciados y gente triste y sin futuro.