El PSOE es, sin duda, un partido poderoso. Bajo el infausto mandato de Zapatero, ha conseguido que los españoles seamos más pobres, más tristes, mas desconfiados, más desprestigiados y más desesperados. Ahora, al obligarnos a soportar, durante todo un largo año, a un cadáver al frente del gobierno, quiere también convertirnos en necrófobos.
Todo concuerda: Zapatero ha sido el peor gobernante de la democracia y su salida será también la más dañina y desquiciante. El socialismo se ha convertido en una plaga contumaz para España y esa plaga se plasma ahora en forzar a todo un pueblo a ser gobernado por un cadáver, un tipo que si no sirve para dirigir el PSOE ¿Cómo va a servir para dirigir la nación?.
En el anuncio de su retirada, Zapatero mencionó varias razones para abandonar, pero ignoró la principal, la única que es importante en democracia: el rechazo masivo de los españoles, que le pedían que se fuera. Sin generosidad y con arrogancia desmesurada, ha decidido seguir ignorando el clamor popular y permanecer un año más, ya como cadáver, en el poder.
La noticia de que no será el candidato socialista en 2012 fue ayer un acontecimiento agridulce. Muchos descorcharon el champagne, pero, al beberlo, lo sintieron amargo porque el enemigo de España sigue en la Moncloa, con todo un año por delante para seguir causando dolor y estragos.
Los únicos que lloraron su despedida fueron los nacionalistas radicales españoles, a los que convirtió en aliados y, a veces, en árbitros de la nación, los que practican el terror con pistolas y capuchas, con los que negoció de igual a igual, y el Partido Popular de Rajoy, que durante años creció y ganó votos sin entusiasmar ni presentar programa convincente alguno, sólo gracias al desgaste del inepto Zapatero.
Cuando se analizan los posibles sucesores, el brindis se torna absurdo y uno termina por arrojar la copa contra la pared: un Bono (convertible) que es incapaz de explicar el vertiginoso enriquecimiento de su patrimonio; un experto en cloacas y en operaciones encubiertas y secretos, incapaz de decir la verdad, cuya presencia en el poder causa inquietud y desasosiego; y una señora de rasgos nacionalistas, que, para colmo de surrealismo, dirige el ejército español, convertido en una ONG con uniforme, y que en el pasado reciente se solidarizó con aquel Pepe Rubianes que gritaba en público, ante las cámaras, que ojalá le explotaran los cojones a la puta España.
Los tres aspirantes a controlar el timón del PSOE y, si pueden, también de España, comparten el imperdonable pecado de haber asistido como acólitos destacados al cadáver durante los años en que España fue desmantelada, hundida, empobrecida, endeudada, esquilmada, corrompida y desprestigiada.
España inicia áhora, el día después del anuncio, una etapa estúpida, dominada por la soberbia de un partido y de un dirigente que, con arrogancia insoportable, se niega a dimitir y a convocar elecciones generales, como demanda la sociedad. Con su autoridad mermada, con la fecha de caducidad impresa en la frente, dirigiendo un gobierno provisional, Zapatero, un fracasado, tendrá que gobernar, durante un interminable y agónico año, a un país que es el gran enfermo de Europa, acosado por los mercados, con cinco millones de parados, con la pobreza avanzando a diario, como un ejército invasor, y con una población que está perdiendo la alegría y la esperanza a velocidad de vértigo.
A partir de hoy, las maquinas trituradoras de papel van a funcionar en España a pleno ritmo. Los rastros van a ser borrados y la penumbras y la niebla dominarán los despachos. La mayor tentación de los ejércitos que huyen derrotados siempre ha sido dejar la tierra calcinada para que el enemigo, cuando avance, solo encuentre desolación y vacío.
España inicia hoy un inquietante y preocupante periodo, gobernada por un cadáver, mientras los españoles, en lugar de decidir nuestro futuro en las urnas, como es preceptivo en democracia, tendremos que aprender las repugnantes reglas y leyes de la necrofobia.
Todo concuerda: Zapatero ha sido el peor gobernante de la democracia y su salida será también la más dañina y desquiciante. El socialismo se ha convertido en una plaga contumaz para España y esa plaga se plasma ahora en forzar a todo un pueblo a ser gobernado por un cadáver, un tipo que si no sirve para dirigir el PSOE ¿Cómo va a servir para dirigir la nación?.
En el anuncio de su retirada, Zapatero mencionó varias razones para abandonar, pero ignoró la principal, la única que es importante en democracia: el rechazo masivo de los españoles, que le pedían que se fuera. Sin generosidad y con arrogancia desmesurada, ha decidido seguir ignorando el clamor popular y permanecer un año más, ya como cadáver, en el poder.
La noticia de que no será el candidato socialista en 2012 fue ayer un acontecimiento agridulce. Muchos descorcharon el champagne, pero, al beberlo, lo sintieron amargo porque el enemigo de España sigue en la Moncloa, con todo un año por delante para seguir causando dolor y estragos.
Los únicos que lloraron su despedida fueron los nacionalistas radicales españoles, a los que convirtió en aliados y, a veces, en árbitros de la nación, los que practican el terror con pistolas y capuchas, con los que negoció de igual a igual, y el Partido Popular de Rajoy, que durante años creció y ganó votos sin entusiasmar ni presentar programa convincente alguno, sólo gracias al desgaste del inepto Zapatero.
Cuando se analizan los posibles sucesores, el brindis se torna absurdo y uno termina por arrojar la copa contra la pared: un Bono (convertible) que es incapaz de explicar el vertiginoso enriquecimiento de su patrimonio; un experto en cloacas y en operaciones encubiertas y secretos, incapaz de decir la verdad, cuya presencia en el poder causa inquietud y desasosiego; y una señora de rasgos nacionalistas, que, para colmo de surrealismo, dirige el ejército español, convertido en una ONG con uniforme, y que en el pasado reciente se solidarizó con aquel Pepe Rubianes que gritaba en público, ante las cámaras, que ojalá le explotaran los cojones a la puta España.
Los tres aspirantes a controlar el timón del PSOE y, si pueden, también de España, comparten el imperdonable pecado de haber asistido como acólitos destacados al cadáver durante los años en que España fue desmantelada, hundida, empobrecida, endeudada, esquilmada, corrompida y desprestigiada.
España inicia áhora, el día después del anuncio, una etapa estúpida, dominada por la soberbia de un partido y de un dirigente que, con arrogancia insoportable, se niega a dimitir y a convocar elecciones generales, como demanda la sociedad. Con su autoridad mermada, con la fecha de caducidad impresa en la frente, dirigiendo un gobierno provisional, Zapatero, un fracasado, tendrá que gobernar, durante un interminable y agónico año, a un país que es el gran enfermo de Europa, acosado por los mercados, con cinco millones de parados, con la pobreza avanzando a diario, como un ejército invasor, y con una población que está perdiendo la alegría y la esperanza a velocidad de vértigo.
A partir de hoy, las maquinas trituradoras de papel van a funcionar en España a pleno ritmo. Los rastros van a ser borrados y la penumbras y la niebla dominarán los despachos. La mayor tentación de los ejércitos que huyen derrotados siempre ha sido dejar la tierra calcinada para que el enemigo, cuando avance, solo encuentre desolación y vacío.
España inicia hoy un inquietante y preocupante periodo, gobernada por un cadáver, mientras los españoles, en lugar de decidir nuestro futuro en las urnas, como es preceptivo en democracia, tendremos que aprender las repugnantes reglas y leyes de la necrofobia.